Larry Fink podría ser el nuevo titular del Tesoro estadounidense

Opinión

Por Roberto Barga

Washington-Moscú: Argentina juega sin guerra fría

08|11|20 09:02 hs.

Por estas horas Joe Biden comienza a probarse el traje de presidente de la primera potencia de la tierra. Siempre es útil recordar que EE.UU. representa 25% del PBI mundial, seguido por China que alcanza 15% del PBI. Esa hegemonía planetaria empieza a estar en entredicho, entre otras cosas por liderazgos como el del casi seguro derrotado Donald Trump, que al cuestionar los resultados que van llegando por correo, pone a U.S.A. a la altura de las democracias tercermundistas o de baja intensidad, en palabras de la ciencia política. 


El genial Eric Hobsbawm (historiador británico de sólida formación marxista) definió al siglo XX como el siglo corto. Siglo dominado por la hegemonía norteamericana que encuentra en la caída del Muro de Berlín, su non plus ultra, su clímax por excelencia. De ahí en más, la aparición de China como jugador global y las propias torpezas del imperio americano, determinan que el siglo XXI, que ya tiene pantalones largos, encuentra a U.S.A. en situación de franco retroceso. 

 Pero vamos a lo que vamos y tratemos de diseccionar por qué pierde Donald Trump su reelección, después de tres años de los cuatro de mandato, donde la economía tuvo una performance claramente favorable para los bolsillos del ciudadano de a pie. 

1) Sin dudas, la crisis del coronavirus es el comienzo de su debacle. La nula empatía que mostró con las consecuencias de un virus que provocó más de 200 mil muertes en U.S.A., inició su tumba política. Primero negó la existencia de la Covid-19 y después actuó a la saga del problema. Nunca pudo liderarlo. Pero los líderes son así, eligen un camino, aciertan o erran. Podríamos decir que Bolsonaro hizo tres cuartos de lo mismo, con una “pequeña” diferencia. El brasileño no enfrentaba un inminente calendario electoral. 

 2) Los Demócratas recuperan el cinturón del óxido. Biden se impone finalmente en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, estados, donde en las pasadas elecciones había ganado Trump. No es que el “rust belt” haya abandonado a Donald por completo. Las zonas rurales de esos estados dieron el voto a los republicanos, pero en las urbes le dieron la espalda. Y aquí se encuentra una de las claves del asunto. Algo falló en Trump, algo no fue del todo creíble. El cinturón del óxido ha vivido la depresión de las deslocalizaciones de fábricas, producto de la globalización tan cara al ideario demócrata. Sus habitantes recogieron con ilusión a ese out sider que hace cuatro años prometía proteccionismo, frente a la invasión China. Pero es evidente que la desmedida tensión polarizadora del discurso de Trump, que tuvo en las refriegas raciales su punto de máximo, le terminaron jugando en contra. Lugares como Kenosha (Wisconsin), donde en agosto se registraron escenas de gran violencia entre policías y manifestantes, terminaron de inclinar la balanza en favor de Biden. 

3) El voto por correo es, sin duda, una de las explicaciones para comprender por qué hasta estas horas, Joe Biden es el presidente electo más votado de la historia de los Estados Unidos. Producto de los efectos de la pandemia, la modalidad del voto por correo tuvo una afluencia inusitada, y al establecerse tiempos laxos para el mismo, permitió que muchos descreídos votaran evidentemente por la opción demócrata. Siempre el votante demócrata ha sido más desmovilizado que el Republicano. Al observar el “delay” que hay con los votos esperados (así se llama al voto realizado con antelación), es obvio que este se inclinó por la vía azul (color del Partido Demócrata). 

 4) El estado de Arizona, tradicional reducto Republicano, no explica centralmente la elección, pero dice mucho. Al estar cercano a México, la discusión sobre el muro que Trump decía querer levantar, cobró en Arizona especial atención. Los votantes latinos de ese estado (23% del padrón) se volcaron a la variante demócrata y la absurda pelea que en su día tuvo Trump con John McCain (héroe de guerra y figura mítica en Arizona) explican el tropezón. 

 Dichas estas consideraciones, sería faltar al rigor analítico, no admitir que en la figura de Donald Trump encontramos a un formidable comunicador, digno de estos tiempos. Capaz de decir una cosa y la contraria casi al mismo instante, arrastra en su personaje todas las connotaciones de un distinto. No pertenece al establishment de la política, rompe en todo momento con las formas y con las reglas y, por sobre todas las cosas, es imposible predeterminarlo. En cualquier momento da la sorpresa. En un mundo donde se impone la uniformidad como estética dominante, Trump parece no encajar, sin embargo el conocimiento que tiene de las simples preocupaciones del común de los mortales, lo vuelven diferente. De todos modos, si existiera el juego en el que Trump opinara de Trump, diría que estamos en presencia de un perdedor. 

Siempre está la tentación de pensar cómo influiría en la Argentina la victoria de una opción u otra. Lo cierto es que en países donde prevalecen no las amistades, sino los intereses permanentes, como ocurre en EE.UU, los cambios que puedan acontecer con respecto a nuestro país, gobiernen demócratas o republicanos, son sencillamente mínimos. Dicho esto conviene seguir de cerca la designación que haga Biden al frente del Tesoro de U.S.A. Es sabida la intensa relación que tiene Wall Street con los demócratas y para ese puesto clave suena Larry Fink, titular del fondo BlackRock. Larry Fink, acaba de ventilar que “pasará mucho tiempo para que vuelvan las inversiones a Argentina. Hay sitios más seguros para invertir que en la Argentina. En este momento no tenemos confianza, hay una enorme volatilidad, saltan de una política a la otra”. Después del controvertido paso de BlackRock por estas pampas, no sería precisamente el pie derecho el que comience la relación, si nos toca en suerte a ese hombre al frente del Tesoro americano.

Y hablando de confianza y coherencia, es importante no jugarse el crédito que logró restablecer el gobierno de Alberto Fernández al parar la corrida cambiaria hace exactamente dos semanas. Y el crédito en este caso no es de orden financiero. Tiene que ver con la vacuna contra el Coronavirus. Carla Vizzotti, secretaria de Acceso a la Salud, viajó a Moscú en misión reservada para interiorizarse y firmar un acuerdo de compra de la vacuna rusa Sputnik V. De ahí en más, surgieron una serie de interrogantes que van desde la operatoria económica hasta la disponibilidad de la vacuna, que estará en diciembre, en enero o en febrero, según qué funcionario sea el interpelado. 

En esos temas hay que andarse con cuidado, porque la ilusión es grande y se sabe que la construcción de confianza lleva tiempo. Destruirla, sólo minutos.        

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