Opinión

Ahí tienen la respuesta los que aún se preguntan qué nos pasa

08|10|23 11:47 hs.

Señora directora:


No sé si lloré por mí o por la Patria al leer la nota de mi tocayo Pablo Vaca, La máquina de hacer rotos y descocidos (Clarín, 04/10/23). A veces pasa, llorar por la desdicha de los demás, o bien por la angustia de ver a nuestro país caer. No sé si lo hice por mí o por la Patria pero en ese instante pensé en los desgraciados y desgraciadas que a diario vemos en las calles de Buenos Aires. Son los rotos de la Argentina, dice Pablo, más pobres aun que los indigentes. Comparten con ellos la pobreza y además algunos padecen locura (Diría que es una consecuencia de su desesperación). Constata que hay cuatro millones de compatriotas a quienes no les alcanza ni siquiera para ser pobres.

Tampoco para que muchos sientan lástima por ellos. Hay quienes ni los miran, ni qué hablar de los políticos que los usan. No por repetitiva la imagen deja de ser desoladora. Bien quisieran esos perros ser amados, tan sólo domesticados como pedía el zorro al Principito. Habría que indagar en sus miradas qué piensan cuando ven a las mascotas pasar a su lado. ¿Acaso las envidian? ¿Qué escribiría Baudelaire de ellos? ¿Y Evaristo Carriego, el poeta de los suburbios, qué hubiera dicho? Algunos pueden ser peligrosos sí como el tal Báez que apareció flotando en el lago de la Plaza Sicilia en el barrio de Palermo, o el asesino de Mariano Barbieri, ocurrido no muy lejos de allí, pero la mayoría son dignos. Al ver a esos compatriotas acarrear la basura de los demás pienso merecen el mayor de nuestros respetos.

Contrasta Pablo el presunto fracaso de los menesterosos con el éxito malhabido de los caraduras. Es tan cierto como indignante. También que la imagen del yate es la metáfora del fracaso colectivo. Al fijar los ojos en esa aberración pensamos: nuestro país es un buque a la deriva que se hunde. ¿Quién se anima a decir yo argentino cuando hay tantos caídos y olvidados? El éxito de los corruptos es tan efímero como impostor y denigrante, dirán muchos. Cierto, algún día conocerán las rejas (que la esperanza nos sirva de consuelo o el escarnio los condene).

Para terminar agregaría, al menos tienen el mérito de explicar con palmaria realidad qué es lo que nos pasa. ¿Cómo es posible que en la Argentina ubérrima del petróleo y el gas, el litio y los cereales, haya tantos sumergidos? Pues ahí tienen la respuesta. No más debates. Basta pensar en el caso Insaurralde.

Luis Pablo Richelme 




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