La Ciudad

Vivencias de un tiempo lejano

"Postales de mi barrio" Por Juana Ofir Gerónimo

30|04|23 18:43 hs.

A mi barrio querido 

y no olvidado 
hoy vuelvo mis ojos 
con cariño, para decirte, 
barrio, con el alma 
que siempre te recuerdo 
porque allí pasé 
mi feliz niñez y adolescencia…

Yo vivía en mitad de la numeración de una calle que transitaba todos los días, desde temprano, para llegar al nacimiento de la misma, porque a unos pasos, sobre la avenida, está el Colegio donde yo asistía: Colegio de Hermanas.

Por la tarde, volvía a recorrerla para cumplir con lo que se estilaba en ese entonces: costura, piano, catecismo, gimnasia de la escuela. Todo se daba por la misma vía.

Por mi casa no había asfalto todavía, y era común ver gente caminando por ese barrial.

Por allí pasaba Valentín, a quien le decían “el loco de la olla”, de cuyo brazo colgaba una manija de alambre. Si bien iba hablando, nunca descubrimos que llevaba en la olla.

Descendiendo, además de varios almacenes, estaba la Imprenta del Hogar de Niños y en la esquina una escuela.

Frente a mi vivienda había un almacén “Lo tiene todo” en él se encontraba desde el dulce de leche en latitas hasta yerba, azúcar y otros productos fraccionados en papel de estraza en forma de empanada. La compra no se hacía por gramos, sino por las monedas que se ponían en el mostrador. El negocio pertenecía a dos excelentes vecinos y comerciantes: José y Emilio Elías. José atendía el almacén todo el año, solo los domingos lo hacía por la puerta de alambre tejido de su casa. Emiliano sobre un vehículo (tracción a sangre) hacía las compras y los repartos. Aún hoy tengo emotivos recuerdos de esa época, cuando a la hora de la merienda, corría a buscar las tortas negras (2 x 5 centavos) (valor dólar), tamaño plato y bien azucaradas.

Había casas resguardadas con ligustro que hacían las veces de rejas o muros de hoy, allí florecían los noviazgos entre sus perfumadas flores.

En las tardes y anocheceres agradables aparecían las sillas en la vereda y Doña Elodia, Doña Felisa y otras vecinas repasaban la agenda del día.

Ah, ¡los carnavales! Algarabía total en el barrio, el agua corría como ríos y se producían las escenas más insólitas y graciosas.

A la vuelta de mi domicilio vivía Olga, quien fue mi gran amiga y compañera de correrías, y así debajo de nuestro arbolito esquinero esperábamos el paso de los muchachos que después de su trabajo, se reunían en una habitación cedida por un carnicero en Derqui al 200.

Con ellos teníamos sólo una amistad a distancia, es decir, un saludo o unas palabras. No quedaba bien en esa época un acercamiento de dos chiquilinas.

Mediante un cuaderno que llamamos “El mosquito” recreábamos sus andanzas y divertidas situaciones.

Hace un tiempo, mi amiga, partió para siempre y estos relatos constituyen un cariñoso homenaje.

Ese conjunto de jóvenes decidió la creación de un club. Así nació Argentino Junior el 1° de mayo de 1947.

Las primeras disciplinas fueron bochas, futbol y atletismo, por eso al año siguiente, se invitó a Delfo Cabrera, ganador de la medalla de oro de la Maratón Olímpica de Londres, el 7 de agosto de 1948 a venir a la ciudad.

Se levantó un palco frente al Centro Materno Infantil, hoy Escuela 501.

Allí Olga y yo entregamos un ramo de flores al maratonista. Tremendo honor para nosotras, y esos recuerdos siguen vívidos en mi mente y en mi corazón.

Días pasados tuve la enorme satisfacción de conversar, fotos mediante, con el actual presidente del club. El señor Garcimuño, sumamente amable, nos enseñó todas las instalaciones, pluralizo porque me acompañó mi hijo que, como periodista deportivo, intercambió nutridas opiniones sobre distintos deportes.

Las instalaciones cruzan la manzana y al llegar a la calle opuesta, el terreno aún sin edificar, da a lo que era antes el trasero de mi casa, allí, trepada a un banquito “supervisaba” las tareas y el movimiento de los muchachos.

Cómo no emocionarme, pese al paso del tiempo si aún se conservan algunos árboles de esa época. Era mi atalaya.

Hoy, gracias a los simpatizantes, a las distintas disciplinas, al cuidado campo de deportes, al actual presidente que le pone mucho compromiso y mucho amor a su tarea de hace muchos años, el club se ha posicionado en el barrio como un referente del deporte, la cultura y el bienestar de los vecinos.

Así seguirá avanzando en el tiempo.

Al Club Atlético Argentino Junior, que con orgullo digo que vi nacer, le deseo: ¡Feliz cumpleaños!

En el arcón de los recuerdos quedan vivencias y momentos tristes y alegres que prefiero no nombrar, dejémoslos que cabalguen en el tiempo.

Ah, la calle recordada es LAMADRID.