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Pasaron casi tres décadas, veintiocho años para ser exactos, divididos en partes asimétricas. Ocho años iniciales ajustados a dos períodos, como manda la ley hasta que la política mete su mano y reescribe lo que antes parecía intocable.
Luego veinte, superando lo razonable y al ritmo del voto popular. No al de una República sana que muchas veces colisiona con el veredicto de las urnas cuando advierte los peligros del exceso del tiempo en el poder, las confusiones entre lo privado y lo público que esto siempre supone y lo necesario de fomentar la renovación y restringir los personalismos, que en general y en particular no son buenos en una democracia. Primero Aprile, luego Sánchez. Dos estilos, dos tiempos políticos diferentes.
Tres Arroyos se transformó, pero el vecinalismo perdió en las urnas y adolece de un liderazgo claro. Cómo se reinventará será una incógnita que no depende de esa fuerza de manera exclusiva, en una sociedad que miró, en este proceso electoral, lo local con ojos provinciales y nacionales. El electorado no tiene dueño y la oferta electoral, no poder tener anclaje nacional y provincial, descuida inexorablemente los intereses de los vecinos y vecinas de la ciudad. Una estrategia que funcionó para esa fuerza en el pasado pero que hoy parece anacrónica.
El vecinalismo necesita reflexión profunda, replanteo político, pasos al costado y profesionalización dirigencial. O le espera un largo letargo político.
Juntos por el Cambio, al igual que en el ámbito nacional padeció las consecuencias de una interna. No porque las internas sean malas per se, si no por no poder salir fuerte de las mismas. La sociedad no percibió un trabajo cohesionado a nivel local del en pos del triunfo. Nuevamente sus exponentes le perdieron el termómetro a la gente, al igual que en el 2019. Por si esto no fuese suficiente, sufre la ausencia de un vértice claro que unifique un discurso consistente. Y esa realidad hoy se ve potenciada por la migración de sectores del PRO al mundo libertario y las confusiones conceptuales que eso supone a todo nivel en esa coalición política.
En ese desorden, la UCR espera su momento, pero no despega de manera ordenada de su papel de socio menor, siendo el mayor y es esa es la paradoja, de una sociedad en la cual nunca estuvo cómoda. “Mi límite es Macrí” confesó en su tiempo Raúl Alfonsín y parece que los últimos movimientos del empresario-político confirman los prejuicios del oriundo de Chascomús.
El mundo libertario hizo pie en nuestro distrito, captó un lugar en el Concejo Deliberante, pero al igual que a nivel provincial y nacional, es una melange de ideas y de integrantes, contradictorias y variopintos, tratando de hilvanar una propuesta apropiada a la realidad del municipio. En ese contexto, les resultó muy difícil expresar un mensaje local adecuado, como se vio en la serie de debates a intendente locales, donde exhibió mucho ruido y pocas nueces. Su performance parece más producto del arrastre nacional que de su peso específico propio.
El peronismo retornó al poder articulando su camino al sillón de Camet munido de un sólido candidato y una campaña profesional que aprovechó la dispersión del voto local y la carencia evidente de contrincantes de fuste. El contexto fue aprovechado con eficacia.
Inicia un tiempo nuevo en su historia local luego de muchos años en donde una fuerza política vecinal controló en solitario la sala de máquinas del municipio. Esto último es un desafío mayúsculo y requiere una selección adecuada de funcionarios y funcionarias, una rápida adaptación a las estructuras gubernamentales del nuevo elenco de gobierno y una coordinación adecuada del equipo de gobierno por parte del nuevo jefe comunal.
“Tomarle la mano” a una administración que funcionaba inercialmente, es la clave central de la primera etapa del nuevo gobierno para la cual el intendente electo hilvanó un gabinete que conformó con gente que venía del anterior gobierno, con extra partidarios, con integrantes de su propio espacio y con profesionales del mundo privado. Tendrá que tomar la batuta con decisión. Los músicos y las músicas, pocas, por cierto, de la orquesta armada tienen condiciones, el Director también. Se tratará entonces de buscar su afinación correcta para afrontar los problemas de una ciudad en donde las dificultades sociales y económicas son más parecidas de lo que creemos a la realidad compleja del país.