La experiencia de Sebastián Luis Bach en la Escuela Técnica “Esa parte mágica de Matheu 550”
El nieto de Luis Meister, quien diseñó muchos paseos públicos de Tres Arroyos, egresó de la institución en 1973. Con los conocimientos que obtuvo pudo desempeñarse durante 20 años en Alemania, en empresas proveedoras de la industria automotriz
Sebastián Luis Bach egresó de la Escuela Técnica en 1973, como técnico electromecánico. Es el hijo único de Ernestina Meister y nieto de Luis Meister, quien diseño gran cantidad de paseos públicos y espacios verdes en Tres Arroyos.
Nació en 1954 en Mar del Plata, realizó la primaria en el Colegio Alemán de Temperley, tras lo cual la familia se radicó en Tres Arroyos para sus estudios secundarios.
Su padre Sebastián Bach, al igual que Ernestina nacido en Alemania, era ingeniero agrónomo, especializado como maestro cervecero; con formación universitaria en Múnich. Se desempeñó en Maltería y Cervecería Quilmes.
Cuando habla de la Escuela Técnica, hace el gesto de sacarse el sombrero. “Para mí fue el gol de la vida”, subraya. Es que “gracias a la formación que recibí en la institución, se me abrió todo un futuro”.
Reside en la Patagonia y dialogó en forma telefónica con La Voz del Pueblo, sobre un establecimiento escolar por el que siente mucho aprecio. “Hice toda la secundaria en Tres Arroyos, el lugar de mis abuelos y donde mi madre pasó parte de su vida”, recuerda.
Por entonces, “el director en la Escuela Técnica era Rodolfo Rolando Liva y el vicedirector Alfredo Julián Alvarez. Se cursaban seis años, tres de básico y tres de nivel superior”.
En la adolescencia, cuando se asiste a clases y a los talleres, “uno no evalúa bien el nivel. Te vas dando cuenta con el paso de las décadas. Como adulto, fui viendo las herramientas que realmente tenía y las pude utilizar”.
Hace referencia a algunos profesores, a modo de ejemplo, y aclara que son muchos los docentes para destacar. “En Educación Cívica teníamos a Humberto Garate. También era profesor Nelson Lebene. Nora Busso, la señora de Alvarez, daba Inglés. Todas personalidades que yo veía relevantes”, afirma.
En este sentido, puntualiza que “inclusive era muy interesante como enseñaba matemática la señora de Liva, al menos la forma en que yo lo percibí. Por esa razón, ‘sigo queriendo la matemática, la aprendí a valorar’”.
En los talleres, rememora que estaban “Luengo en fundición, Lorenzo Albani en electricidad, Fernández en motores, Vizcaíno en carpintería; recuerdo a Emilio Garcia”, entre otros.
Deja en claro que la Escuela Técnica le brindó “la base fundamental.
Me atrevo a decir el Otto Krause en Buenos Aires tenía mucha valoración, pero los conocimientos con los que salíamos en el industrial no eran menores”.
Durante veinte años trabajó en Alemania para empresas proveedoras de la industria automotriz, tarea que también le permitió cumplir tareas en otros países del mundo. Lo hizo con la formación que obtuvo en la escuela.
Al describir su rol, Sebastián Luis sostiene que “debía plasmar lo que los ingenieros de las empresas automotrices o a un diseñador querían incorporar en los habitáculos de coches de alta gama. Me centraba en la parte interna, en el embellecimiento”.
Al respecto, añade que tenía que “pasar la idea a algo tangible. Luego se originaría una máquina para producir ese tipo de piezas en un número determinado cada hora. Todo bien planificado, porque las automotrices buscan producir cierta cantidad de vehículos al día”.
Integró dos empresas proveedoras de “las cinco marcas grandes de vehículos que hay en Alemania, las visité a todas: Porsche, Mercedes Benz, Audi, BMW y Volkswagen”.
Comenta que “la fábrica nuestra proveía una máquina llave en mano para hacer las piezas. Me tocaba hacer la instrucción al personal y poner en marcha este equipamiento, se adecuaban los parámetros para que tuviera el menor descarte posible. Se medía con una vara elevada”.
Del mismo modo, tuvo el desafío laboral de “hacer el interior de heladeras. De una plancha, se modela la parte interior, con los dos compartimentos. Me pareció muy interesante. Yo hacía el desarrollo mecánico”.
Formó una familia con Adriana De la Penna. El regreso al país tuvo lugar en 2007. “Sigo con el mismo gesto de sacarme el sombrero cuando hablo de la Escuela Técnica -manifiesta con énfasis-. A nivel nacional, fue una entidad de referencia”.
Su señora se dedica al turismo y él sigue “haciendo la parte técnica en la trastienda. Viene gente de afuera y dice ‘mirá que solución le dieron a tal o cual cosa’. Yo lo veo como algo normal. Se juntan los conocimientos, con un poco de ingenio y la creatividad criolla de arreglarte con lo que hay, es una combinación que permite encontrar soluciones”.
En el cierre del diálogo, dice que más allá de los cambios de nombre que tuvo la escuela en distintas etapas de su casi centenaria historia, “para mí sigue siendo esa parte mágica de Matheu 550”.