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Tres Arroyos, JUEVES 28.03.2024
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Gran maestro

El primer contacto con el ajedrez llegó por el regalo de cumpleaños que un primo le hizo a su hermano Juan Pedro. Martín -porque hasta la irrupción del juego él fue Martín pese a que su primer nombre es Sergio- tenía ocho años y la inocencia y las ganas de aprender de esa edad. El primo que obsequió el juego también se encargó de enseñarles a los hermanos los conceptos básicos. Pero esa tibia relación con el ajedrez se transformó en romance en el verano: los Tumini se compraron varios libros y así, casi sin querer, empezaron a estudiar y a aprender en serio sobre el deporte de pensar. 

Sergio Martín Tumini empezó a jugar. En una oportunidad, participó en Costa Sud de un torneo inter escolar organizado por la Federación de Ajedrez, a él y a varios chicos los vieron jugar y les ofrecieron empezar a representar al Oriverde. “Me acuerdo que me entusiasmó que me dieran como premio una Coca y un alfajor”, recuerda Sergio. Porque cuando empezó a competir se transformó en Sergio, ya que a la hora de identificarlo se recurría a las planillas y ahí figuraba su primer nombre. 
Al pasar al primer año del secundario en el Colegio de Padres, donde el vóley era el deporte más jugado, Sergio dejó los tableros de lado por un buen rato. “Yo aconsejo que los chicos y los jóvenes hagan actividad física, por más que eso vaya en desmedro del ajedrez”, dice pese al amor que le tiene al juego.

Tandil 
Hasta que algunos años después apareció Tandil en su vida y, casi de casualidad, volvió a relacionarse con el ajedrez. “Empecé a jugar algunas partidas después de muchísimo tiempo cuando hice la colimba allá. Había un sargento que jugaba y cuando me tocaba hacer guardia me hacía jugar contra él. Hasta ponía a otro soldado a cebarnos mate, así que saber ajedrez me venía muy bien”, recuerda con una sonrisa aquellos días de 1983.
Tras cumplir el servicio militar eligió la ciudad serrana para estudiar ingeniería en sistemas. En sus inicios universitarios conoció al campeón de Mar del Plata de ajedrez, Jorge Sipaila, y en un pub le ganó la primera partida que jugaron. “Era imposible que yo pudiera ganarle, pero tuve suerte. A partir de nuestro gusto por el ajedrez hicimos una amistad y fue quien generó mi despegue ajedrecístico”, cuenta. 
Los mellizos tresarroyenses Vitale, también estudiaban ingeniería en sistemas y gustaban del ajedrez, y más otros muchachos armaron el equipo que competía en los torneos universitarios. “Teníamos un equipazo, y ganamos muchísimas veces”, dice Sergio.
Hasta que por cuestiones de bolsillo no puso sostenerse más en Tandil y debió abandonar la carrera y regresar a Tres Arroyos. En su vuelta se acercó a la Federación local y colaboró con la organización de un torneo argentino juvenil, “el más importante que se hizo acá, por las figuras que vinieron: Pablo Zarnicki, Hugo Spangenberg, Jorge Rosito, fue una generación dorada. Salió campeón el cordobés Fernando Bertona. Esos chicos después fueron campeones mundiales olímpicos en 1992”. 
Así fue que su inserción al ajedrez local fue más como dirigente que como jugador. “Siempre me gustó la organización, la actividad dirigencial”, cuenta. Pero, vino otra separación de los tableros. “Por cuestiones laborales y familiares no tenía mucho tiempo libre y dejé de jugar y de estar”, cuenta.
Esta vez el impase fue de alrededor de una década. Esa etapa coincidió con la desaparición del juego de la mayoría de los clubes, sólo quedaba viva la llama en el Círculo. Y de ahí lo convocaron. “Volví a colaborar porque se había armado una linda comisión. El Círculo funcionaba de prestado en el Comité Enrique Betolaza. Pero como se dice, donde hay dos ajedrecistas hay tres opiniones diferentes… Así que por diferencias de criterios me retiré”. 
Crece 
A esa altura ya lo seducía el desafío de organizar torneos en serio, así que se abocó a hacer el “Torneo Playas de Claromecó”. Y con otros ajedrecistas que tenían diferencias con el Círculo, en 2006 formaron el Centro Regional de Enseñanza, Capacitación de Ajedrez de Tres Arroyos. “Los pilares fuimos mi hermano, Martín Quinzio y yo. Y simultáneamente formamos parte de la creación de FASBo, la Federación de Ajedrez del Sudoeste Bonaerense, que tenía la cabecera en Bahía Blanca”.
Sobraban ganas de que el Crece se desarrollara, lo que faltaba era un espacio físico. “El campeón argentino Salvador Alonso vino una vez a participar del torneo de Claromecó y, como jugaba para Boca Juniors, surgió la vinculación con la peña La Bombonera. Su presidente, el Tata Giudice, cedió la peña para dar clases. “Uno de los objetivos del Crece era enseñar e hicimos una escuela”. 
Con satisfacción, Tumo -ya a esa altura era Tumo para todos- recuerda aquellos años de docencia. “Llegamos a tener estables 20/25 chicos. Y de la enseñanza me ocupaba yo, así que ahí también mi actividad como jugador durmió. Pero lo fundamental es que logramos un nivel importante en la zona para los chicos. El más destacado era Matías Viera, que compitió en muchos campeonatos argentinos, pero teníamos cuatro o cinco jugadores muy buenos. De hecho, salimos campeones un par de años en la FASBo, ganándole a Bahía que era una plaza fuerte”.
Además, Tumo reconoce que la escuela del Crece lo ayudó a evolucionar como jugador. “Los chicos demandaban y me obligaban a estudiar. Yo era un jugador encasillado en determinadas variantes y tenía que estudiar para enseñarles otras. Así que me hice un jugador más dúctil, enriquecí mi juego”. 
Arbitro 
Como integrante de FASbo, el Crece tenía la obligación de hacer un torneo por año y poner el árbitro. Los fondos nunca alcanzaban para la movida, de modo que Tumo decidió hacer el curso arbitral para ahorrar ese gasto y se convirtió en árbitro regional y nacional. “Me encantó, y como árbitro adjunto dirigí en el Panamericano Juvenil que se hizo en Mar del Plata a mediados de la década de 2000”. 
Tumo estuvo a cargo de la escuelita del Crece, siempre ad honorem, poco más de cinco años. Por cuestiones laborales tuvo que abrirse y a cargo quedó Rodrigo Laria hasta que por trabajo se debió radicar en Tandil.
“La tarea de Rodrigo fue muy importante para el crecimiento del Crece. Como lo fue todo lo hecho por Francisco Restuccia, por lejos el mejor jugador de Tres Arroyos, y una persona con una gran generosidad que siempre hizo todo lo que estuvo a su alcance para el desarrollo del Crece”, asegura Sergio. 
Los apellidos Di Paolo, Lozano, Viera, Soulé, Pizzo y Bornatici también están en la lista de los que hicieron posible el desarrollo del Centro. 
La relación entre Tumo y el ajedrez fue mutando. Arrancó, naturalmente, por el gusto de jugar, luego fue seducido por la función dirigencial, más tarde por la docencia y por la función arbitral. “Fui descubriendo distintas facetas del ajedrez que me motivaron, por eso nunca fue el logro deportivo un objetivo fuerte. Más allá de que cuando me siento a jugar quiero ganar, no es lo que más me interesa la competencia”, explica. De todos modos, acaba de ganar el torneo mayor de Tres Arroyos (ver recuadro), con lo cual eso dejó de ser una materia pendiente. 
Ajedrez escolar 
En cambio, hay un proyecto que siempre lo apasionó y que todavía no pudo concretar: el ajedrez escolar. “Fui a montones de congresos, incluso antes de fundar el Crece. Me motivó desde el principio desarrollar el ajedrez para enseñar en las escuelas, como ocurre en Rusia o España. Es una herramienta pedagógica muy interesante”, indica. 
“La intención es darle la oportunidad a los chicos que lo conozcan, como cualquier otro deporte. Si les gusta, los va a atrapar. La cuestión es poder mostrárselos aunque sea tres meses”, dice. 
Si bien le puso energía y esfuerzo al proyecto, y se capacitó, no logró avanzar. “Siempre choqué contra temas burocráticos. Por ejemplo, me decían que para poder dar clases tenías que ser profesor, pero el profesorado de ajedrez no existe. Yo planteaba que se dotara de herramientas pedagógicas a un idóneo. Pero no hubo avances, lamentablemente, porque considero que sería muy beneficioso para los chicos”. 
Es un proyecto ambicioso, está claro, pero si se trata de ajedrez y de Tumo, no lo den como una partida perdida.
  

