31|03|19 12:40 hs.
Gerardo Christensen y Sofía Urrutia son dos de los integrantes de la compañía de payasos Había Una Vez que entre el 5 y el 7 de abril estarán viajando a capital federal. A ellos se les sumarán Estefanía Galván, Cintia Daddario, María Melián, Juan Pablo Osses, Laura Arias, Juan Fernández, Diego Wilgenhoff, Guillermo Jaime, Verónica Solans, Tomás de la Lama, Javier Oroquieta y Juan (el chofer de la combi que siempre los acompaña y ayuda).
Como dice Gerardo “estamos a full con el viaje. Esta va a ser la cuarta vez que vamos; el anteaño pasado hicimos el primero y vamos dos veces por año –setiembre y abril. Este año cumplimos el 2 de abril nuestro cuarto aniversario como compañía y para festejarlo decidimos viajar a visitar hospitales de allá. Recorremos junto al Club de los Peladitos la parte pediátrica del Hospital Militar Cosme Argerich y este año se van a agregar un par más que estamos esperando la confirmación. Es ir a regalar sonrisas, pasar un momento con las familias".
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"Exacto -agrega Sofía- es como hacer un paréntesis con la situación que ellos viven y para nosotros también. En muchas oportunidades te volvés a cruzar con la misma gente de viajes anteriores que realizamos y es muy duro porque mientras nosotros regresamos ellos siguen ahí".
Momentos únicos
Para la compañía cada viaje que realizan es una experiencia única, por esto es que ambos coinciden en disfrutarla. Desde lo humano tiene un fuerte contenido pues para Sofía "pasás por todas las emociones. Desde los preparativos, de cuándo salimos, cómo llevamos lo que tenemos que llevar hasta que llegamos al hospital. Ahí al trasponer la puerta te encontrás con realidades diferentes, son momentos hermosos pero la vuelta es dura. A mi por lo menos me pasa de llegar a mi casa y quebrarme ahí" dice sumamente emocionada.
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Gerardo con esa situación cuenta que mucha gente le pregunta "y la vuelta ¿cómo es?". El lo hace con mucha naturalidad contando que "hay mucha gente que hace más de un año que no va a su casa. Recordá que muchos de los pacientes que vemos son nenes con tratamiento oncológico y están de lunes a viernes haciéndolo. Son de Formosa, de Salta, de Jujuy y los días que le dan para descanso no tienen los recursos para viajar así que se quedan en capital. A veces es la familia la que viaja a visitarlos. Nosotros conocimos un caso que un nene conoció a su hermanito tres años después y a los pocos días que estábamos en capital iba a viajar a conocer familiares porque de muchos no tenía registro. Esas cosas sí son duras. Cuando volvemos y me preguntan eso yo contesto que ‘vuelvo con más ganas’; es como que valoramos más la vida. Si tenemos un problema y lo comparamos con lo que vemos allá… chau problema".
Comparación
Esto se demuestra por sus relatos y ellos cuentan que lo que ven en capital hace que los cuestiones que surgen acá con solo pensar en lo que vieron o vivieron allá no existe comparación. "Es mínimo lo tuyo con lo que vimos allá" señala Sofía.
En el Argerich han visto distintas problemáticas de la salud: desde chicos que están esperando por un trasplante, nenes que están bajo tratamiento oncológico, "o como me pasó a mí que había entrado en una habitación y detrás mío apareció el doctor para decirle 'bueno vamos para el quirófano'. Cuando salió de la habitación hicimos un 'choque los cinco' y se fue para cirugía con una sonrisa".
Al grupo le pasó de entrar en una sala con chicos con severos problemas de discapacidad "y si bien ellos registran sólo algunos movimientos nos dimos cuenta que cuando nos alejábamos para irnos hacían movimientos como para que 'no te vayas'. Nosotros tenemos pautado unos diez minutos por habitación pero no quieren que te vayas".
Algo que también se manifiesta en las familias porque "están muy solas en capital -dice Sofía-. Es como que te piden que no te vayas, un abrazo o un beso y es sentirse que formas parte de ellos".
Sorprendidos
También cuenta Gerardo que la gente se muestra sorprendida cuando nos presentamos como compañía y que somos de Tres Arroyos, a 500 kilómetros de allí. Que autogestionamos nuestro viaje, gracias a Dios y con ayuda de la comunidad apoyando nuestros eventos".
"Estas personas se muestran agradecidas y seguimos vinculados a través de nuestra página Había Una Vez y los lápices o libro que mi hijo está recibiendo poder donarlos otros nuevos para que otros lo reciban'".
Había Una Vez tiene -gracias a Anabel Díaz- ayuda de gente de Tandil, Balcarce, Bahía Blanca, Mar del Plata hasta de Ecuador que se ha sumado con donación de libros de cuentos, de lápices de color, de dinero para poder realizar este viaje. Esto se junta con la gran “colaboración de toda la comunidad tresarroyense que es la que siempre ayuda en cada viaje” dicen los dos.
Cumpleaños y viaje
El 2 de abril van a estar festejando su cuarto cumpleaños en la Biblioteca Sarmiento a las 16, abierto a la comunidad. Allí van a estar sorteando un bono que han puesto a la venta y que les permitirá viajar a Buenos Aires. Había Una Vez invita a la familia a pasar este momento.
