Cruzar el charco por un sueño
Mateo Quattrocchi, es de Tres Arroyos, y desde los 18 está en España luchando por su sueño, que su gran pasión sea también su profesión
Por Juan Falcone
Cuando somos niños y comenzamos a soñar, muchas veces imaginamos objetivos que queremos alcanzar, pero con el paso del tiempo notamos que quizás no sea posible y cambiamos de rumbo. Pero también existen personas que dan todo de sí para llegar a cumplir esos sueños.
Dentro de ese grupo, se encuentra Mateo Quattrocchi, un joven tresarroyense de 20 años, que decidió apostar todo por perseguir su sueño de ser futbolista. A los 18, ni bien terminó la secundaria, armó las valijas y se fue a España a buscar equipo, y tras dos años allá, sigue luchando contra viento y marea para vivir del deporte que ama.
Desde que llegó a la península que no se rinde, pese a unas cuantas adversidades que aparecieron en su camino, Quattrocchi trabaja y entrena para que su anhelo se haga realidad.
Sus inicios
Este deseo de convertirse en futbolista lo comenzó a llevar a cabo cuando estaba en la secundaria del Colegio Jesus Adolescente, donde para perseguir este sueño del profesionalismo, todas las semanas entre clases, Mateo viajaba a General Cerri, para jugar en Sansinena: “En cuarto año de secundaria me voy a hacer una prueba a Sansinena, que es un equipo que está en el Federal A. Yo ficho por inferiores y en quinto, me agarró la pandemia, y ya en sexto llego a un acuerdo con el colegio. Yo iba lunes, martes y miércoles, y el miércoles me retiraba y me iba a entrenar miércoles, jueves y viernes. Jugaba el fin de semana, y después me volvía”.
Siendo menor de edad, entra uno de los factores que Quattrocchi más destacó, que es el apoyo que tuvo desde su familia. En esta aventura para jugar en Sansinena, el agradecimiento mayor fue para su padre, que “me llevaba, hacía 200 o 250 kilómetros todos los miércoles de ida, me dejaba en la casa de una tía, y él se volvía a Tres Arroyos. Llegaba todos los miércoles a las 11 o 12 de la noche, y después el fin de semana con mi familia me iban a ver y después me volvían a llevar al pueblo, y así fue durante todo un año”.
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Llegar a España
Cuando terminó sus estudios secundarios, se fue a vivir a la ciudad de Bahía Blanca -dado que General Cerri es una ciudad del partido bahiense- para jugar en la reserva de Sansinena. Después de seis meses en el club blanquirrojo, llegó el día: “Desde ahí ya me vine a vivir a España. El viaje de ida lo hice con toda mi familia, como para despedirme. Después ellos se volvieron y yo me quedé acá, para probar suerte. Yo en ese momento tenía representante, me consiguió un par de pruebas para jugar, en algunas quedé, en otras no, y desde ahí estoy jugando, ya desde mitad del 2022”.
Pero conseguir equipo fue complejo en un principio, ya que todas las propuestas y pruebas en clubes las obtenía gracias a un representante: “Tuve un técnico en la Selección Sub 15 de Tres Arroyos que estuvo en su momento, y vi que ese técnico se alió con una junta de representantes. Le comenté la idea de que me iba a venir a España, que tenía el pasaporte, a ver si me podía hacer algún contacto”.
Una vez que conoció a su representante en Madrid, comenzaron las pruebas en diferentes equipos para ser fichado: “Yo vine acá en julio, ya había terminado la temporada de fútbol. Entonces empiezo a hacer pruebas y en el primer club que estuve, no quedé, estuve un mes haciendo las pruebas, y yo me había alquilado una habitación. Estuve un mes con ellos y no quedé, pero me hice muy amigo de otro pibe que tenía el mismo representante. Él vivía en otra provincia y estuve viviendo con él unos dos o tres meses”.
Las amistades que le trajo el futbol en el camino fueron fundamentales para que su sueño se mantenga vivo en España: “Conseguí un club -Los Yebenes- que estaba en unas divisiones un poco más bajas, y en ese momento estaba muy contento, no estaba viviendo del fútbol, pero ya estaba logrando más o menos mi propósito, que era estar acá en España jugando y haciendo lo que más me gusta”.
Al tener equipo, le tocó sumarse a los entrenamientos y afrontar un nuevo vestuario, donde se encontraría con desconocidos, pero el formato de futbol español le permitió que esta primera toma de contacto, sea aun en divisiones formativas: “Yo arranqué acá con 18 años, en España yo seguía siendo jugador de inferiores, entonces mis compañeros eran 2005, 2006 y algún que otro 2004. Además, era el único argentino y mis compañeros, que son ahora mis mejores amigos, que ya tengo confianza, me dijeron que siempre tuvieron la esperanza de conocer un argentino y de ser su amigo. Tuve muy buena recepción de parte de ellos”.
