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Cuando Tití Comán lo acercó a El Nacional, Juan Pablo Granero había jugado al fútbol únicamente en el barrio y en el baby de Huracán, club en el que atajó su padre José María y donde por esta razón, a él también lo mandaron al arco. Recuerda con precisión ese día y lo describe en el inicio de la entrevista con La Voz del Pueblo, junto a su hijo Juan Segundo.
“Volvíamos de una carrera de Balcarce en 1985 con mi viejo, que era preparador de autos, y todo el equipo de Yeti Di Nezio. El Nacional estaba jugando la final de Segunda con Cascallares, cuando llegamos a la cancha Tití Comán -que era amigo de mi viejo- hizo parar el colectivo. Me baja y dice vení, entrá y no salís más”, señala.
Así fue como Juan Pablo decidió jugar en el club. Al año siguiente fue a El Nacional con la intención de sumarse, pero “llegué tarde para ficharme. Arranqué en 1987, en Tercera división”.
Por entonces, trabajaba en el campo de su abuelo y tenía 17 años. En el Torneo Preparación los técnicos fueron Osvaldo Sánchez y Angel Bazán, mientras que para el Torneo Oficial volvió Bruno Zinni. Le dio la bienvenida uno de los máximos referentes de la institución: “el día que me lleva Tití Comán me recibe Daniel Salomón y me presenta ante los demás, estaba cerca de él Rubén Damboriana limpiando los botines”.
Sus primeros pasos fueron como delantero y luego, cuando Abel Coria era el director técnico, pasó al mediocampo. Puntualiza que “en realidad me hizo poner en la mitad de la cancha Cacho Córdoba, ese año arrancó a jugar con nosotros, pero a los dos o tres partidos se volvió a Cascallares. Coria jugaba con volantes por afuera, extremos en la derecha y la izquierda. Seguramente faltaría uno por izquierda. Cacho le dice a Abel ponélo a Pablo que va a hacer esa función y ahí quedé. Yo tenía una característica de despliegue”.
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“Luché para que el padre y la familia ayuden a seguir a quien le toca estar afuera de la cancha”, sostiene Juan Pablo (Foto: Goyo Fernández)
La lista de compañeros es muy extensa. Menciona algunos a modo de ejemplo, como “Viera, Toli Andreasen, Ferrario, Suhit, Arámbulo, los hermanos Domínguez, Tota Beitía, Juan Gutiérrez, Coronel; quienes vinieron de refuerzo de Olavarría, recuerdo a Marcelo Acuña, Orsatti, Araujo; de Necochea llegaron en aquellos años Márquez, los Portugal, el Chuleta Fernández, el Conejo Pérez, Racich. Hay muchos más que integraron los planteles, por supuesto”.
En este sentido, reflexiona que “la Liga local tuvo un período muy fuerte, los clubes estaban sólidos económicamente. Y no había torneos como ahora que se llevan esa clase de jugadores. Era jugar la Liga y después un regional, hoy están en otra categoría”.
Formó parte del equipo hasta 2003 y señala que “nos tocó ganar en 1988, un Preparación a principios de la década del ’90, el ascenso en 2001 y el último torneo de Primera hasta ahora en 2002”.
Una particularidad de El Nacional es que logró en dos oportunidades ganar el torneo de Segunda División y al año siguiente el de Primera. Sucedió en 1985-1986, con Zinni como técnico, y en 2001-2002, con Luis Serra.
Le otorga relevancia a “mantener un proceso. Lo que nos decía Serra, es la forma lo que te hace llegar a lograr algo, un campeonato, un buen grupo o un buen juego. Nada te garantiza que te quedes con el campeonato, más allá de eso la forma es muy importante”.
En el fútbol local siempre vistió la camiseta de El Nacional, con el que disputó además el torneo regional en 1988; comenta que “había tenido una lesión en un brazo y estuve solamente en los últimos dos partidos”. En la instancia regional jugó para otros dos clubes, en 1990 lo incorporó Huracán y en 1991 Boca, competencia en que “lo dirigió el Gringo Zinni”.

Asimismo, habla de otros dos técnicos. “Abel Coria a nosotros nos dio un cambio de cabeza y después Serra, ya teníamos otra edad también. El grupo nuestro se terminó de encaminar ahí. Es la forma -reitera-, el sacrificio, entrenar hasta las once de la noche si no salía algo. Es lo que nos dejó. Gracias a Dios logramos el título, por ese camino vas a conseguir algo”.
