Sociales

Verónica Solans sobre Había Una Vez y Detonados

“Un orgullo llevarlos y mostrarlos”

25|08|19 11:54 hs.

Nuevamente los payasos de Había Una Vez y Detonados fueron protagonistas de la historia. Y vaya si es significativa porque fueron al pasar el Día del Niño con los chicos que están en el Hospital Penna de Bahía Blanca, además del festejar el primer cumpleaños del Club de los Peladitos de esa ciudad. Acá es diferente porque fueron protagonistas centrales; ver a esas mamás y abuelas armando todo. El compartir con los payasos bahienses, o el entrar a un restaurante vestidos los seis de payasos. Ese aplauso que los recibió en el lugar, la cara de los chicos, son algunos de los recuerdos que les ha traído esta primera visita a Bahía Blanca. 


Verónica Solans -del Club de los Peladitos local-, Gerardo Christensen, Sofía Urrutia, María Melián y Laura Arias, integrantes del grupo de payasos, contaron en LA VOZ DEL PUEBLO la experiencia.



Para Gerardo “era una deuda pendiente que teníamos como tresarroyenses. Pero el tema de entrar de payasos a un hospital tiene sus reglas, nosotros habíamos hecho los papeles a través del Hospital Pirovano pero el cumpleaños del Club de los Peladitos bahiense nos abrió la puerta. Hicimos una recorrida por el Penna estando con un chiquito de Tres Arroyos que estaba ahí, incluso festejamos un cumpleaños con una nena”, cuenta en el inicio de la charla.

Sorprendida 
Verónica Solans es integrante del Club de los Peladitos tresarroyense y mamá de Matías Jaime, el iniciador de todo esto con la frase “yo ahora pertenezco al Club de los Peladitos”. Recuerda que la bahiense es la segunda sede más grande después de la de Buenos Aires, en tanto la tresarroyense es similar a una de Necochea en cuanto a tamaño. “A nosotros ya nos sobrepasó porque éramos un grupo de familias tocados por algo especial. Pero tomó esta dimensión que hoy tiene”. 



En cuanto a lo que significa esto de la presencia de Había Una Vez y Detonados, Verónica lo define como que “no aparecieron porque sí. Gerardo me llamó hace dos años para hacer un evento por Tres Arroyos Dona Médula y yo le hablé del Club de los Peladitos. Mi hijo Matías nos mostró un camino y con ellos siento lo mismo; ese encuentro no fue azaroso. Y verlos en acción para mí es maravilloso, me sorprende con la naturalidad que lo hacen y todo lo que ponen desde ellos por los chicos, los padres y nosotros mismos. Verlo me reconforta, me llena de orgullo llevarlos y mostrarlos como lo que hay en Tres Arroyos. Siempre digo que yo le tenía miedo a los payasos y con ellos encontré la veta divertida que tienen”. 



Acá es Gerardo quien recuerda que Verónica volvió a entrar al hospital a través de “nosotros, porque siempre no podía ni pasar por la esquina”. Algo más que lógico por el contenido emocional y lógicamente un recuerdo que no se borra. Pero de la mano de este “grupo de locos” lo pudo hacer y por esto es que se siente tan reconfortada y los muestra. 

Compartir 
Esta experiencia para ellos fue diferente ya que lo hicieron en un auto y allí pudieron hablar de ciertas cosas que normalmente no pueden compartir. Se conocen demasiado, pero a veces es como que no se dan las circunstancias para hablar de ciertos temas que son por demás duros, algo que en esta oportunidad sí se dio. 

Gerardo Christensen relata que es de observar muchísimo y no perderse detalle. En este caso una cosa que le impactó fue ver a la mamá de un chiquito de Tres Arroyos charlando con Verónica y Guillermo Jaime, en esa tarea de contener. “Esa fue la foto para mí, verlos a los tres hablando me hizo sentir ‘ahora sí somos un equipo’. Fue la imagen del fin de semana ver la función que cumple el Club de los Peladitos en el lugar que esté. Y nosotros acompañando esto, que es fuera de lo común y mágico”. 



“Yo vi ese momento -cuenta Sofía Urrutia- pero lo que pensé es que no hubiese podido estar en ese lugar”. 

Nuevas experiencias
Para ambas compañías -Había Una Vez y Detonados- realizar estos viajes les resulta siempre una experiencia diferente. En esta oportunidad todos debieron dejar a sus hijos en Tres Arroyos, algo que no es nada fácil porque era precisamente el Día del Niño. Pero coinciden en que si les preguntan a cada uno de ellos van a responder que “fueron a un hospital. Porque los chicos están mal y les van a llevar regalos. No es que te pasan una factura, sino que ellos lo entienden esa forma particular de dar y a veces restarles a ellos el Día del Niño y caer a las 8 de la noche”. 

Ellos cuentan con mucha naturalidad que sus hijos lo sienten así. Festejarle un cumpleaños a una nena que estaba internada con una torta y una vela para soplar que no existían, era sólo imaginación. Empezaron a aparecer los regalos del club bahiense “y el padre nos miraba y no entendía… Estaba feliz porque llegás a una habitación donde hay una nena sola, un papá solo y de golpe aparece todo esto… El quería sacarnos fotos a cada uno; ahí es donde te das cuenta de lo que significa un poco esto”. 