Incluso las familias de sus amigos le tomaron cariño rápido, porque empatizaron con lo que significa estar en un país nuevo, con 18 años recién cumplidos: “Acá en España la media de edad para que los pibes se vayan de la casa es en torno a los 25-30 años. La situación para ellos está muy complicada económicamente, y nosotros viniendo de Argentina o de Latinoamérica es otra cosa, los padres siempre me tuvieron muy bien visto porque con 18 años recién cumplidos me vine a vivir solo, a buscarme la vida, y tuve también una muy buena recepción de ellos y me ayudaron muchísimo”.
La otra cara de la moneda, es que tanto contacto con familias de sus amigos, y estar alejado de su tierra y sus seres queridos, le podía generar alguna intención de tirar la toalla o de regresar, pero no. Para Mateo su meta estaba muy clara, y entre trabajar y jugar al futbol, tenía la mente enfocada en el objetivo: “El primer año, la verdad que yo no extrañe mucho. Porque la verdad que estaba tan ocupado, no tenía casi horas de sueño, así que no podía pensar en eso. Estaba muy metido en lo mío. Por ahí en el fútbol no me pude enfocar como yo quería. Más que nada porque me levantaba a las 5 de la mañana y llegaba a las 12 de la noche a mi casa, ya cansadísimo. No podía ir al gimnasio, no podía salir a correr, no podía entrenar, no extrañaba porque no me daba la vida”, señaló.
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Problemas
Transcurría su primer año en España, y cuando llegan las vacaciones de verano, tuvo la buena noticia de que su padre iba a trabajar en el país como guardavidas, por lo que iba a tener la compañía de su familia. Lo que él no esperaba, era un cambio drástico en su situación, cuando su representante dejó de responderle.
Ahí llegó un momento duro para Mateo, en el que tuvo la suerte de estar acompañado por su padre: “Mi representante era la persona a la que le deposité toda mi confianza y con la que yo tenía el contrato durante 2 años, y en mi primer año desapareció”.
Pasan los meses, comienzan las pruebas, encuentra un club para jugar y parecía que todo estaba encaminado. Se mudó, estaba cerca de sus amigos, y su situación iba a mejor también en su nuevo equipo: “Entreno unas 2 o 3 semanas en Tres Cantos. Y el técnico me había dicho que tenía total confianza en mí, que iba a jugar, que me quería fichar, paso la revisión médica y se hace el fichaje”.
Lamentablemente, Quattrocchi iba a sufrir otro duro e inesperado golpe, ya que su situación en este nuevo equipo cambió de un día para el otro: “Primer partido no me cita. Yo tenía dos horas y media de viaje todos los días para ir a entrenar. Al otro día me mandó un mensaje de que le habían bajado un par de jugadores y que me quería dar de baja a mí, más que nada, para no tener que echar a ningún jugador que ya era del equipo desde hace años o que sea de la ciudad”, dijo.
Terminó jugando en un equipo de una división mucho más baja que el anterior, pasó 6 meses en el Moratalaz. Volvió para pasar las fiestas en Argentina, disfrutó de sus vacaciones con su familia y amigos, y con las energías renovadas, regresó a España.
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En este regreso, comenzó con el pie derecho, ya que comenzó a trabajar con un nuevo representante, el cual le consiguió equipo y su realidad fue completamente diferente a la de su año anterior: “Me contacto con un nuevo representante y cuando vuelvo a España me ficha Los Santos de la Humosa, que está un par de divisiones más arriba, y es donde terminé la temporada ahora, que me dieron casa y comida durante estos seis meses”, marcó.
Pese a haber vivido tantos altibajos, entre la ausencia de su representante, los cambios repentinos de club y todo por lo que tuvo que pasar, Mateo continuaba enfocado en su objetivo, y nunca se le pasó por la cabeza dar marcha atrás y volver al país: “No sé si por terco o por mentalidad mía, nunca se me cruza por la cabeza volverme”.
Para finalizar, Quattrocchi se mostró esperanzado de cara al futuro, y tiene la energía para seguir peleando para cumplir su gran deseo: “yo tengo esperanzas, y tengo la confianza y la mentalidad para poder seguir adelante y que sea posible. Sé que llegar a profesional es complicadísimo, por no decir imposible, pero que se puede sacar un dinero extra o vivir del fútbol, por más que sea viviendo al día o rascando la olla”, concluyó.