Hugo Ricciuti se emociona cuando habla de la expansión que tuvo la Escuela (Agostina Alonso)

La Ciudad

En Monte Grande

Creó una escuela secundaria en su empresa y hoy tiene 500 alumnos

23|04|23 08:44 hs.

Por Alejandro Vis


El Perdido, el pueblo que forma parte del partido de Coronel Dorrego, es el lugar donde Hugo Ricciuti vivió los primeros años de vida. La infancia, la primaria en la Escuela 4, el tiempo compartido con compañeros y amigos. Es el mayor de cuatro hermanos y una decisión que tomó a los 11 años lo llevó a residir en Tres Arroyos. “A esa edad terminé la primaria, porque cumplo años en junio. Yo quería estudiar carpintería, ni siquiera sé bien porqué; pero mis padres tenían otra idea, Dorrego quedaba más cerca y contaba con un Colegio Nacional. Hubo un poco de discusión familiar, finalmente aceptaron y pude inscribirme en lo que era por entonces la ENET N°1”, señala en una entrevista con La Voz del Pueblo.

Entre los motivos que contribuyeron en el visto bueno de la familia a su incorporación en la Escuela Técnica, menciona “la ayuda de la tía que vivía en Tres Arroyos”. Encontró alojamiento en “una pensión de la familia Beguiristain, muy querida para mí. Donde estaba la vieja EIMA, en avenida del Trabajador y Solís”.


La actual planta de Indelama fue finalizada en 2005, en la cual funciona la escuela




Realizó los estudios en carpintería, con una duración de cuatro años, “más corta que electromecánica”. Al describir ese período, dice que “era un mundo desconocido para un chico que venía del campo ¡tengo tanto respeto y admiración por ese colegio que me dio la base para lo que ha sido mi vida! A pesar de los cursos y programas de capacitación que después hice para ampliar conocimientos”.

Posteriormente, se radicó en Bahía Blanca. Recuerda que “no pude iniciar una carrera universitaria, a pesar de que estaba el proyecto, porque tuve que salir a trabajar. Mi padre se encontraba atravesando una situación complicada de enfermedad”. En un contexto adverso, agradece que “enseguida conseguí un empleo y eso me dio otras herramientas” y reitera: “hago hincapié en que la raíz profunda de mi educación se la debo a la Escuela Técnica”.

De adulto, cuando surgió la oportunidad, participó en propuestas para “extender mi formación. La tecnología cambia continuamente y hay que estar preparado ante nuevos desafíos”.

Hugo es integrante de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días (también conocida como iglesia mormona) y durante dos años realizó una tarea como misionero. Relata que “regresé a Bahía Blanca a los 22 años. Tenía trabajo asegurado en una carpintería, me habían guardado el lugar, y seguí un tiempo hasta que uno de los dueños falleció. Me ofrecieron un empleo en Buenos Aires, por este motivo me mudé”. Allí conoció a su ex esposa, la madre de sus hijos, se casó e inició un nuevo emprendimiento laboral.





“Me asocié con un amigo mío Adolfo y su padre, empezamos un taller, una sociedad de tres en 1974. Estaba ubicado en Monte Grande”, explica. Fueron los primeros pasos de la empresa de carpintería de media y alta gama, cuyo nombre es Indelama, que en la actualidad posee aproximadamente 200 empleados. “El papá de Adolfo falleció, mi amigo no quería seguir con el negocio y yo quedé a cargo de la empresa”, puntualiza.

Indelama tuvo un proceso de crecimiento y en el año 2000 se inició la construcción de una nueva planta, “a siete u ocho cuadras del primer taller. Por toda la crisis de 2001, la obra se demoró un poco y finalizó en 2005”. Por razones de trabajo se quedó en Monte Grande, “compré mi primera casa, nacieron mis cinco hijos”; es la ciudad cabecera del partido de Esteban Echeverría, ubicada a 28 kilómetros de Buenos Aires.

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La dificultad de acceder a mano de obra calificada, dio lugar a un sentimiento cada vez más claro en Hugo. Nació el sueño de generar una escuela de oficios. Habían probado con formar personal en la empresa, pero llevaba mucho tiempo y era de pequeña escala. También impulsaron una experiencia positiva mediante un programa con el municipio, tomando a jóvenes inscriptos en la bolsa de trabajo, aunque la iniciativa no tuvo continuidad.

