El lado B del “Principio de Revelación”
Una de las herramientas dialécticas que mejores resultados le dio al presidente Javier Milei en su conquista del poder fue la metáfora del “principio de revelación”. Una especie de ley natural que deja al desnudo la filosofía de todas las personas que, en nombre de la Justicia, la igualdad y otros valores nobles, deja ver sus oscuras intenciones.
Nunca más acertada termina siendo la denominación cuando se ve, por ejemplo, a un sector del peronismo y aliados condenando hechos de corrupción contra un rival político, siendo que su propia líder está cumpliendo condena justamente por uno de los casos más graves de la historia.
¿Cómo actúa el principio de revelación en esta oportunidad? Si los castigos y maldiciones que descargan en su objetivo lo hacen en nombre de la Justicia, están demostrando (“revelando”) que no reconocen a la misma Justicia (valga la redundancia) que, teóricamente, también tendrá que juzgar a cualquier otro político que pueda ser llevado más adelante a ese nivel de sospecha. Una contra más dura que el segundo gol de la Selección a Francia en la final de 2022.
Las personas que no reconocen que los castigados por hechos de corrupción están “justamente condenados” en base a las pruebas que una larga fila de funcionarios judiciales a lo largo de 10 años reconoció como válidas, y lo hacen defendiendo sus propios argumentos como si fueran entidades superiores; esos son la oposición que tiene enfrente el presidente.
Cuando se usa al Congreso como herramienta de poder en el nombre de reclamos indiscutibles, pero a sabiendas con claridad por parte de sus propios impulsores, que el presupuesto de esos fines es completamente imposible de pagar sin generar inflación, pérdida de confianza e inseguridad jurídica, quedan al descubierto los responsables de los actos que amenazan con derrumbar el plan de Gobierno que la gente eligió en 2023. O sea, la esperanza a la que la mayoría le dio su confianza para tratar de salir de una crisis que parecía interminable.
Sin embargo, quienes estaban de ese lado, se muestran muy acostumbrados al confort. A no enfrentar el dolor de reparar algo tan grave como el saqueo de las cajas a las que hoy les están pidiendo recursos que ya se gastaron. Que ya se dieron en forma de subsidios con destinos desconocidos, que se entregaron a cambio de votos, como si comprar una voluntad sin respaldo tampoco tuviera consecuencias.
Lo mínimo que la sociedad exige es el cumplimiento del período presidencial por el que fue elegido su titular y, entre sus opositores, un poco de equilibrio y lógica en los argumentos de quienes serían la esperanza de un “nuevo cambio” ante el eventual fracaso del presidente elegido democráticamente.
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Honestidad brutal
Si se firma un pacto de caballeros ante toda la sociedad en un 9 de Julio, no se puede ser tan obvio de hacer lo contrario al próximo 9 de julio. Con esa firma, a la que tal vez sus ejecutores le restaron importancia (total, lo único que estaban poniendo en juego era su palabra) están “revelando” (una vez más), de mínima, que no se les puede comprar un auto usado.
En este último punto, cabe destacar que la actitud de Axel Kicillof de no asistir a ese acto en Tucumán en 2024, revela (aquí tenemos a la metáfora actuando para otro sector) que el Gobernador es fiel a sus principios. Con Milei no comparte ni una butaca en el micro, y lo demuestra hasta las últimas consecuencias. En el caso de la rúbrica del Pacto de Mayo 2024, su negación a firmar junto con otros dos colegas, filosóficamente termina jugándole a favor.
Por otra parte, si la condena a Cristina es por administración fraudulenta de fondos destinados a la inversión en obra pública, precisamente caminos, de hecho la causa se llama “Vialidad”, suena muy poco creíble que a sus adeptos les importe la preocupación de los inversores extranjeros por la falta de rutas adecuadas para el desarrollo productivo.
Su reclamo, en este caso, activa nuevamente la herramienta autodestructiva de argumentos, “revela” que nunca les importó la existencia de miles de promesas incumplidas selladas en cartelería rutera a lo largo y ancho de todo el país durante las últimas dos décadas.
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La chicana
Como todo recurso, discursivo en este caso, de aparente efectividad, el “principio de revelación”, también tiene su lado B.
Es la chicana que genera la recesión. Los tiempos de deflación. Hay muchos líderes políticos que no pueden vivir sin reconocimiento. Sin el mimo popular y hasta aceptan dispararse en su propio pie para parecer más sensibles.
Y, en ese contexto, la estigmatización no se hace esperar. Para el kirchnerismo, no acompañar las propuestas deficitarias de sus representantes políticos es sinónimo de libertarismo. Entienden que los votantes del presidente soportarían una condena como la que ellos bancan a su jefa. Y se equivocan.
En este momento, el poder democrático está sostenido por un voto de confianza, pero no un cheque en blanco.
¿Acaso no hay ninguna encuesta que pregunte a la gente si dejaría pasar un fallo adverso a Milei en el caso Libra? Sin conocer la respuesta, me atrevo a afirmar que no encontrarían votantes de Milei que le perdonen una condena criminal en ninguna instancia.
Porque la gente no votó a Milei. La gente no entiende quienes son Menger, Hayek, Murray y Rothbard. No es ni siquiera “liberal”. La gente fue por algo distinto que ofrezca un resultado diferente.
Está harta de corrupción grosera, de bolsones de comida por votos, de discursos prometedores, pero vacíos en los hechos.
La gente quiere política, justicia y legislación independientes. Porque entiende con total razón que, en esa independencia, está justamente la garantía del país como entidad confiable. No es fan de Milei. Anhela una salida que, con este volumen magnífico de deuda, sólo puede estar en manos de un distinto, un “loquito”, que lejos de buscar caudal político, persigue números que, con el tiempo, favorezcan a muchos olvidados que jamás recibieron ayuda del Estado y ya no podían con la inflación.
Por suerte, la avaricia de los responsables del enorme faltante económico que sufre la Argentina hizo que los fondos fueran a sus propios bolsillos. Ni siquiera buscaron asegurarse sufragios con migajas para su ejército de pobres y ahora quieren darla vuelta con la nuestra. Si, con una mala administración de lo que haya, pretenden derribar todo ¿para qué? ¿Para mantenerse impunes? Hay miles de teorías.
Si en octubre logran imponerse con el voto popular, tendrán una nueva oportunidad de insistir con políticas “redistribucionistas” de resultado conocido. “Revelarán” su propio desinterés por los resultados macroeconómicos positivos y ratificarán la objetividad de una metáfora que no tiene dueño.
Hasta entonces, sería bueno que no subestimen a la gente y escuchen los motivos por los que ahora, entre otras erradas acusaciones, aceptan ser llamados libertarios cuando no lo son. Cuando en realidad, sólo quieren reglas claras y respeto por los compromisos que fija el poder democrático en cada elección.