Viajarán a capital junto con el Club de los Peladitos y Detonados son en total 15 los que estarán rumbo a esta nueva movida de alegría e ilusión.
Para quienes quieran colaborar o donar algo se ruega acercarlo a la Biblioteca Sarmiento: libros de cuentos, lápices de colores, barbijos, alcohol en gel, y fundamentalmente juguetes para bebés. En todos los casos se piden que sean nuevos por una cuestión de higiene.
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Situación límite
En su último viaje a Buenos Aires les tocó vivir una experiencia más que distinta. Estuvieron en un refugio de violencia de género creado por Nancy Uguet, el Refugio Uguet Mondaca en Burzaco. Ahí vivieron una situación más que particular porque se encuentran alojados mujeres con sus niños.
Ellos fueron a hacer su espectáculo contactados por Jimena Adúriz, la madre de Angeles Rawson y madrina del refugio.
Allí conocieron chicas recuperadas de la trata de personas, de redes mejicanas "todo lo que vimos en películas estaba ahí. Entrar al lugar y que haya policía en la puerta te daba la peligrosidad del lugar en el que estábamos. Ahí tuvimos que cambiar todo nuestro libreto no podíamos tener ni una palabra ni un gesto que tuviese que ver con la violencia. Nuestra rutina en ese momento fue muy diferente... antes de hablar tenías que pensar muy bien lo que ibas a decir".
La situación era más que particular "imaginate –dice Sofía- que los chiquitos estaban de espalda, te miraban de reojo".
Realidad diferente
Luego de esto ellos gradecieron a Nancy Uguet esa posibilidad y lo reconfortante fue que les dijera que el ver que estos chicos terminaron riéndose, bailando o sentado en sus faldas era algo que hasta ese momento no lo había visto nunca. "Hay una foto en la que este chico está sentado arriba mío mientras cuento un cuento, esto te reconforta pero es muy difícil" dice Gerardo.
"Nosotros no sabíamos bien lo que íbamos a enfrentar –cuenta Sofía- entrar a un lugar rodeado de policías con chalecos ya lo marcaba".
Esta para ellos ha sido una experiencia más que fuerte, el estar ahí y saber que no pueden tocarlos pero que de a poco se vayan soltando y hasta terminen bailando marcan el tipo de lugar al que fueron.
Payasos todoterreno
Gerardo cuenta que cuando empezó con esto de dar clases siempre quiso "un payaso todoterreno, no quiero un payaso de pista o uno de calle. Que tenga un entrenamiento que le permita no sólo ir a un hospital sino que en estas situaciones en la que se respira la violencia pueda generar una rutina totalmente opuesta a la que está acostumbrado. Esto es lo que hace la compañía, el estar preparado para ir a una plaza, a un hospital, un comedor, un refugio, una biblioteca ... donde sea y ser un auténtico payaso. Donde nos invitan ahí vamos".
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Las ilusiones que llevan
En cada viaje que realizan a capital llevan libros de cuentos, marcando la importancia que estos tienen para que los familiares les lean. Lápices de colores o negros, para que puedan dibujar y colorear. Barbijos y alcohol en gel, algo más que necesario porque como cuentan hay chicos que los tienen que cambiar cada hora porque se humedecen. Esto lo dejan en el Club de los Peladitos para que los usen y así poder hacer visitas a los chicos. La compañía lleva una combi llena de estas cosas, también golosinas, globos y los trucos de magia que siempre les arranca una sonrisa. Esto es como parte del "payaso hospitalario".
En Tres Arroyos
Pero también en nuestra ciudad lo hacen en la parte de Pediatría del Hospital Pirovano. Una vez por semana "vamos a este lugar. Les hacemos algo de globología, un libro de cuentos, un truco de magia, lápices, algún juguete como para robarles una sonrisa y hacer un poco más llevadero todo" cuenta Gerardo.
No sólo visitan a los chicos porque en alguna oportunidad como no hay chicos en Pediatría van a clínica Médica y allí "saludar a la gente mayor porque todos tenemos el niño vivo dentro" dice Sofía.
Dónde funcionan
La compañía Había Una Vez funciona en la Biblioteca Sarmiento donde Sofía es la encargada de darles clase a los más chiquitos -de 3 a 6 y de 7 a 12 años-.
Esta es "nuestra casa -dice Sofía-. Los martes con los más chicos y los jueves con el otro grupo. Y los martes de 20 a 22 con los más grandes preparándolos en un taller de payasos y clowns. Estos son los que a futuro estarán para realizar los viajes porque no es sólo ponerse un barbijo, vestirse e ir a un hospital. Hay que prepararse porque se debe hacerlo con un vocabulario diferente, seguridad e higiene tanto por el paciente como por el payaso. Hay todo un protocolo para hacerlo porque hay que preguntar primero a quién se puede visitar, hay casos en los que no pueden comer golosinas o situaciones para los que sólo algunos están preparados para enfrentar. Las enfermeras son las que colaboran con nosotros, forma parte del entrenamiento".