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El título de la crónica de La Voz del Pueblo no tuvo nada de exagerado. “Hazaña boquense: remontó el resultado y ganó por penales”. El equipo local había perdido el domingo 15 de febrero de 1976 por 5 a 0 como visitante ante Juventud Unida de Pergamino por el Torneo Regional y una semana después, en la cancha de Huracán, ganó por el mismo resultado y se impuso en los penales.
Alberto “Cachuza” Cabrera formó parte del plantel que escribió así una página inolvidable para el fútbol de Tres Arroyos. “La cancha estaba casi vacía, nadie daba nada por nosotros. Parecía imposible revertir la situación, pero prácticamente desde el vestuario salimos ganando. Hice el primer gol en el arco que da a la pileta, después los pasamos por arriba”, recuerda.
El primer tiempo finalizó 2 a 0. Cuenta que “relataba el partido Eduardo Maschi, para LU24. En los primeros minutos del segundo tiempo, las tribunas se llenaron. Decían que era impresionante la caravana que se formó con los autos que venían en ese momento desde Claromecó”.
Boca salió a la cancha esa tarde con Gogorza; Cedrón, Ciganda, Destéfano y Martínez; Perrone (reemplazado por Carrique), Roldán y Cabrera; Farías, Di Luca y Prieto (luego Vásquez). Los goles fueron convertidos en el primer tiempo a los 6 minutos por Cabrera y a los 33 por Roldán; en la segunda parte, Vásquez hizo dos a los 7 y 16 minutos, mientras que Di Luca concretó a los 14.
Cuando Boca ganaba 4 a 0, Cabrera fue expulsado. La definición por penales transcurrió con mucha emoción, cada equipo debió ejecutar siete tiros para que haya un ganador. En la serie de cinco, igualaron en cuatro tantos: Carrique de Boca estrelló su remate en el palo y Cantoni, de Juventud, erró un penal “por primera vez en su vida”. El sexto lo convirtieron ambos, Gogorza luego detuvo el remate de Lamolla y Ciganda no desperdició la oportunidad de darle la victoria al club tresarroyense.
El director técnico era Vicente Lofiego, a quien Cabrera define como “una persona muy recta”. Se vivió un día de gloria, con una “alegría indescriptible”, como señala el epígrafe de la foto de los festejos que publicó este diario.

Con la camiseta de Olimpo. Alberto “Cachuza” Cabrera es deportista desde chico
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Los padres de Alberto eran Julíán y Elida. Fue el mayor de tres hermanos, las dos restantes mujeres: Mirta y Beatriz. Los años de la infancia tuvieron lugar “en Ameghino al 1500”, en una zona cercana al ex matadero municipal.
Menciona puntualmente a sus vecinos, la familia Pizarro, con “14 hijos, entre mujeres y varones”. Años después, entre los que jugaban al fútbol se encontraban “Héctor en Olimpo; Carlos, Armando y Hugo, en Colegiales”.
Compartió con ellos el interés por la pelota, en tiempos en los que abundaban los potreros y se desarrollaban torneos de barrios. Relata con precisión campeonatos de baby futbol en el Parque Dardo Rocha, donde actualmente está ubicado el ex Colegio Nacional, con inolvidables compañeros y también rivales que de chicos se distinguían como -citó dos ejemplos- “Bartolo Flores y Miguel Fernández, de Huracán”.
Cuando tuvo edad para iniciar las divisiones inferiores, “los tres Pizarro de Colegiales me llevaron para ese club”, afirma.
En la descripción sobre los primeros pasos en el fútbol, señala que “en un determinado momento, por un inconveniente Colegiales dejó libres a los jugadores, se retiró prácticamente. Ahí nos dividimos, fui a Olimpo con Hugo Pizarro, estaba como técnico Omar Pernigotti”.