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Tumo y un año para el recuerdo
Este año, el campeonato mayor del ajedrez tresarroyense finalmente fue para Sergio Tumini, quien completó un torneo ideal, ganando las seis partidas que conformaron la competencia. Es la primera vez que logra el título. 
Y si había alguna duda de que se cierra un año especial para Tumo en el mundo ajedrecístico, la frutilla del postre resultó su participación por primera vez en una competencia nacional. Fue el fin de semana anterior, en Coronel Pringles, en el marco del Campeonato Argentino Supra 50, al que clasificó por haber ganado el campeonato tresarroyense. 
“Fue una experiencia inolvidable. En lo competitivo entiendo que me fue muy bien, ya que entré preclasificado octavo y finalice séptimo entre 25 jugadores de distintos puntos del país, además mejoré el ELO y logré hacer tablas con el Maestro Internacional Gabarino, quien a la postre resultó subcampeón del torneo. Perdí sólo con Musanti, el anterior ganador de este certamen y totalice 4,5 puntos, producto de tres triunfos, tres tablas y la citada derrota. Hasta la última partida estuve entre los cuatro de arriba, pero el empate del final me relegó un poquito más”. 
La competencia se desarrolló en la modalidad pensado y por razones de tiempo hubo que jugar dos partidas por día. “En mi caso, fueron alrededor de cuatro horas por juego, algo agotador por no estar acostumbrado a hacerlo”. 
Otra situación más que destacada fue “contar con el apoyo de Francisco Restuccia, quien fue mi entrenador. Además de agradecer la gentileza de Pancho, quiero resaltar la sensación especial de jugar como un profesional, preparando cada partida de acuerdo al oponente, para sacar el máximo provecho de mi juego. Y en ningún caso quedé en desventaja en ese ítem, si no pude ganar fue porque competía con alguien superior y que por algo llegó a donde llegó”. 
En tanto, Tumo explicó: “Yo siempre trato de jugar bien al ajedrez o estar contento con las partidas, que salgan correctas, no cometer demasiados errores”. 
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