19|07|22 10:35 hs.
Señora directora:
Recuerdo algunos pasajes de aquel 2003 por ejemplo en “la salita de estar” de la casa en calle Pringles en Tres Arroyos. Mi referente, mi maestro, mi guía siempre fue mi abuelo, el ingeniero Alfredo Orfanó, una persona de esas que quedan grabadas en la retina a lo largo de los años para bien o para mal.
Una de las tantas tardes que habitaba ese hogar, “conociéndolo” (cito entre comillas porque nunca llegué a conocer del todo sus pensamientos), le pregunté por aquella elección, pero no le pregunté quien creería que ganaría las elecciones si no, con la extrema confianza que manejábamos, le pregunté directamente a quién votaría él. El viejo, mas pillo que nadie en términos políticos por lo menos en esa época por estos pagos, (siendo uno de los fundadores del Movimiento Vecinal) me miró pensativo, serio, porque él era de esas personas con las cuales te descostillabas de la risa, pero cuando se ponía serio, a veces, confieso, llegaba a asustarme. Primero sacó la sonrisa de su boca con una especie de mueca preocupante y después sin mirarme fijo me dijo: “Yo voy a votar a López Murphy” sabiendo que seguramente él no lo iba a votar, (o sí) pero en una de esas podía sembrar en mí, un voto de confianza debido a mi propia ignorancia o a su gran capacidad de persuasión por lo menos conmigo.
Poco importa a quien votó mi abuelo y mucho menos a quien voté yo, lo que si importaba por esos años es que Néstor Kirchner, ese pingüino sureño tan poco conocido, era la opción que tenía el país en aquel momento para desterrar al No Peronista riojano, “El turco” Carlos Saúl Menem, que parecía ganar de nuevo en un panorama electoral por lo menos difuso pero que en un justicialismo revuelto y falto de representatividad, se revolvía una gran olla donde cocinaban a fuego lento el “Grupo Calafate”, una mesa liderada por Duhalde, coordinada por A. Fernández y que fue iniciada en Santa Cruz con entonces gobernador Kirchner como anfitrión.
Creo que todos o muchos, haciendo un poco de memoria o historicidad, podemos llegar a coincidir que nadie la vio venir, ni el mismísimo “Cabezón” que tenía una espalda política faraónica y la bola de cristal de la rosca hiperestructural, ni él creía que Néstor podía ser presidente. Pero pudo y sublevó a la juventud, la hizo parte, le dio roles políticos y armó y desarmó con quien fuera necesario para llegar al poder y crear el movimiento político más grande de nuestro país después del peronismo.
La historia ya la conocemos, en 2015 dieron por muerto al kirchnerismo, dijeron que Cristina era un “cadáver político” que había muerto La Cámpora y no voy a enumerar todas las cosas que hicieron y dijeron porque me da vergüenza ajena. Pero lo que sí es cierto y hay que reconocer es que nada de eso pasó, que siguen tratando de enterrar al movimiento político que enfrento al poder real, que devolvió la esperanza a los jóvenes y que sembró en varias generaciones el germen de la política.
Hoy por hoy, Cristina es la líder indiscutible del peronismo, su hijo Máximo Kirchner (Blend de Néstor y ella) lidera la organización política más grande del país y, queramos o no, hay K para rato.
El peor error es creer que la desaparición física de su líder va a ser el fin del kirchnerismo, los proyectos exceden a las personas, los movimientos políticos perduran en el tiempo y la partida de los referentes reafirma en el pueblo sus convicciones.
Nicolás Orfanó