La quinta división alcanzó un desempeño notable, a tal punto que Alberto subraya que “fue lo más grande que tuvo Olimpo ¡La cantidad de campeonatos que ganamos! Logró un invicto de 39 partidos. Algunos de los jugadores eran De Francesco, Colonna, Stemphelet, Di Gregorio, Amestoy, ‘Zoquete’ Beigbeder, entre muchos otros”.
Cachuza Cabrera, como es popularmente conocido, jugó siempre como número 8 -salvo excepciones-, era un volante con llegada al arco contrario y una buena cantidad de goles para su posición en la cancha.
Su debut en el primer equipo se produjo cuando “tenía 15 o 16 años, con Roque D’Annunzio de director técnico. Ocurrió en la cancha de Olimpo, perdimos 3 a 2 con El Nacional que tenía un equipazo. Ese día me pusieron de 7, me marcó el Peludo Arámbulo, quien después fue mi cuñado; me sacudió varias veces y yo no me quedé atrás. A la noche me dijo ‘jugaste una barbaridad’. Pienso que así se tiene que jugar, cuando te ponés una camiseta la tenés que defender, tengas enfrente a tu hermano, tu cuñado, tu papá. Toda la vida fui así”.
Eso sí, se debía cumplir una condición. “Había que contar con el permiso de Pernigotti para jugar en Primera o en Tercera, él daba el aval. Nunca jugué en Tercera, directamente pasé a Primera”, explica.
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En la adolescencia, se probó y quedó en Atlanta, donde permaneció “unos cuantos meses”. Se fue a vivir con tal finalidad a la casa de un tío en San Miguel y todos los días hacía un largo viaje hacia el barrio de Villa Crespo, en la ciudad de Buenos Aires.
Comenta que “estaba solo. Mi tío me dio un lugar en su casa, pero me encontraba lejos de mi familia. Vine un día a pasear y no volví”.
Al regresar, se sumó a torneos en los barrios. “Jugué en Chacarita, la sede estaba en Buchardo y avenida Güemes”, sostiene y agrega que “debería tener 16 años. A los 18 me fueron a buscar para jugar en la selección de Tres Arroyos, cuyos técnicos eran Lofiego y Olivieri”.

La crónica del inolvidable triunfo de Boca ante Juventud de Pergamino, en febrero de 1976
En ese período, fue convocado por Atlético Hinojo de Olavarría, donde jugó hasta que debió realizar el servicio militar.
Antes de vivir en la década del ’70 una experiencia muy valiosa en Boca, que logró campeonatos y brilló en la Liga Regional Tresarroyense de Fútbol, vistió los colores de Rivadavia de Aparicio. “El Peludo Arámbulo era muy amigo de Larsen, que tenía el hotel en Aparicio -indica Alberto-. Le pidieron que llevara jugadores, fuimos junto a Daniel Costa, arquero de El Nacional; Jorge Herrera, Osvaldo Sosa, Ricardo Osorio, Coquito Monjes, Jorge Hoffmann”.
Dirigentes de Rivadavia de Aparicio viajaron a Tres Arroyos para comprar su pase en forma definitiva. “Después que les habían dicho un valor y que vinieran con los cheques, en Olimpo les plantearon que yo eran intransferible. No me quisieron vender”, manifiesta. Más allá de este contratiempo, mantuvo cercanía y confianza con “Chiquito García, fue un referente para mí en Olimpo -dice con énfasis-. También me llevé muy bien con Alberto Porzio, te escuchaba y luego explicaba su punto de vista. Una persona de diálogo”.

Alberto Cabrera en Boca, en 1975. El equipo obtuvo el campeonato
De su paso por Claromecó, tiene muy presente el partido en el que dejaron sin invicto a Huracán. “Jugaba conmigo Carlos Mastrángelo, hizo dos goles de penal, ganábamos 3 a 0 y Huracán se puso 3 a 2 -expresa-. Todos atrás del árbitro para que termine el partido. Entrenábamos en la arena, teníamos de técnico al Negro Echegaray”.
