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Tres Arroyos, JUEVES 28.03.2024
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Momentos de ocio

Por Stella Maris Gil


Cuánta razón tenía Hermann Hesse (1877/1962) cuando en su libro “El arte del ocio” expresaba, que no vivimos los espacios de respiro, “la contemplación, el individuo libre, la naturaleza, la sensibilidad”. 
 A veces, cuando podemos darle lugar al ocio, nos negamos a incorporarlo a nuestras vidas, presos de la rueda gigante de la rutina. Grave error. Ese tiempo libre tiene que ver con la libertad. 
¿Por qué no vivirlo?. 
Podría serlo, por ejemplo, ingresando al mundo del deporte, para jugar, para gozar, para tener instantes de esparcimiento, permitirnos el grito, el salto, la competencia, el yo puedo. 
La pasión
El espectador elige estar al borde de las canchas, sentir la necesidad de triunfo, cantar el “Dale…dale…”, con la mirada puesta en los deportistas y aplaudir sus jugadas, criticarlos, dar saltos de alegría y alabar las proezas, compartir análisis de los juegos con desconocidos que lo rodean y hasta confundirse en un abrazo con ellos, si la ocasión lo genera. Gritar, llorar, emocionarse. Ahí está la pasión; ahí está el momento, ahí está la libertad de elegir el disfrute más allá de los triunfos o derrotas de los deportistas.
“Toda la vida fui muy apasionado por el deporte de Tres Arroyos. Yo no miro el partido sentado, soy de hacer ademanes, de hablarle a los árbitros, a los jugadores, aplaudir. Soy el hincha. Es una llama que estaba encendida dentro mío. Pasaron los años y la llamita está. Toda la vida” Testimonio de Osvaldo Goizueta). 

Osvaldo Goizueta, durante un partido de básquet (arriba), y en un reconocimiento (abajo)

Seleccionemos entre la variedad de deportes al fútbol, pasión de multitudes, como algunos le llaman. Es practicado por jóvenes y viejes, sin distinción, en todos los continentes.
Como decía Fontanarrosa “…el fulbo es el fulbo, viejo, la única verdad”. 
A partir de 1867 los residentes ingleses lo practicaron por primera vez en Buenos Aires. “Los educadores de los colegios de la colonia inglesa, fueron los primeros en diseñar una política difusora de todos los llamados ‘juegos ingleses…Dedicaron especial atención al fútbol, transformado en práctica cotidiana para escolares y ex alumnos, tanto ingleses como pertenecientes a la élite dirigente criolla, y además organizaron la liga oficial”. (Julio D. Frydenberg: “Prácticas y valores en el proceso de popularización del fútbol”) y de esos grupos ingleses llegó el rugby. 
En la República Argentina, los primeros equipos criollos de fútbol fueron, “Argentino”, de Quilmes y en 1901: River Plate.
Los clubes iban surgiendo en Tres Arroyos y le dieron institucionalización al deporte (ver Stella Maris Gil. “Construir la Identidad”. Pag.147 y subs.). 
La práctica futbolera se extendió al barrio, a la cuadra, a los potreros. 