El lema de ellos es sorprender, el payaso debe sorprender constantemente, esa es la función. Por eso cuando abren la puerta de una habitación y ven las caras se dan cuenta de que la primera parte está cumplida, pues antes de hacerlo sólo saben la edad, el regalo o si puede comer golosinas quien está en la cama. 

Todas estas acciones para el común de la gente suenan a “raro” con lo que uno se identifica. Porque hacer 400 o 1000 kilómetros, dejar familia para realizar viajes de este tipo en los que sólo llevan su inventiva y la ilusión para sacar a cambio una sonrisa suena a “raro”, por más que ellos insistan en que es mágico. 

En los tiempos de las nuevas tecnologías, celulares, computadoras y televisores de tamaños y resoluciones inimaginables, que estos locos con grandes zapatos, narices rojas, pintura en sus caras y guantes de ilusión lleven a cabo algo así, es más que solidaridad.  


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“Es lindo volver a un lugar a dejar sonrisas”

María Melián es otra de las integrantes de Había Una Vez, para ella esta experiencia fue muy fuerte pues era “volver” a un lugar tristemente conocido en otra oportunidad. Cuenta que tuvo “la oportunidad de llegar al Hospital Penna a llevar una sonrisa. Es un lugar que para mí tiene cosas especiales. Ahí he dejado lágrimas y el domingo por primera vez pude ir a dejar alegrías. Fue muy emocionante cuando entré, cuando vi a mis compañeros y a los otros chicos juntarnos y caminar por ese pasillo que alguna vez recorrí con mucho dolor”. 


María Melián, Sofía Urrutia, Juan Fernández, Estefanía Galván, Laura Arias y Gerardo Christensen en la puerta del Hospital Penna


Como a más de un tresarroyense le ha sucedido, el Hospital General de Agudos Dr. José Penna es el primer lugar al que, si hay un accidentado o una atención que requiere mayor complejidad, seguro se lo traslada. “El que dice que no tiene algún lagrimón dejado en alguno de esos pasillos… calculo que en Tres Arroyos son contados con los dedos de la mano. En mi caso personal, en la sala de Pediatría tengo recuerdos hoy felices, pero en algunos momentos tristes por una sobrina mía; hoy toda una mujer. Cuando pasé por esa habitación no pude dejar de acordarme de todo eso y ver a esas criaturas que cuando abrís la puerta te sonríen regalándote su cariño. Esos papás o mamás que hace unos cuantos días que están solos y te sacan fotos con esos ojos brillosos y con esa fuerza en las manos te dicen ‘gracias’”, recuerda María quebrada por ello. 

Además de todas estas emociones “tuve la suerte de que me acompañara mi compañero de ruta -mi esposo-. Es muy fuerte porque que me diga él ‘¿esto hacías?... ¿esto hacen…?’. La cara de los nenitos, la de los papás; el que me haya contado que vio a un hombre sentado en un pasillo solo, que le peguntó si no le convidaba un mate. Va a costar mucho que olvide este día”. 



Allí agradece al Club de los Peladitos, al Hospital Penna que le abrió las puertas, a los compañeros de Bahía Una Vez, a Detonados, a Gerardo Christensen que le mostró que se puede poner un pedacito de corazón en la nariz. A sus compañeros que dejaron a sus hijos pero volvieron corriendo para estar con ellos “y gracias a la vida” dice en el final. 

Recuerdos 
Una de las anécdotas que les tocó vivir fue que entre la mañana y la tarde fueron a comer a un Big Six e imagínense la entrada al restaurante de seis payasos diciendo al montón de chicos que había “Feliz Día del Niño!!!”. 

Y al acercarse a uno de los chicos para armarle un globo y que le dijera “sos de Tres Arroyos” fue un motivo más que de orgullo. 

Para Sofía Urrutia cada viaje tiene su esencia. Porque “en mi caso tuve la suerte de nunca transitar el Penna, pero de esta manera uno llega”, cuenta. 



“Nos encontramos con una familia de Orense y sin preguntar nada nos dimos cuenta de que hacía mucho tiempo que estaban ahí, con una nena muy chiquita. La interacción fue con ellos porque su hija estaba dormida. Esto tiene esa esencia porque cuando se hizo el cierre de la tarde había un montón de gente que estaba ahí, ayudando, porque si uno no puede volver ellos van a tomar la posta, ahí está la importancia. O sabiendo que no había estado con mi hijo en el Día del Niño cuando me levanté le pregunté cómo había estado y si sabía lo que yo hacía y él me contestó: ‘fuiste a un hospital’, y cuando le pregunté qué pensaba su respuesta fue: ‘que está bien’. Este tipo de situaciones y conveniendo que mi hijo tiene 9 años y ve mi recorrido en esto tiene un reflejo. Lo compartís y es un ida y vuelta para todo. Eso me da la tranquilidad de que uno está en el lugar donde tiene que estar. A pesar de que él seguro tenía otros planes y a mí nadie me obliga a hacer esto de los payasos, lo hago con gusto”, dice convencida en el final.