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No toca botón

Por Roberto Barga

El miércoles 2 de agosto, el presidente Alberto Fernández fue entrevistado por la señal de cable Todo Noticias, que, como es de público y notorio, pertenece al grupo Clarín. El reportaje corrió por cuenta de Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano en el programa “A Dos Voces”. Hasta ahí nada del otro mundo, ya que el presidente viene dando largas entrevistas en distintos programas. Sin ir más lejos, el sábado 29 de agosto se quedó en el plató, durante tres horas, que fue lo que duró el programa “Sobredosis de TV” de la señal C5N. 

Pero lo que sí interesa del rendez-vouz en el canal de Magnetto, es que el partido se jugó en territorio “enemigo”, sobre todo después de la decisión presidencial de congelar las tarifas de Internet. Cuando tocó el turno de abordar el espinoso tema que compromete la facturación del grupo de la calle Tacuarí, Alberto dobló la apuesta y remarcó que Clarín es el único prestador de todos los existentes en el mercado, que tiene una integración vertical. Es decir, que ofrece televisión por cable, telefonía móvil, telefonía fija y fibra óptica para Internet, y que el objetivo de fondo es alentar la competencia. Más allá de su mascarón de proa, que es el diario como lanzadera de sus posiciones editoriales y de negocio, Clarín empieza a corroborar fácticamente, que ese juego ambivalente y difuso, que alguna vez ubicaba al presidente como el adversario de la vicepresidenta y mentora, era sólo un juego “pour la galerie” y que en realidad y más allá de los matices, Alberto y Cristina son “una unidad de destino en lo universal”. 
A juicio de un servidor, el largo interviú, arrojó otro título urticante y comprometido. En un momento Bonelli le recordó al presidente que este había amenazado con apretar el botón rojo si la situación de contagios de Covid-19 se desmadraba, cosa que a todas luces acontece. Los infectados suben un día sí y otro también, sin solución de continuidad. Alberto Fernández no tuvo más remedio que reafirmar la idea y aseguró que no le temblaría el pulso, si fuera necesario retroceder de fase o directamente volver a confinar. 
Pero los hechos arrojan significantes y resultados y en uno de los intentos por controlar la situación, se decidió volver para atrás. En efecto, entre los días 1º de julio y 17 de julio, el Ejecutivo nacional, acompañado por CABA y Provincia de Buenos Aires, intentó acotar el movimiento de personas al máximo, utilizando un engorroso tramiterío de permisos, pero todo resultó en balde.
No nos engañemos, lo único que puede frenar los desplazamientos, es un dispositivo férreo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (Policías, Prefectura, Gendarmería). Eso es poco probable, por no decir imposible, sin el riesgo de poner en juego la paz social. 

Sería un inmenso error hacer una enmienda a la totalidad del capítulo Covid-19 en Argentina

Y en caso de que la involución fuera posible, también sería de resultado dudoso, ya que la transmisión, como avalan los estudios científicos, está sustentada por la circulación comunitaria, es decir que se potencia puertas adentro.
Con esto del coronavirus, como le está pasando a todo el mundo, va a haber que empezara elegir entre nicho o tierra, y, lo que realmente hay que tener es un plan de control de daños y potenciar tres palabras que por redundantes no son menos ciertas: protocolo, protocolo y protocolo. 
Es que los riesgos de acotar desplazamientos conllevan perjuicios todavía no dimensionados. Circula un “paper” reservado, que indica que IATA (Asociación de Transporte Aéreo Internacional) está por intimar a la Argentina para que defina el calendario de apertura de cielos, bajo riesgo de que si no lo hace, aconsejaría a las compañías aéreas que abandonen las rutas de conexión con nuestro país. 
Prohibir desplazamientos interjuridiccionales también pasa factura, sino que le pregunten a Alberto Fernández, que ante la recriminatoria sobre qué opinaba acerca de que un padre no pudo despedir a su hija en situación terminal, se las vio en figurillas y salió del paso argumentando que no estaba al tanto del asunto. Más allá de que la interpelación tendría que haber sido dirigida al gobernador de Córdoba, que fue el verdadero responsable del impedimento. 
De todos modos sería un inmenso error hacer una enmienda a la totalidad del capítulo Covid-19. Argentina registra una tasa de letalidad de las más bajas del mundo, 2,10% del total de infectados y, para subrayar, el dato central es que, a pesar de que los casos se disparan, no aumentan por ahora los decesos. A todo esto, son inquietantes los relatos de los intensivistas acerca del estrés y el límite de la situación, y todo indica, según ritmo de contagios actual, que Argentina duplicará la mortalidad en el mes en curso. 
Una Massa para Sergio 
La clase política ha decidido que el Covid-19 forma parte de la disputa y de excusa para tirarse los trastos por la cabeza. La semana que termina nos regaló una intensa pelea en la Cámara de Diputados de la Nación. Que si las sesiones deben ser presenciales, que si no. Lo cierto es que el presidente de la Cámara Baja quedó bajo fuego enemigo y los que antes lo veían como rubio y de ojos claros, ahora lo ven como moreno y de ojos oscuros. 
Sergio Massa, de él hablamos, es el inventor argentino del término “la ancha avenida del medio”. Significante vacío (decir una cosa y la contraria), tal vez, pero ambicioso para juntar voluntades entre los que no se sienten cómodos ni con el kirchnerismo ni con el macrismo. El problema de Massa es que ya no puede jugar el papel de figura de consenso, porque para los opositores es un traidor que regresó al kirchnerismo, con escala macrista en Davos, allá en los albores de macrilandia. Y para el peronismo, Massa tiene la obligación de sacar los proyectos de ley que le envía el Ejecutivo. 
El tironeo se saldó para desgracia de Sergio Tomás, con una execrable campaña de escraches en las redes antisociales, pasando por las terminales mediáticas afines a la oposición y concluyendo en la puerta de su casa, con unos automovilistas desaforados que no paraban de tocar bocina. 
Esto que algunos presumen como una suerte de jarabe democrático, no es más que actitudes fascistas, que bien debería condenar la “política”, en defensa de sus propios intereses. 
Y mientras tanto en el imperio… 
Se acaban de conocer los números de ocupación en la primera potencia de la tierra. La oficina de empleo de EE.UU (25% del PBI mundial) difundió una nueva caída en la tasa de desocupación. El desempleo perforó por primera vez desde que comenzó la pandemia, la barrera del 10% y se ubicó en 8,4%, habiendo alcanzado en abril los 14,4% de parados. 
La demanda de automóviles creció 65% en los últimos tres meses, la capacidad instalada manufacturera ya está en el 70% y hay un formidable boom de la construcción, impulsado por las tasas de interés más bajas de la historia (0% -1% anual) 
Esta recuperación explica en buena medida el porqué de una elección absolutamente abierta entre Donald Trump y Joe Biden.
Los estudios demoscópicos indican que el 79% de los votantes americanos definen su voto en función de la marcha económica. Dataísmo puro, en la era del dataísmo, a mayor gloria de Byung Chul-Han.       
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