El fútbol, pasión de multitudes

En Tres Arroyos, en los terrenos en donde está emplazado el Palacio Municipal, los muchachos formaban sus equipos y confrontaban. Señala Goizueta: “En el fútbol jugábamos en el Parque Rocha, en la parte que da a la avenida Belgrano. En la parte de atrás, que era un baldío, se hacían fuegos artificiales. Cuando yo era chico se hizo un campeonato Evita. Se llenaba. Ganamos un viaje a Buenos Aires por una semana. Era 1954. Yo tenía 13 años”. 
¿Dónde iban a jugar los pibes del ‘40 al ‘70?. 
En el potrero. Si no se podía comprar la pelota, se armaba una de trapo. Después, el poder adquisitivo cambió un poquito, y se pudo acceder a la pelota de goma; y de ahí la Nª 5 de cuero. Había uno o dos pibes del barrio que la tenían y entonces eran ellos los dueños del partido. Si se enojaban se iban y se llevaban la pelota y se terminaba el partido. No todos tenían plata para comprarla, entonces los que las poseían marcaban la diferencia. 
Hoy los chicos van a los clubes, se acabó el potrero y el picadito. El crecimiento urbano cambió las costumbres. 
El pibe comienza a tener un valor, algunos piensan en llegar a cracks. Ser un pichón de Maradona. 
“Si querés al club asociate a él…” 
Muchos vecinos comprometen sus horas de ocio en las comisiones directivas. “Cuando sos joven defendés una pasión. Pero después entrás en la organización y te tirás una responsabilidad al hombro. La frecuencia de las reuniones es semanal y le vas restando tiempo a la familia”. (Testimonio de Luis Ferrín). 
Una de las comisiones es la del club El Nacional. Nacido en 1915, es “El Decano”. Sus dirigentes con el berretín de dar luz a su campo de deportes lograron la instalación de las torres de iluminación, que fueron las primeras que se instalaron en un estadio de la provincia de Buenos Aires. Se realizaron durante la presidencia de Antonio Mateo Catale. En su taller de gomería armaron las torres allá por los ‘50. Se inauguraron con la visita de Platense. Y ahí sí, en la euforia de las tribunas resaltaban los colores, las remeras, las banderas del club. 
Citemos a Olimpo. Cuánto de su ocio habrán donado García y Porzio para desde la comisión directiva darle el empuje de crecimiento desde sus orígenes. 
En un principio la mujer acompañaba solamente en la organización de eventos, cenas, agasajos, viajes. Luego, lentamente, comenzaron a integrar comisiones y subcomisiones. 
Por los fines de la década del `50 se habían conformado varias ligas de deportes. “Hasta antes de 1933 como entidad rectora solo existía la Liga Tresarroyense de Fútbol” en la calle Reconquista, donde todavía ronda el alma de Popi Guido, alma pater de la misma. 
No sólo del fútbol… 
Hay muchos otros deportes que ocuparon el tiempo libre de los tresarroyenses. 
El rugby salió de las aulas de los colegios secundarios en los primeros años de la década de los ’50 (ver Stella Maris Gil, “Reconocernos” cap. 9). 
También se jugaba golf, polo, motociclismo, billar, colombófila, tiro, balón, pesca, caza, automovilismo, etc.”. 
No hubo barrio que no tuviera su club.
“El basquetbol llegó a nuestro país en el año 1912 traído por el profesor P.P.Phillips. En Tres Arroyos comenzó a practicarse en 1927 en Huracán”. Sus rivales eran, principalmente Centro Estrada, Club de Pelota, Costa Sud y Alumni, el “Rojo”de Orense, nacido en 1922 (Ver Stella Maris Gil, “Reconocernos”, pág. 207).
“Jugábamos al básquet en las cuadras del barrio. Tomábamos la numeración de algunas de ellas, por ejemplo del número 30 al 90 y practicábamos a tirarle a la chapita que tenía el número de las casas”. (Testimonio de Goizueta).
En cuanto al Tiro Federal, se inició como perteneciente a la cooperadora del Colegio Nacional hasta que se desvinculó en 1940 y la presidieron Domingo Pérez Echegoyen y Aníbal Castro Scharer. 
Con respecto al ciclismo, se veía y se ve a los muchachos pedaleando por los caminos, a veces solos, otras veces en grupo, con sus equipos, su botellita de agua, sus constantes entrenamientos. 
Los torneos alrededor de la Plaza San Martín cambiaban, por algún fin de semana, el paisaje del barrio del Centro. Uno de sus grandes desafíos era llegar a Claromecó y muchos lo lograron. 
Por los caminos de asfalto o tierra los pibes corrían en motos, o trotaban los caminos como el legendario Barriomirón, gastando zapatillas poco adecuadas. 
A los costados de las carreteras, se ubicaban los fanáticos para ver las carreras de automovilismo, pasión tresarroyense, (Ibid. “Reconocernos”. Gil, Stella Maris.) y, posteriormente, las carreras de regularidad. 
En otro orden de juegos, el café o el vasito de vino eran tomados en varios bares de la ciudad y pueblos de la región. Los parroquianos jugaban a los naipes y al billar. Las puertas se abrìan en la Confitería Colón y más tarde en el Tortoni. De esas veladas surgieron un campeón argentino de casín, Bernardo Sanguinetti, y Pedro Leopoldo Carrera, tres veces campeón mundial de carambola. (Ver Gil,Stella Maris. “Reconocernos”. pág. 219 y subs.). 

En todas las épocas, las horas pasan frente a la mesa de billar

Los muchachos abarrotaban el Bar Oriente, donde dejaban transcurrir el tiempo. Entre otras cuestiones, jugaban al tiragol, o al billar. 
Las bochas atraían a los vecinos de toda edad y a los jubilados para cubrir sus espacios de libertad laboral. En 1945 se fundó la Federación Tresarroyense de Bochas, y el trío del Club de Pelota ganó el primer torneo. 
La práctica del boxeo se generalizó y muchos admiradores de ese deporte se dedicaron a encontrar y promocionar talentos locales. 
Más tranquilos, los colombófilos de la mano de Alberto Pardo, criaban sus palomas y las hacían competir con las de Bahía, Tandil y Pigûé, en principio. 
Muchos amateurs hubo en el atletismo y de aquellos surgió un atleta, luego dirigente que marcó futuros deportistas: Rubén González. 
Los vascos llegados de su lejana tierra se juntaban para competir con su tradicional juego, la pelota a paleta. 
Otras pelotas eran arrojadas con fuerza en los frontones. 
Las canchas de tenis se cubrieron de adeptos. En el predio de la estación empleados, en su mayoría ingleses, ocupaban parte del tiempo libre. 
Décadas después, Guillermo Vilas marcó caminos. 
La importancia de la participación
La famosa frase “Mens sana in corpore sano” siempre es actual. Los vecinos caminan alrededor de las plazas, giran con las bicicletas, asisten a los gimnasios. Insisten en movimientos sobre sus músculos; marchan con su botellita de agua; no se detienen para no perder el ritmo, tampoco hablan mucho, para permitir una mejor oxigenación. Hacen “largos” en las piletas de 25 metros o patalean en las pelopinchos. Son sus momentos de ocio, sin clubes, sin multitudes. Están las mesas de café donde se van sucediendo en el tiempo los socios, o las peñas, cunas de amistad. 

La natación, una de las prácticas elegidas por distintas generaciones

Pero también hay los que prefieren largos soliloquios, con la caña frente al mar. 
O el sillón frente a la TV, para ver el campeonato que se juega en Kapurthala. Este es el ocio sedentario, como coronación de las 8 vueltas autoexigidas que dieron “a la manzana”. 
Hay muchos ocios, por ahora nos atrapó el deporte. 
-Agradecimientos a Luis Ferrìn y a Osvaldo Goizueta.  

Stella Maris Gil

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