Mucho más que un corte de pelo
En la peluquería de Juan Fernández, los martes por la tarde las alumnas de la Escuela de Educación Especial 501 Noelia Pereyra, Camila Paguegui y Rocío Maldonado llevan adelante una primera aproximación a lo que es una práctica formativa en conocimientos del oficio por ser parte del Servicio Agregado de Formación Integral (SAFI). Un proyecto educativo que busca formar a adolescentes y jóvenes con discapacidades para su inserción en el mundo del trabajo
Por Luciano Moran
En la peluquería de Juan Fernández (Lamadrid 234) pasan cosas lindas de verdad, de esas que te llenan el corazón y el alma. Y que, obviamente, vale la pena tomarse un tiempo para contarlas porque sirven como ejemplo en los tiempos que corren.
Ahí es posible y real que alumnos con capacidades diferentes aprendan a cortar el pelo utilizando estrategias de adaptación como la desensibilización gradual a las herramientas y sus sensaciones, utilizando la comunicación visual adaptada a su forma de entender el mundo.
Todo ello, en compañía de un peluquero especializado como el popular “Juancito”, quien no dudó un segundo en subirse al barco de este proyecto para dar una mano desde su lugar porque entiende a la perfección el significado del término empatía.
Así es que todos los días martes, entre las 14.30 y 16 horas, las alumnas de la Escuela de Educación Especial 501 Noelia Pereyra (18), Camila Paguegui (16) y Rocío Maldonado (17) -en compañía del docente Sebastián Elgart- realizan diferentes prácticas de primera aproximación en peluquería por ser parte del Servicio Agregado de Formación Integral (SAFI) para adquirir las herramientas básicas del oficio.
Un proyecto educativo que busca formar a adolescentes y jóvenes con discapacidades para su inserción a futuro en el mundo del trabajo. Es un servicio que funciona en la Escuela de Educación Especial 501 que está destinado a jóvenes con necesidades educativas especiales.
En ese marco, los alumnos participan en diversos talleres con diferentes orientaciones que ofrecen formación práctica en áreas como por ejemplo higiene, donde encuadran los cortes de cabello. SAFI es un eje fundamental de la EEE 501 porque brinda formación vocacional a jóvenes con discapacidad, dotándolos de habilidades y conocimientos para una mayor autonomía y contribuir, de esa forma, a romper con la barrera del “yo no puedo”.
La Voz del Pueblo se dirigió hasta allí para obtener el testimonio de los protagonistas principales que tiene esta historia que, por supuesto, merece y vale la pena ser contada.
“Un trabajo en equipo”
En primer lugar, el docente de inclusión laboral Sebastián “Quique” Elgart, quien cumple funciones como tal en la EEE 501 desde el 2007, manifestó que “las prácticas que las chicas hacen con Juan es una decisión de muchas personas. Se enmarcan en un proyecto que tiene el visto bueno de la inspectora de educación especial Alejandra Zubiría, como así también de los directivos que integran la institución: Mariana Barroso (directora) y Tamara Villanueva (vicedirectora), más el Equipo de Orientación Escolar que integran Leticia Luengo, Marcela Pascucci, Romina Jensen y Romina Larrea. Esto es producto de un trabajo en equipo”.
Y agregó que “lo que las chicas hacen acá con mi amigo Juan es ir aprendiendo el uso de la tijera, el manejo del secador de pelo, el familiarizarse con un cliente, el trato y todo lo demás. Es decir, que observen cómo es el mundo laboral verdadero y aprendan el uso de las herramientas básicas para, si el día de mañana les gusta e interesa, tengan ya el conocimiento incorporado y puedan seguir desarrollándose en el rubro”.
Destacó que Noelia Pereyra, Camila Paguegui y Rocío Maldonado comenzaron este año “con una primera aproximación a lo que es una práctica formativa en conocimientos de peluquería en un ámbito laboral, es el paso inicial para luego inscribirse en algún curso del Centro de Formación Laboral 401, en donde pueden certificar como peinadoras, coloristas o ayudantes a través de prácticas profesionalizantes. En este caso, con Juan hacen el primer contacto con lo que es el manejo de la cabeza, del peine y más”.
Subrayó que esta iniciativa ya la supieron implementar en ocasiones anteriores con otros alumnos que ya egresaron y que estaban interesados en aprender el oficio de peluquero. “Les fue muy bien a los chicos, dio resultado. En la escuela vivimos preguntando qué intereses tienen ellos, lo de peluquería es notorio por eso hacemos estas salidas educativas para que vean cómo es el proceso”, recordó con alegría y tono de satisfacción por el alcance efectivo que tiene la propuesta.
Hizo referencia a que las alumnas hacen doble turno en la EEE 501 y que los martes, cuando asisten a lo de Juan, lo hacen en horario de clase, ya que “tienen una formación integral y un área puntual vinculada con el espacio laboral. Ellas cursan las materias como en el secundario común, y por otro lado, tienen su formación integral con las prácticas”.
Como amigo de Juan desde hace años, Elgart reconoció que el hecho de ser parte de un proyecto de esta índole “es espectacular porque un tipo como Juan te hace todo más fácil, entiende la situación. Que vivan otra experiencia por fuera del aula les permite ir logrando otras cosas. Tienen que pensar que el que está en la silla es un cliente, no es su amigo ni compañero/a”.
