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Istilart y el Banco Comercial

Por José Mariano Pérez

Tres Arroyos ha contado en sus inicios como ciudad de un grupo de personalidades que, con visión de futuro, emprendieron la fundación de diversas instituciones, que marcaron a fuego el devenir de los tiempos. 

En una crónica anterior hice referencia a La Previsión, siendo sus fundadores prácticamente los mismos que el Banco Comercial de Tres Arroyos. 
Hacia el mes de mayo de 1906 comenzaron a reunirse los destacados vecinos Sebastián Costa, Manuel Hurtado, Félix Bellocq, Carlos Anderberg, Domingo Echegoyen, Francisco Cantagalli, José Ferrario, Agustín Lizardi, Manuel Hurtado y Juan Bautista Istilart para pergeñar lo que sería la fundación del primer y único banco que ha sido creado en la ciudad. 
Dichos vecinos entendían que había que darle a Tres Arroyos una entidad de crédito que ampare el desenvolvimiento de agricultores, comerciantes, industriales y ciudadanos que necesitasen una ayuda económica. La única institución bancaria por ese entonces era el Banco de la Nación, que no siempre podía cubrir todos los requerimientos. Además, la diversidad de actividades que iban apareciendo, reclamaban otro banco que las contemplase. 
Sus fundadores se propusieron y así lo mantuvieron por años las autoridades de la entidad, colaborar con quienes acudieran a sus servicios, contemplando situaciones difíciles, prefiriendo ser tolerantes antes que exigentes y acudir a determinaciones extremas. 
El diario “Justicia” que por aquella época aparecía en nuestro medio, publicó en su edición del 1º de agosto de 1906 la constitución del primer directorio que era presidido por Sebastián Costa, siendo Juan Bautista Istilart vocal del mismo. El día 6 del citado mes, el mismo periódico informaba que las acciones colocadas alcanzaban a 3367 de pesos 100 moneda nacional. 
En el mes de octubre del mismo año fue aprobado el estatuto de la sociedad por decreto del gobierno de la provincia de Buenos Aires, habiendo abierto sus puertas en los albores del mes de enero de 1907. 
Los primeros años del banco fueron por demás auspiciosos y tal como reza la memoria correspondiente al ejercicio del año 1909 “…se advierte un proceso satisfactorio y la vitalidad de la institución parece asentada sobre una base sólida, desde la que siguió presagiándose una perspectiva propicia para las mejores sugestiones y esperanzas…”. 
En 1911 se finaliza la construcción de su edificio propio y el banco comienza a funcionar en el histórico edificio de Moreno y Juramento (hoy Istilart). 
Con la primera guerra mundial, en 1914, sobrevino una gran crisis que perturbó la actividad económica globalmente, no siendo ajena a la misma nuestra ciudad. Se produjeron varias quiebras de importancia y la actividad comercial prácticamente se paralizó. El directorio del banco tomó las medidas necesarias y logró sobreponerse al grave momento. Principalmente se decidió tener un encaje muy superior al de años anteriores, lo que permitió superar la crisis y retomar los ideales fundacionales. 
El 24 de octubre de 1929, conocido como “Jueves Negro”, sucedió la quiebra del mercado de la bolsa de valores de Nueva York. Los países latinoamericanos como Argentina se vieron afectados duramente debiendo abandonar el uso del “patrón oro” para sus transacciones comerciales. Se paralizaron las exportaciones (principalmente de carne y cereales), lo que implicó una gran dificultad para realizar el comercio internacional en forma multilateral. 
En Tres Arroyos los inconvenientes se hicieron sentir y la llamada “crisis del 30” afectó terriblemente la economía del Banco Comercial. No fue ajena una campaña de desprestigio hacia la entidad que influyó sobre el ánimo de los depositantes, que acudieron masivamente a retirar sus depósitos en una proporción tal que provocó un letal desequilibrio entre ingresos y egresos. Ello obligó a decretar la suspensión de pagos transitoriamente. Dicha medida se dispuso el día 13 de enero de 1931 y se extendió hasta el 18 de junio del mismo año. 
Frente a semejante crisis, toma la dirección del banco don Juan Bautista Istilart, asumiendo por aclamación de casi la unanimidad de los accionistas reunidos en asamblea, la presidencia del directorio. Noches de desvelo produjeron en el inmigrante francés, buscar solución al grave problema de la entidad crediticia que había fundado y la sentía como propia. 
Se entrevistó personalmente con centenares de clientes. A los deudores, los instó a cumplir con sus compromisos, dentro de las escasas posibilidades de la mayoría. A los acreedores les solicitó tiempo para poder “enderezar el barco” y a muchos de ellos, rebeldes o incrédulos, les garantizó personalmente su crédito, lo que generó en la clientela la tranquilidad que había perdido. 
Llevó varios meses poner en marcha al banco y el día 18 de junio, al abrir sus puertas se produjo un verdadero aluvión de ahorristas que volvieron a confiar en la entidad, depositando su dinero. Al cerrar la jornada de operaciones, se constató que los depósitos superaban largamente a los egresos. Istilart, con su tesón, su sabiduría, su ejemplo y su garantía personal, había logrado calmar las aguas y poner el barco nuevamente en movimiento.   
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