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Desaprender para derribar barreras

Diego Golombek es un reconocido biólogo y divulgador científico que se desempeña como docente en la Universidad Nacional de Quilmes y como investigador en el Conicet. Su fama de apasionado y didáctico cuando brinda conferencias quedó demostrada en la primera jornada del XXVII Congreso de Aapresid “30:10000 ConCiencia Suelo”, donde estuvo a cargo de la disertación titulada “Desaprender”. “Muchos se preguntarán qué hace un neurocientífico en Aapresid”, pregunta. “Una posibilidad es que hay plantas con neuronas, cosa que no creo”, responde jocoso, e inmediatamente aclara el panorama: “Una vertiente de la neurociencia que me interesa es la cognitiva, que interroga sobre el por qué hacemos lo que hacemos, por que tomamos ciertas decisiones, que nos motiva a hacer las cosas de una forma y por qué trabajamos en equipos o no. Eso me parece que, con los cambios que ha habido en el campo, que se derivó en empresas más complejas empujadas en su gran mayoría por jóvenes que están incorporando las habilidades blandas (empatía, motivación, trabajo en equipo) es un fenómeno nuevo que requiere una especial atención. Hay muy buena recepción para venir a hablar acá en este momento, porque los productores están más abiertos a estas cuestiones”, explica. 

La disertación de Golombek en este evento, que cuenta con más de 5.000 asistente inscriptos con un promedio de edad de 40 años, fue el ámbito propicio para sondear ese fenómeno y para compartir algunos conceptos de la neurociencia como “el cambio, el trabajo en equipo, la motivación y los sesgos cognitivos”, que están afianzados en el mundo empresario y que en los últimos años se abrieron paso en el campo. Al hacer una caracterización de la impronta que las nuevas generaciones en los distintos sectores productivos, Golombek señaló como características distintivas el planteo de aspirar a ser “jefes distintos, empleados distintos, que se interrogan por qué las cosas se hacen de tal modo aun sabiendo que no son del todo correctas”.
“Creo que los productores argentinos están bastante avanzados en eso, para mi sorpresa y para mis prejuicios también. Si uno piensa en el campo como un lugar conservador, que hacen las cosas como lo hacía su abuelo, y ya no es tan así. Además de la incorporación de tecnologías está la incorporación de miradas que asumen que son humanos trabajando y que necesitan ver cómo pueden mejorar esas capacidades humanas con el trabajo”, sostiene. 
Habilidades blandas 
Un lugar privilegiado que Golombek asigna a estas nuevas generaciones de productores y empresarios del agro son las llamadas habilidades blandas. “La producción es cada vez más un trabajo en equipo, con cada uno especializado en una habilidad. Y así se complementan los saberes tecnológicos, del negocio y de la ciencia. Cuando los productores ven que esta lógica funciona y da resultados, la implementan”, afirma. 
En este sentido, definió al campo moderno como es el resultado de un diálogo entre disciplinas. Y graficó: “El biólogo desde el laboratorio busca alguna resistencia o un mejoramiento genético, pero no sabe cómo llevarlo al mundo productivo para una prueba piloto o a una escala mayor. Y ahí aparece el ingeniero agrónomo. Pero éste no sabe demasiado de la cuestión de máquinas. Por lo tanto, de por sí el campo es un ámbito colaborativo”. 
Golombek se puso a sí mismo como ejemplo de ese diálogo entre ámbitos que, en principio, parecen ajenos. “En lo personal creo que, como el 90 por ciento de la población, yo era muy prejuicioso sobre el campo desde un lugar ideológico. Lo suponía como que predominaba ese conservadurismo que planteaba ‘somos los dueños de la tierra y hacemos lo que se nos canta y lo hacemos siempre igual’. Y comprobé en poco tiempo que es todo lo contrario”, afirmó. 
Progresistas 
“Si no queremos que el mundo nos pase por encima tenemos que estar un paso más adelante, tenemos que ser progresistas en cuanto a la incorporación de tecnologías, al riesgo que vamos a tomar con el uso de nuevas semillas, de nuevas máquinas y nuevas formas de hacer las cosas. Antes de Aapresid y la Siembra directa era impensado decirle a alguien que no había que labrar la tierra y no entraba en la cabeza de nadie. Ese cambio de paradigma fue una revolución, e incorporar eso requiere una cabeza que esté en condiciones de hacerlo. Y en el campo están esas cabezas”, dijo. 
Para cerrar, ubicó al “desaprender” como un paso necesario para aventurarse a lo nuevo. Y reconoció que es lógico que aparezcan resistencias: “Los humanos somos bichos que nos asustamos con el cambio, nos cuesta. Porque una vez que encontramos algo que funciona nos quedamos con eso y no queremos cambiar más porque nuestro cerebro sabe que con esa metodología hay una recompensa que ya conocemos. Hay que desaprender eso porque si no, no hay progreso. El progreso es un ejemplo del desaprendizaje que ha sido romper barreras para encontrar algo nuevo”, sentenció. 
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