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Es la escritura una pequeña ventana al alma. El autor muestra en su estilo, en las palabras y en la forma de utilizarlas, la manera en que elige contar una historia. Cómo decide presentar una anécdota, redactar una poesía, expresarse. Juana Ofir Gerónimo escribía bien, pero no es tal virtud lo más importante; lo hacía con profundidad y de un modo ameno.
El 15 de junio tuvo lugar su fallecimiento en nuestra ciudad. Era viuda de Pepe Rivas, con quien se casó en 1957; mamá de Laura; Noemí (la directora municipal de Cultura y Educación); y Marcelo.
Desde que cursaba en la escuela primaria le gustaba escribir. En una entrevista que este diario le realizó en 2017, contó que la maestra de sexto grado en el Colegio Nuestra Señora de Luján, la hermana Dolores, “casi todos los días nos pedía lo que se llamaba antes 'composición'. Había que volar con la imaginación, o tiraba un título o ponía una lámina en el pizarrón para que podamos escribir. Hacíamos competencias y eso estimulaba mucho a la escritura".
La demolición en 2011 del edificio del Hogar de Niños El Amanecer la impactó, un lugar “por el que siempre tuve mucho cariño y por la gente y el grupo que conocí que fue maravilloso -dijo por entonces-.Cuando vi que lo derrumbaron me movió algo, me llegó mucho y empecé a escribir. He mandado para publicar en el diario poemas para el Día de la Madre, el Día del Padre, lo que escribí de mi papá a pesar de tantos años de faltar me impactó mucho. Para el Día del Amigo, para el cumpleaños de Tres Arroyos, siempre lo mandé al diario".
Su último artículo formó parte de nuestra edición del domingo 30 de abril, llevó como título “Postales de mi barrio”. Con descripciones del lugar donde vivió y especialmente acerca del nacimiento de Argentino Junior, club que el 1º de mayo cumplió 76 años.
De muy pequeña, vivió en un campo cercano a De la Garma, donde jugaba a ser maestra. Su familia se trasladó a Tres Arroyos, a una casa de calle La Madrid, y ella cursó en el mencionado colegio los niveles primario, secundario e hizo la carrera docente. Ya casada con Pepe Rivas, su vivienda estaba ubicada en la primera cuadra de Humberto Primo.
Se recibió en 1952, fue maestra en el campo, dio clases en forma particular, se desempeñó en Copetonas y luego en nuestra ciudad, trabajó en la Escuela 12, en la Escuela 4, en la Escuela 8 y en la Escuela 1. Tuvo “cientos y cientos de alumnos”.
Sentía gratitud con Dios y con sus padres “que te permiten hacer lo que es tu vocación”.
Hablaba con mucho amor de su familia, de la bendición también que significa la llegada de los nietos.
Las palabras y el alma. Una ventana que Juana abrió con generosidad, a través de sus textos, y que este diario tuvo la maravillosa oportunidad de publicar.