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Tres Arroyos, JUEVES 28.03.2024
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Amor animal

“Cuando agarro una obra le aviso al que me contrata: lo mío es como ser bombero, si me llaman por una urgencia, dejo todo y me voy a rescatar al animal lo más rápido posible para evitar que me lo maten. Porque normalmente, la agresiva raza humana tiende a matar”, dice Eduardo Alvarez, enfundado en su habitual traje de fajina verde militar y sosteniendo su caja de herramientas. 

Eduardo es electricista de oficio y guardafauna de vocación, con una alimenta el bolsillo y con la otra el alma. Por eso reparte su día entre las dos actividades. Con el correr de la charla va a quedar claro que en realidad con la electricidad subsidia su amor y su pasión por los animales: su tarea como inspector de recursos naturales la realiza a cambio de un aporte por afectación de vehículo, nada más, una especie de viático que ni siquiera compensa sus gastos en ese sentido. Pero Eduardo no se queja. 
“Esto sin pasión no existe. Yo lo hago con o sin plata, y lo hago siempre de la mejor forma que podría hacerlo, poniendo todo de mí. Hacer lo que a uno le gusta no tiene precio, y los animales son mi pasión, nací para esto”, asegura.  
El tío y Daktari 
Eduardo es electricista matriculado y descubrió que quería dedicarse a la electricidad desde muy chico, cuando se cruzaba con su tío que iba con el buscapolo y la pinza en el bolsillo superior de la camisa. “Son cosas que te marcan, me apasionaba verlo”, cuenta Alvarez, quien hizo la secundaria en la Escuela Técnica y luego el curso para matricularse en el Centro de Formación Profesional. 
Primero se dedicó a la electrónica, aunque eso de estar encerrado arreglando televisores y radios lejos estaba de ser lo que le gustaba. Así decidió ejercer como electricista y empezó a trabajar en casas y obras. 

En una oportunidad, hace más de 20 años, fue llamado por Enrique Achigar, integrante del cuerpo de guardafauna de Tres Arroyos, para que le solucionara un problema eléctrico en la casa. Eduardo fue, como siempre, vestido de verde y al verlo, la mujer de Achigar le dijo que parecía un colega de su marido. “Así me enteré de que existían los guardafaunas”, cuenta. Era lo que siempre había soñado. 
El amor por los animales Eduardo lo empezó exteriorizar antes de cumplir los 10 años. “Me acuerdo la angustia y la tristeza que me generaba ver las camionetas de los cazadores todas llenas de liebres muertas. Yo iba caminando de la mano de mi mamá y me largaba a llorar”, recuerda. 
Del mismo tiempo data su pasión por la serie estadounidense Daktari, de fines de la década del ‘60, que tenía como argumento la lucha de veterinarios y otros profesionales para defender a distintas especies de la selva de los cazadores furtivos. Clarence, un león bizco, era una de los símbolos de la serie. “Yo quería ser como los de Daktari, trabajar defendiendo a los animales”, cuenta Eduardo con pasión. 
Guardafauna 
Alvarez le dijo a Achigar que quería capacitarse para ser guardafauna, pero el hombre le explicó que era difícil incorporase al cuerpo municipal, y si bien le insistió, Eduardo entendió que no había chances. La vida y la electricidad quisieron que Alvarez y Achigar, que era constructor, coincidieran en muchas obras y se fortaleciera la relación. Hasta que un día el guardafauna le preguntó si todavía quería ser uno de ellos. “Le dije que sí, para mí fue como cumplir un sueño”, dice Eduardo. 
A partir de ese momento, Alvarez comenzó a capacitarse, siempre partiendo de su voluntad de aprender y su amor por los animales. Hizo cursos a los que lo envío el municipio, pero sobre todo invirtió mucha plata en bibliografía. 
En Tres Arroyos, el cuerpo de guardafauna depende de la Secretaría de Gestión Ambiental que encabeza Ricardo D’Annunzio, y son seis lo que están trabajando en la actualidad. 
“La función del guardafauna es amplísima. Está la parte de fiscalización, en la que aplicamos el código contravencional municipal ante las faltas ambientales contra las especies protegidas, que está basado en el código rural. Y está la parte educativa, las charlas en los colegios. La Ley de Fauna Nacional invita a las provincias a que se den charlas en la escuela para darle difusión a la ley”, explica. Una tercera función es la del rescate de los animales que pueden aparecer heridos o ingresan a las viviendas, por ejemplo. 
Al rescate 
“En estos años me ha tocado rescatar todo tipo de animales. Y tengo casos insólitos, como el mono del Barrio Escuela N°18. Era un carayá macho, que alguien trajo del norte. El animalito creció y empezó a dar problemas. Hasta que un día me llamaron para que lo fuera a buscar. Para mí fue muy triste cuando lo agarré porque se me entregó mansito y me puso una cara como diciéndome ‘por qué tardaste tanto en venir a buscarme’”. 
Eduardo trasladó al mono a Batán, en donde se iban a ocupar de analizar si podía devolverse a su hábitat. “La gente tiene que saber que un animalito que estuvo tantos años en cautiverio no puede volver a la fauna silvestre, no está preparado, pierde muchos de sus instintos”, advierte. 
Otro rescate muy curioso fue el de un lagarto en el cementerio. “El animalito se había metido en un nicho y yo pude agarrarlo. Y después fue devuelto a su lugar”, cuenta. “Lo mismo que una culebra de un metro y medio que apareció en Castelli al 1300. Me llamaron y la pude agarrar y llevarla al campo. Para mí lo más importante es que la gente no mate a los animalitos que aparecen, que nos llamen y nosotros los rescatamos. Pero matarlos no”, pide. 