Al ser consultado sobre por qué surgió la iniciativa, indicó que “al principio teníamos muchos chicos que necesitaban cortarse el pelo, entonces Juan ofreció el lugar como espacio de corte para venir como clientes. De a poco, él empezó a conocer los chicos y nació la idea de que aquel que se cortaba el pelo, aprenda a cortárselo a otra persona. Las prácticas que están en educación especial nacieron para vincular el mundo de las escuelas con el mundo del trabajo. Lo que se intenta es, desde el ámbito educativo, ir formándolos y acompañándolos para que no sea de golpe y abrupto el salto al mundo laboral”.
Lo central es que “puedan capacitarse con las primeras herramientas de peluquería, lograr una certificación y el último paso -el más difícil de todos- concretar la inclusión laboral en un puesto real”.
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“Un punto de partida”
A su turno, Juan Fernández tras darle algunas indicaciones a las alumnas sobre el corte “moderno” y “canchero” en degradé que pidió Martín Cortez (también alumno de la EEE 501), dijo que “a ´Quique´ lo conozco desde hace años, es un gran amigo. Sé el camino que tiene él con los chicos, no es que caí en saco roto. Esto es el granito de arena que podemos aportar realmente, con un ejemplo claro y concreto de inclusión laboral”.
El formar parte de algo así “te da ganas de ayudar porque nos interesan de verdad los chicos. Lo relevante es que ellas no tengan el estigma de que no lo pueden hacer porque hay que romper con esa barrera. Ellas si pueden, ese es el objetivo principal de esto”, sostuvo con convicción.
Martín asistió a la peluquería de Juan con una foto de un corte degradé que quería hacerse, entonces el equipo puso manos a la obra con el dueño de casa como guía, pero con la asistencia de las chicas que utilizaron, bajo la atenta mirada de los presentes, las herramientas necesarias para tal fin.
Señaló que otras de las tareas que ellas hacen cuando están allí es, por ejemplo, “lavarse la cabeza, desenredarse el pelo, secárselo, plancharlo o hacer un brushing. Las tres por igual le ponen muchísima voluntad y socializan bastante, tienen una gran actitud. Aprenden con ganas, eso es lo valorable”.
Reconoció que “es lindo ver la confianza que fueron agarrando porque cuando ellas están por terminar y arrancan a llegar los clientes, se da una interacción linda e interesante que hace que se entusiasmen por volver. Se adaptaron rápido y fueron ganando confianza, muy contento porque la respuesta es magnífica”.
Con su clásica sinceridad, expresó que “de acá saben si les va a gustar, o no, hacer un curso de peluquería a futuro. Ese, de la escalera, es el felpudo del primer escalón. Ahora, la escalera la tienen que subir ellos. Hay que empezar a hacer cada vez más este tipo de acciones. Es un punto de partida, un granito de arena que nosotros podemos aportar a la causa. Atrás de todo esto hay una cantidad terrible de gente que apoya el proyecto”.
Mencionó que lo que le gustó de “Quique” y su grupo de trabajo es que “lo importante no es el título de la cosa, sino la cosa. Es decir, lo que importan son los chicos, el protagonismo lo tienen ellos. Es un gusto y un placer enorme poder dar una mano. Últimamente parece que los corazones hay que ponerlos en las pantallas y no, los corazones hay que ponerlos aquí en lo real y en el hacer para cambiar realidades”.
“El sueño de ser peluqueras”
Ese deseo y anhelo es el que tienen Noelia Pereyra, Canilla Paguegui y Rocío Maldonado.
Tras escuchar con atención lo expresado por Juan y Sebastián, Noelia valoró que “me gusta cortar el pelo a los hombres, la verdad es que aprendí bastante en el tiempo que llevamos practicando. Es un proyecto inclusivo, los dos nos dan una mano grande. Con la cabellera de mujer voy bien también. De grande, me gustaría ser peluquera y tener mi propio espacio”.
Seguidamente, una sonriente Camila Paguegui acotó que “es lindo ser parte de algo así. Pude aprender a planchar el pelo, son recursos que nos van a servir a largo plazo. Siempre les digo gracias a los dos de corazón por pensar en nosotras, es para destacar lo que hacen. Ahora estoy enfocada en aprender a teñir el pelo y hacer peinados, veremos que sale (risas)”.
Por último, Rocío Maldonado contó que lo primero que aprendió fue a planchar el pelo, luego a cortarlo y a hacer trenzas. “Tenemos actitud y ganas de aprender, el día de mañana me encantaría ser peluquera y tener mi espacio. Este es un primer paso, Juan nos abrió las puertas y eso se valora mucho. Quiero seguir aprendiendo, tenemos un cariño especial porque son dos grandes personas”, señaló.
Lo cierto es que todos ellos merecen un aplauso bien grande y fuerte porque representan, sin dudas, un caso real y concreto en materia de inclusión laboral. Y el camino a seguir, claro está, es por acá. Con acciones de estas características, el mundo puede cambiar. Estamos a tiempo…