Experiencias
Desde la escuelita de fútbol, cuando era muy chico, Juan Segundo forma parte de El Nacional. “Hice un año antes, porque no tenía todavía edad para el club, con Toli Andreasen cuando estaba en El Potrero junto a Mario Oviedo”, menciona.
Realizó el recorrido completo, la escuelita, inferiores y “después ya empecé a estar en el plantel de Primera. El club no estaba bien, peleaba el descenso, apeló a chicos que nos veníamos destacando en inferiores”.
Las urgencias llevaron a saltear etapas, en un contexto de necesidad de resultados. “Empecé en el plantel de Primera a los 14 años con Zinni, pero me rompí los ligamentos. Al año siguiente designaron a Ferrario, con él debuté en el primer equipo, tenía 15 años. Iba alternando con Ema Caballero, quien es dos años más grande. Después dirigió seis o siete partidos Omar Espinal, nos dio la confianza, me puso de titular. Luego estuvo Fabio Martínez, El Nacional cambiaba mucho de técnico, fue muy difícil”, afirma.
Son situaciones que impiden afianzarse, porque “es como que todo el tiempo vivías arrancando, lo bueno es que siempre nos tuvieron en cuenta y jugábamos, pero era complicado. Teníamos edad de inferiores y debimos afrontar un momento del club que era malo, se traían muchos jugadores por traer, a veces se terminaba tapando a chicos de la institución”.
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“Lo que yo recibí como enseñanza es entrenar, meterle y respetar lo que dice el técnico”, explica Juan Segundo (Foto: Goyo Fernández)
Como un aspecto para rescatar, dentro de lo positivo, Juan Segundo considera que “esa experiencia nos sirvió a lo que es hoy el plantel. Muchos de 25 ó 26 años, vivimos esa época mala y luchamos mucho para que llegue esta época buena de pelear arriba”.
Al igual que su padre, en torneos locales siempre permaneció en el club. Participó en regionales con El Nacional y una vez en Quilmes, cuando lo convocó Omar Espinal.
En las divisiones inferiores su ubicación “era de enganche”, sobre lo cual sostiene que “hoy es muy difícil que un equipo juegue con enganche. Me fueron ubicando por izquierda para que me quede la cancha para armar juego desde ahí, con Cacho Córdoba lo hice de media punta, con Fabián Sánchez soy interno, como si fuera un enganche un poco más atrasado. Lo he hecho de cinco solo también, me adapto”.
Para Juan Segundo, se percibe una realidad distinta debido a que “se está respetando el proceso de muchos chicos que están en buen nivel, integran el plantel de Primera. Van entrando, mechando, tienen en donde respaldarse”.
Elogia la actitud de los refuerzos. “A pesar de todos los lugares donde jugaron, tanto Oscar (Otreras) como Jhonny (Vannieuwenhoven), entrenan a la par, es una línea a seguir. Con la trayectoria que tienen, algún día podrían decir tengo un dolorcito y el domingo jugar; al contrario, están todos los días a pleno. Más allá de que el cuerpo técnico nuestro no te va a perdonar nada, el que no entrena no juega”, reflexiona.

Juan Pablo Granero ante Marino de Quilmes
Del mismo modo, cuenta que “Melli Salas de Tandil viene los jueves. En 2019 estuvo con nosotros, el año pasado no pudo por temas de estudio y laborales. Este año volvió y es alguien que lo tomamos como parte del club”. Mientras tanto, en la defensa contribuye con sus valiosos aportes Nicolás Wehrhahne y en el arco brinda seguridad Leonardo Serén.
Expresa que “son la columna vertebral, contagian a ganar. Llegan a potenciarnos. En 2018 y 2019 estuvimos en la pelea, en 2021 no se nos dio por los penales, este año ganamos el Torneo Apertura. Es la consecuencia de un camino, a veces lo podés coronar, a veces te quedas con la espina, pero las cosas se vienen haciendo bien”.
Una de las virtudes que aprecia es que “aunque rara vez se repite la formación, porque hay mucha competencia interna, el equipo mantiene una línea de juego. No es algo fácil de conseguir. Fabián (Sánchez) no negocia la idea que tiene”.
Dar todo
Granero padre se destacaba por “ser ligero, jugando por afuera”. Juan Segundo se define como “más armador de juego, por adentro”.