Alvarez tiene una importante colección de bibliografía referida a la fauna

Alvarez tiene una página de Facebook en la que comunica los rescates que realiza y también brinda información respecto a las especies y a la importancia que tiene que cada animal ocupe su lugar. “No hay depredador más grande sobre la faz de la tierra que el hombre. Por eso yo siempre hablo de autoextinción, porque el ser humano con su accionar lo que está haciendo es como tirar un boomerang y se olvida de agacharse, entonces se le vuelve en contra y le pega a él mismo”, grafica. 

Pingüinos y cauquenes 
Durante este verano aparecieron más de 30 pingüinos en la costa tresarroyense, la mayoría de los cuales terminó muriéndose. “Por el cambio climático se adelantó la migración y salían del mar totalmente desnutridos. Entonces tuvimos que hidratarlos y darles calor. Algunos logramos salvar”, cuenta Eduardo que se los llevaba a su casa y les hacía el tratamiento en forma personalizada. 
“A los que logramos estabilizar, los trasladamos al centro de rescate que hay en Ingeniero White”, explica. 
A Eduardo se le transforma la cara a la hora de hablar del Cauquén Colorado. “Es monumento provincial porque está en vías de extinción. Es de Tierra del Fuego, pero viene todos los años a pasar el invierno acá, entonces también es nuestro”, cuenta. 
 “Por ignorancia fue declarado plaga en la década del 60 porque en el sur decían que competía con las ovejas, pero después se comprobó que apenas come el 2% de la pastura. Es decir, que no había problemas”, explica. “Mientras que cuando llegaba los corrían de los campos con avionetas… Son gansos silvestres argentinos y chilenos, no hay en otro lugar del mundo. Los tenemos que cuidar”, agrega.  
Una cosa de chicos 
Eduardo aclara que no quiere ser apocalíptico, “pero lo que estamos haciendo con la naturaleza es un desastre. A esto lo salvamos entre todos o vamos al abismo. Y por eso es fundamental educar y concientizar a los chicos. Son ellos los que van a poder cambiar eso”, asegura. 

Con una culebra de más de un metro que capturó en una vivienda de Castelli al 1300 hace un par de años

Por eso no duda en ir cuando lo llaman de una escuela para dar una charla, y lo hace con gusto y con esperanza. “Ver cómo los chicos prestan atención y se interesan me da felicidad. Si logro que al menos uno de todos los que me escucharon se transforme en guardafauna, para mi sería una alegría inmensa”, explica. 
“Un ambiente que tenga a todos sus animales es sano. Eso es bueno para el hombre. Mientras que animal que desaparece deja vacío un nicho ecológico que genera problemas. Y esos problemas son para el hombre”, indica. 
“Me genera tristeza e impotencia lo que está pasando, que haya tanto desprecio por la vida. Pero mis esperanzas están puestas en los chicos”, insiste antes del apretón de manos.  
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