Muchos clubes lo llamaron para incorporarlo y en consecuencia, jugó también en Quilmes, Recreativo Echegoyen -con Adolfo Luna como técnico-, Once Corazones y Unión, equipo con el que ganó el Torneo Preparación en una definición ante Colegiales.
Finalizó su carrera futbolística en el mismo lugar donde comenzó, en Olimpo, en 1984. Perdieron la final en Segunda División ante Alumni en Orense; “jugaban los tres hermanos Yanacone, uno de ellos nos hizo el gol. Alumni ganó 1 a 0”.
Siente satisfacción al referirse a la selección de Tres Arroyos, en muchas ocasiones disputó la Copa Beccar Varela con el orgullo de representar a su ciudad. “Hemos tenido muy buenas selecciones, grandes compañeros por su forma de ser y enormes jugadores”, elogia.
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Su otra pasión es la práctica
de las bochas, que heredó de su
padre. En esta actividad ha alcanzado
importantes trofeos.
Aunque siempre le atrajo esta disciplina, se sumó a un club cuando era grande. “Empecé en Echegoyen, después de dejar el fútbol -afirma-. Tenía las dos canchas de bochas más grandes que había en Tres Arroyos, frente a Huracán, donde está el Club Municipal”.

También se destacó en las bochas, deporte que sigue practicando
Se desempeñó en Almaceneros de Coronel Pringles, en el club Reconquista, en Estudiantes, Unión y Huracán.
Uno de los méritos que menciona es haber conseguido el primer campeonato de bochas en la historia de Unión. “Vine de Pringles y no tenía club. Una noche fui a Unión, estaban los integrantes de la comisión directiva y me invitaron, les dije que sí pero pedí ir con un compañero, lo llamé a Mario Ré. Ganamos el torneo de parejas y para la competencia en tríos lo llevamos a Héctor ‘Betucho’ Bardelli, padre de Luciano, también fuimos primeros”, destaca.
Agradece a las bochas porque conoció lugares, “recorrí casi toda la provincia”. Obtuvo además un campeonato con Estudiantes y en Huracán celebró muchas veces el primer lugar en el torneo oficial individual.
En este sentido, puntualiza que “a mediados de la década del ’90 salí campeón provincial en La Plata, en representación de Tres Arroyos, junto a Pablo Jaureguibehere y Guillermo Barrios. Le ganamos la final a un gran equipo de Bahía Blanca, que integraban Nuñez, Beto Silva y Luciano Bardelli”.
Sigue en actividad en el Globo tresarroyense en Segunda, mientras que en Primera se encuentran Guillermo Barrios, Martín Aristain y Pablo Jaureguibehere.
Sostiene que “la camada actual entrena muy bien” y de inmediato, luego de hacer una pausa, exclama: “Quito Colantonio ha sido lo máximo que tuvimos y ¡cómo no mencionar a Morresi, Bardelli, Barrionuevo, Aristain, junto a otros excelentes jugadores!”.
El apodo que lo identifica nació en la infancia y quedó para siempre. De tanto en tanto, cuando anda en la calle, escucha que lo llama Cachuza alguno de los tantos conocidos, ex compañeros y amigos que ha generado. “Por el asunto del fútbol sobre todo”, observa. Luego vino el tiempo de las bochas. Es deportista desde chico, porque le gusta y así lo sintió en su casa, en el barrio y -en definitiva- en la vida.
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Un gran
asador
Una de las actividades que lleva adelante Alberto “Cachuza” Cabrera desde hace muchos años es preparar asados. En la Fiesta del Trigo, es convocado por distintas instituciones para los fogones desde que la celebración se realizaba en el centro. Comenta que “el primer fogón que hicimos para Huracán fue frente al quiosco Acuario, recorrimos todas las cuadras”.
También ha cocinado en el geriátrico, donde surgieron conversaciones con residentes sobre fútbol; así como realizó esta tarea en otros encuentros y festejos.
Junto a las bochas, le gusta mucho la pesca y cuando surge la oportunidad, sale con la caña y el resto de los elementos para disfrutar de una jornada distendida.