En su hogar, “lo que yo recibí como enseñanza es entrenar y respetar lo que dice el técnico -subraya el hijo-. Nuestras charlas son de fútbol y de autos de carrera. El consejo fue ‘entrenar, meterle, respetar te pongan o no’”. Sobre este aspecto, indica que “te puede pasar de no coincidir con un técnico y no por eso tenés que renegarte o dejar”.
Juan Pablo deja en claro que “futbolísticamente no soy de meterme en lo que diga el técnico, menos opinar distinto desde afuera porque no es bueno, es lo que me enseñó mi viejo. Después podemos hablar de fútbol en general”.

Gol de Juan Segundo a Colegiales, en agosto de 2021
En su análisis, agrega que “a la camada de mi hijo los conozco a todos. Luché para que el padre y la familia ayuden a seguir a quien le toca estar afuera de la cancha. El técnico es bárbaro cuando lo pone, juega, pero hay que apoyar cuando no lo pone, que siga entrenando. Si estás representando a un club hay que hacerlo seriamente, entrenar y darlo todo”.
Las oportunidades llegan, hay que estar preparado. En el cierre del diálogo con este diario, Juan Segundo afirma que “trabajé en inferiores, por razones laborales dejé hace un año. Tenía dos categorías. Tratamos de inculcar que cuando son chicos quizás jueguen siempre, en Tercera o Primera puede suceder que no o que ingresen unos minutos. Que puedan asimilar que la rompían hace un año en inferiores y ahora van a entrar quince minutos. Hacemos hincapié en que esperen su momento y no dejen, abandonar es lo más fácil”.
Finalmente, plantea que “Fabián (Sánchez) es un tipo justo. Si te mereces la chance, te la va a dar”.
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La familia
El padre de Juan Pablo Granero se llamaba José María y su madre es Nilda Duhalde.
Formó una familia, con cuatro hijos: Juan Segundo y su melliza Macarena, quien falleció; Sabina y Juan Ignacio. Su señora es Viviana López.
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Un padre arquero y la
pasión por el automovilismo
José María Granero, padre de Juan Pablo, fue un arquero destacado. “Salió de Quilmes y jugó en Huracán. Después estuvo en Lanús, pasaba a Independiente, por cosas de la vida regresó. Entró a la sede de Independiente, pensó ‘si firmó acá no vuelvo más a Tres Arroyos’ y se vino”, explica.
No tuvo la oportunidad de verlo jugar, porque “dejó muy joven. Volvió, atajó un par de años más acá y después se dedicó a los fierros”.
Se inició en trabajos de mecánica con Segundo “Cholo” Taraborelli y posteriormente, “le preparó el auto a Di Nezio en las zonales, en Turismo Nacional y los últimos años con el Falcón en Turismo Carretera”.
Juan Pablo corrió en Turismo Nacional y con anterioridad, fue piloto en las categorías zonales. Este año volvió a la pista en Olavarría, “con un Fiat 128, como invitado de Aldo Soumoulou. Lo hice como un hobby”.
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El rol de dirigente
Juan Pablo Granero es vicepresidente de El Nacional. “Con un grupo ingresamos hace un par de años en la dirigencia. Siempre fui de la idea de que hay que buscar jugadores en el club. En mi camada éramos un montón, por eso creo que se llegaron a lograr cosas importantes”, argumenta.
Hace referencia al valor “del semillero” y señala que “apuntamos a las inferiores. Para sumarle después refuerzos que le den algo distinto, dentro de lo que uno pueda como club. Como hacían con nosotros, en 1988 vinieron los hermanos Domínguez y Tota Beitía, ganamos el campeonato. No siempre se da, fue la frutilla del postre. Lo que queremos es que los refuerzos potencien a quien surge del club”.
Mantienen en Primera División el mismo cuerpo técnico desde 2019, encabezado por Fabián Sánchez.
En inferiores también se le da continuidad al trabajo con la intervención de Hernán Croce, Luciano Menchón, Matías Andorno y el profesor de Educación Física, Rubén Guglielmetti. “Este año no está trabajando Fabio Martínez, pero sigue apoyando desde afuera”, valora Juan Pablo.
La institución está utilizando un predio ubicado frente al Golf, sobre avenida Belgrano, para las prácticas. “Por eso dentro de todo la cancha se mantiene mejor, a como ha estado en otros tiempos. Justamente una de las exigencias del técnico es tener la cancha bien y hemos podido ir avanzando”, concluye.