Los 5 pilares de la inteligencia emocional
Por Martina Lasaga (*)
La inteligencia emocional se ha convertido en una de las competencias más valoradas tanto en el ámbito personal como en el profesional. Su influencia abarca desde el desarrollo de relaciones sólidas hasta la capacidad para gestionar conflictos y mantener el rendimiento en entornos laborales exigentes.
Vivimos en un mundo donde las exigencias y expectativas están al orden del día y en el que cada vez se hace más difícil mantener un equilibrio emocional que nos permita fluir y ser coherentes con nuestro sentir. Este enfoque recalca la importancia de complementar el conocimiento racional con una sólida base emocional.
El autoconocimiento como pilar fundamental
El autoconocimiento es el primer paso hacia una adecuada gestión emocional. El termómetro interno es la base para conocer aptitudes y limitantes que cada uno posee y tener así un punto de partida para el crecimiento. Esta capacidad permite identificar nuestras propias emociones y comprender cómo afectan nuestras decisiones y relaciones. Además, este conocimiento interno es clave para desarrollar las demás habilidades emocionales. Ser conscientes de nuestras emociones facilita el manejo de situaciones complejas y mejora nuestra capacidad para interactuar de manera efectiva con los demás.
Autorregulación
Una vez identificado el impacto de nuestras emociones, el siguiente paso es la autorregulación. Esta habilidad se traduce en la capacidad de gestionar los impulsos y mantener la calma en circunstancias adversas. Las personas emocionalmente inteligentes suelen adoptar estrategias para controlar su ansiedad y actuar con serenidad en momentos críticos. Quienes poseen esta cualidad logran mantener una actitud positiva y adaptarse con éxito a diferentes contextos, lo que les permite enfrentar desafíos con mayor eficacia.
Optimismo y motivación
El optimismo y la motivación son características esenciales en las personas con alta inteligencia emocional y nos llevan a perseverar incluso tras las adversidades.
El optimismo como estrategia de vida no consiste en esperar que las cosas mejoren, sino en trabajar activamente para superar cualquier contrariedad. Gracias a esta mentalidad, es posible mantener el entusiasmo y la determinación necesarios para alcanzar objetivos, transformando los contratiempos en lecciones valiosas.
Empatía
Otra cualidad fundamental es la empatía, que es la capacidad de comprender y conectar con las emociones de los demás. Esta habilidad fortalece los vínculos personales y profesionales, facilitando una comunicación más nutritiva y enriquecedora. Esto está muy relacionado con la conciencia social que, como explican desde la Universidad de Harvard, implica nuestra habilidad para interpretar y entender las emociones ajenas, siendo la empatía uno de sus aspectos fundamentales. Según Jamil Zaki, profesor en Stanford y autor de The War for Kindness, la empatía consta de tres elementos esenciales: reconocer las emociones de los demás, compartir esos sentimientos y tener la intención de mejorar su situación.
Habilidades sociales
Las habilidades sociales, como la resolución de conflictos y el trabajo en equipo, complementan el perfil de las personas emocionalmente inteligentes.
La comprensión de las emociones y necesidades de los demás permite influir de manera positiva, orientando a las personas hacia la consecución de un propósito compartido.
La creación y el fortalecimiento de vínculos sólidos y con valores e intereses compartidos son claves para fomentar el sentido de pertenencia de equipos a nivel interdisciplinario.
En un momento donde no sólo el desarrollo técnico es crucial, sino el poder desarrollar y potenciar ciertas habilidades, la inteligencia emocional (EQ) emerge como un factor diferencial que puede determinar el éxito de una carrera profesional y la cohesión de una organización.
Gestionar emociones propias y ajenas es una habilidad esencial en cualquier entorno profesional, especialmente en contextos de alta presión y trabajo en equipo.
La Universidad de Harvard ha profundizado recientemente en este campo a través del trabajo de Margaret Andrews, ex decana asociada de la División de Educación Continua y actual instructora del curso ¨Emotional Intelligence in Leadership¨. Su enfoque destaca que la EQ es un conjunto de habilidades que permite reconocer, comprender y gestionar las emociones, tanto propias como ajenas, mejorando significativamente las relaciones personales y profesionales.
Según Andrews, la autoconciencia es la base sobre la que se construyen el resto de competencias emocionales. “Si sos consciente de tus propias emociones y de los comportamientos que desencadenan, podes empezar a gestionarlas”.
Esta conciencia permite activar la autorregulación, es decir, la capacidad de controlar impulsos negativos y mantener la calma en situaciones tensas y de alta presión.
La falta de esta habilidad puede tener consecuencias directas en los demás. Quienes no pueden contener sus emociones e impulsos negativos generan una reacción en cadena de emociones negativas en los demás. Por ello, el liderazgo emocionalmente inteligente es clave para evitar conflictos y fomentar un clima laboral saludable. Las personas con una fuerte autorregulación pueden hacer una pausa y respirar profundamente en situaciones adversas y estresantes.
¿Cómo mejorar la inteligencia emocional?
La inteligencia emocional (EQ) no es un rasgo estático, sino que puede desarrollarse con práctica. Te recomiendo tres estrategias: reconocer y nombrar las emociones, pedir retroalimentación sincera y leer literatura con personajes complejos, ya que estas acciones fortalecen la empatía y la comprensión interpersonal. Además, insisto en la necesidad de cultivar una cultura organizativa que valore y celebre estas competencias.
Otra estrategia es la de empoderar a los demás: Si querés fomentar el buen comportamiento del equipo, reconócelo y decile sus bondades y fortalezas.
Como recuerda el blog oficial de Harvard Professional Development, “las habilidades técnicas son importantes, pero son las habilidades humanas como la EQ las que definen el impacto real en las organizaciones”.
“La persona inteligente emocionalmente tiene habilidades en cuatro áreas: identificar emociones, usar emociones, entender emociones y regular emociones”, decía el gran John Mayer.
(*) La autora es licenciada en Economía (egresada de la UNS). Con especialización en Economía del Comportamiento (UCEMA) y Neurocoaching. Experta en Bienestar y Felicidad Organizacional (Universidad de Nebrija, España).