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Tres Arroyos, VIERNES 29.03.2024
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Semántica

Por Juan Francisco Risso


Al principio fue el gruñido. Un tipo vestido con piel de oso señalaba hacia arriba y gruñía. Eso podía significar “cielo”, o que algo vendría del cielo. Y lo mismo con un árbol o con un megaterio. Aún en clave de humor, esto lo refleja Borges en El Informe de Brodie, cuando describe a los yahoo. 
Luego, cada cosa tuvo su nombre. Pero pasamos de largo, y la cosa se hizo más sofisticada. Miren la wiki: “El término semántica se refiere a los aspectos del significado, sentido o interpretación de signos lingüísticos como símbolos, palabras, expresiones o representaciones formales”. 
 “En principio las expresiones del lenguaje formal o de una lengua natural admiten algún tipo de correspondencia con situaciones o conjuntos de cosas que se encuentran en el mundo físico o abstracto que puede ser descrito por dicho medio de expresión”. Ríos de tinta han corrido. Umberto Eco fue un capo en esto. Pero basta de aprontes. “Merodear”, para la RAE: 
“1. intr. Vagar por las inmediaciones de algún lugar, en general con malos fines”.
El caso es que el Derecho Penal jamás permite que alguien pueda ser penado por sus pensamientos (cogitationis poenam nemo patitur); y tampoco permite penar por “actos preparatorios” (el único, que recuerde, es tener una máquina para falsificar dinero). Pero la policía suele esquivar estas premisas básicas para molestar y complicar a pibes morochos, de vestimenta modesta, y qué decir del buzo con capucha… 
Los “malos fines” de la RAE son una cuestión subjetiva, y sólo atacable cuando algo se concreta. Lo cual no excluye la vigilancia. Pero los gorra no siempre siguen la buena praxis policial. Sin duda, un perejil mejorará las estadísticas aún sin haber revelado ningún mal fin. El resultado real es nulificar la causa penal, a veces con pruebas a la vista. Y culpar al juez de la causa y a Zaffaroni. Ya he publicado sentencias.
Y bien, el merodeo se quiso convertir en delito, en épocas en que Miguel Angel Toma tallaba fuerte. Aún recuerdo su debate con Stolbitzer, que en esa ocasión defendió la legalidad bravamente. Porque hasta un reloj descompuesto da la hora exacta dos veces por día. Y allí estaba Margarita. 
El problema es que la gente buena, temerosa de Dios, cree que ellos están al margen de la arbitrariedad policial, y que nada tiene que ver en esto. Pobrecillos… la policía tardará 48 horas en captar las facultades que le otorga el delito de merodeo. Tarde, estas buenas gentes se darán cuenta que están en manos del Sargento García y del Capitan Monasterio, como suelo decir. Y ahí recordarán que El Zorro murió solo y seco en un monoambiente de Buenos Aires. Yo viví eso antes de que la justicia penal desembarcara en Tres Arroyos, madre de dios… no saben lo que es tener jueces y fiscales aquí. Agradezcan. 
Pero esa pasión por el perejil existe. Y se habla de merodeo, como modo de acusarlos de algo. ¡Qué bueno poder leer los pensamientos de otro! Deberían estar en el Cirque du Soleil y no en un móvil. Porque captan las “malas intenciones” de un tipo que va por la calle, y -tras captarlas- se lo llevan, obviamente. Cuando en Derecho Penal se desciende, hasta chapalear en el barro, ahí encontraran a la asociación ilícita (delito, según el Código) y al merodeo, delito más bien imaginario. Ese es el fango del Derecho Penal. 
Punto dos: traílla. “Cuerda o correa con que los cazadores llevan atado al perro”. RAE. Esa la conocía. Pero a un español le escuché “atraillar”. Que sería usar esa cuerda para sujetar al perro. 
El caso es que este español, versado en el tema, lo usaba en sentido figurado; hablaba de quienes supuestamente combaten el delito, de las libertades que pueden llegar a tomarse, y ejemplificaba con una jauría que se escapa a las indicaciones del amo, y cuando eso sucede “…es muy difícil volver a atraillarlos”. Buen ejemplo… ¿quiere verlo? Googlée “juez noel”, ponga el video y mire a esa policía. Escúchelos. 
La policía marplatense agarra a un pobre perejil que nada hizo, y un abogado, en cumplimiento de su mandato profesional, digámoslo así: “se mete”. Los muchachos agarran al boga, lo voltean y lo ahorcan al punto de que no puede respirar, vea el video. Profesionalismo cero. Allí llega el juez Noel y habla con la policía. Como no tiene resultados va al Colegio de Abogados y regresa con su presidente. El perejil aprovechó para irse. Y los gorra insultan de arriba abajo al juez. Todo filmado. Ahí tiene a los perros sin la traílla. 
La municipalidad marplatense declaró públicamente que era un caso de violencia institucional, vaya anotando. Pero Conte Grand, jefe de los fiscales, bajó a Mar del Plata y ascendió a dos policías que intervinieron en el evento. Y las noticias se torcieron todas. Creo que todas. 
Viene entonces la parte en que “el delincuente” escapó. Lo único real es que era un tipo de campera roja. Pero si vd. lo pone como “delincuente”, y le agrega que el juez lo hizo escapar, ahí tiene armado un tinglado, como diría un español. Se consiguieron unos testigos para decir que el juez insultó a los policías, aún cuando en la filmación aparece como el tipo correcto que es. Tengo con él diferencias ideológicas irreductibles, es cierto, pero también sé que hace de los modales un culto. Agarra los cubiertos en forma diferente a nosotros, mastica en forma diferente… un dandy, incapaz de putear en la calle como un carrero. Parte que casualmente –o nada casualmente- no aparece en la filmación. 
En ningún caso se especifica por qué el campera roja era delincuente; ni tampoco como de la presencia del juez se sigue el escape de ese supuesto delincuente. Que ameritaba una explicación racional. Faltó decir que el juez le hizo cosquillas a quien atrapaba al “delincuente”, que el policía rompió a reír y perdió el tono muscular. Haría juego con lo demás. Y ahí escapó el llamado “delincuente”. O “merodeador”. Sería lo más serio de un relato que no resiste el menor análisis. Empezando porque Noel pedía que dejaran respirar al abogado. Nada más. 
Solo pido disculpas por haber pertenecido -alguna vez- al mismo espacio político que Conte Grand. Fue porque todavía era pibe. Perdón. Y ojo con lo que le dicen. Fíjese bien qué palabras le quieren vender.   
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