Andrea Finamore de Claromecó: “El secreto es levantarse y trabajar todos los días”
Es esposa de un pescador artesanal, lo acompañó en la embarcación, armó redes también para colegas, tuvo acopio de pescado e incursionó en mantenimiento de casas, parques y piletas. Su palabra por el Día del Trabajador
A los 54 años, Andrea Finamore ha trabajado mucho y en estos días lo sigue haciendo, aunque con un poco menos de intensidad. “Hoy me elijo a mí misma. Bajar un cambio, disfrutar de la familia. Me he perdido muchas cosas, pero eso ha llevado a que tengamos una familia constituida, sin necesidades, el secreto es trabajar todos los días. Levantarnos y trabajar”, dice al ser consultada por La Voz del Pueblo por el Día del Trabajador, que se celebra mañana.
Es esposa del pescador artesanal Raúl Pinza. Cuenta que “nos conocimos en otra actividad que tenía, era un boliche bailable en Claromecó. A los seis meses de estar de novios nos casamos. Tenemos una familia con cuatro hijos, cuatro nietos”.
Al hacer referencia a las etapas iniciales, relata que en 1993 le otorgaron fondos a Raúl Pinza para comprar la lancha Stella Maris. “Se entregaron cinco en Claromecó, la única que está en actividad es la lancha de él por diversos motivos”, afirma.
En este contexto, comparte una anécdota: “Cuando nos casamos, él siempre decía tenemos 36 razones para no tener hijos, 36 razones para fumar menos. Era el número de cuotas de la lancha, que pagamos en tiempo y forma”. Menciona que “el subsidio que recibimos fue por intermedio de la Secretaria de Desarrollo Productivo, gestión de la Municipalidad”.
Andrea señala que “en un principio yo salía de marinero con él, no había redes, hacíamos línea. Pescábamos dos cajones de pescadilla por día, los traíamos desde el arroyo hasta mi casa en calle 13 en carretilla, porque tampoco teníamos vehículo”. Posteriormente, procedían a filetearlo y “yo salía casa por casa a venderlo. Hasta que no vendía los 24 kilos que rendían los dos cajones de pescadilla no volvía”.
Acompañó la vida laboral de su marido. Considera que “por eso pudimos ensamblarnos creo que tan bien, uno apoya desde su lugar y avanza, nunca perdimos cual era nuestro objetivo: ser buena persona, no trabajar cuando necesitábamos sino todos los días”.
Se involucró en el ámbito de la pesca. “Nos levantamos y un día aparecieron las redes del frigorífico Gaveteco, nos hizo firmar un compromiso de venta. Solo podíamos vender el pescado ahí. Se empezaron a sumar el resto de las embarcaciones, participamos de convenciones del Inidep (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero) y de Conicet”, explica. Sobre este aspecto, señala que “en mi casa tenemos la dicha de que cada investigador que viene a Claromecó a saber de pescado, de suelo, nos visita. Consultan a mi marido sobre las diferentes especies, épocas del trabajo”.
Ayudó a remendar redes que se utilizan en Stella Maris “porque se compran a valor dólar. El costo es muy elevado y tampoco abundan los lugares para adquirirlas. Llegó un punto en que los otros pescadores también me traían para remendar, para armar redes. Es así que yo llegué a armar cinco redes por día de 50 metros cada una”.
Se interiorizó sobre la legislación referida a la pesca. “Durante poco menos de una década, hasta 2015, fui quien iba con todos los papelitos de los pescadores artesanales de Claromecó a la Dirección de Pesca en La Plata a tramitar el permiso. En 2016, éramos 35 embarcaciones que teníamos permiso de pesca en Claromecó”, puntualiza. Dejó de realizar estas tramitaciones porque “los chicos míos me demandaban mucho tiempo”.
Durante un tiempo, hizo acopio de pescado representando a una empresa y posteriormente, decidieron con su esposo destinar lo obtenido al mercado interno. Con tal finalidad, dice que “lo fileteamos, le proveemos a algunos restaurantes o rotiserías de Claromeco y después tenemos contactos en localidades del distrito de Tres Arroyos”. Otra de las tareas que llevó a cabo es el armado de trasmallos.
Andrea sostiene que “siempre trabajamos el pescado a conciencia, con mucho respeto, sabiendo que es un alimento que llega a la mesa de las familias. Como si fueran a consumirlo mis hijos y mis nietos”.
Incursionó en otros tareas como mantenimiento de propiedades: “llegué a tener 38, hoy tengo 22”, expresa; también mantenimiento de parques, trabaja en esta etapa en 18; y de piletas de recreación, sobre lo cual comenta que “tuve un máximo de 22, hoy en día hago 4”. Y reitera: “Decidí bajar un cambio”.
Se esfuerza por el bienestar de los suyos y también porque trabajar integra un principio que la guía. A ella y a su familia, como se puede apreciar en las diversas actividades que la tuvieron y la tienen como protagonista.