En el año 2000, un asalto que sufrió quien era su esposa en la puerta de la fábrica, cometido “por unos jovencitos”, provocó primero bronca y posteriormente, la convicción de que debía avanzar con el proyecto de construir una escuela. Reflexiona que “hoy estamos muchísimo peor que en aquel momento, pero al pensar en esos pibes con un arma en la mano robando en la calle me pregunté ¿cómo no están en el colegio?”.

Al describir las condiciones en qué llevo adelante esta idea, sostiene que “nos encontró en un momento económico en el que podíamos hacer un esfuerzo diferente, mis hijos estaban ya crecidos, una cantidad de factores hicieron que pongamos el énfasis en concretar el proyecto”.


En El Perdido, con Tita Gutiérrez, quien fue su maestra en la escuela primaria


No inventó nada, tomó en cuenta “aquellas históricas ENET” e hizo algunas adecuaciones para adaptar las estructuras a los cambios. Luego de buscar socios estratégicos, llegó a la conclusión de que “la razón fundamental” que constituía un obstáculo era la falta de espacio físico. En el predio de Indelama disponían de lugar, por lo cual -con el apoyo de su familia- se construyó un edificio para la futura escuela de “750 metros cuadrados, once aulas, salón multiuso, lugares para la administración”.

En 2008, la obra estaba finalizada, si bien “la santa burocracia” postergó la puesta en marcha. La pretensión de Hugo consistía en que el establecimiento se sumara al sistema educativo formal, quien cursara seis años recibiera un título con validez oficial.

Un hecho fortuito, en la visita de una delegación de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, modificó la realidad. Uno de los miembros del grupo le preguntó a un colaborador de Hugo que era “ese edificio” y la respuesta -como no podía ser de otra manera- fue “la escuela”. Así llamaban en Indelama a las instalaciones, que en ese momento eran utilizadas como oficinas. Pocos días después, se concretó una reunión entre Oscar Pascal, decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y Hugo; el comienzo de un camino que llevó sesenta días después, en octubre de 2011, a la firma de un acta acuerdo que dio origen a “la primera escuela técnica pre-universitaria de la República Argentina, por una asociación entre una empresa privada con una universidad nacional”.

Realiza trabajos en madera para “hotelería, clínicas, hospitales, edificios religiosos”, entre otras obras. Fue fundada en 1974, hace 49 años. Hugo señala que “el segmento nuestro apunta a producciones a medida, en media y alta gama. Es en lo que sentimos que somos buenos”.


Destaca que “sin saberlo, yo tenía la mitad del emprendimiento resuelto porque contaba con el espacio físico, me faltaba el marco legal. Ellos obtuvieron todas las autorizaciones que se necesitaban, lo pudieron hacer, pero no tenían las instalaciones. Se produjo una complementación perfecta”.

En marzo de 2012, la Escuela Tecnológica Ingeniero Giúdice -tal es su nombre- abrió el primer ciclo lectivo con 54 jóvenes inscriptos y “hoy hay 500 estudiantes”, subraya. La Universidad Nacional de Lomas de Zamora brinda el recurso pedagógico, mientras que Indelama garantiza la sede, lo correspondiente a infraestructura. 

“Es un área educativa de la Universidad, con la cual conseguimos títulos habilitantes, no hubiera sido posible sin el respaldo de ellos”, valora.


Con sus cinco hijos, de los cuales tres se desempeñan en la empresa


En su análisis, le otorga relevancia al nivel académico y a la actitud de los estudiantes, porque “hemos logrado que en esta situación tan conflictiva que vivimos como sociedad, en el colegio se cumplan las normas, los alumnos se traten bien y respeten al profesorado”.

Transcurridos más de once años desde el primer día de clases, expresa “un sano orgullo por el equipo de la empresa y los docentes, como se ha mancomunado. Hay chicos que, por ejemplo, están haciendo educación física y ven al personal trabajando. Se registra una sinergia, a su vez los trabajadores observan a los alumnos cuando van a clase. Los estudiantes pueden visitar el taller, hace que se vean con un futuro real”. Ya hay tres grupos que completaron los seis años de formación secundaria.

Indelama ha incorporado a egresados de la escuela. En este sentido, Hugo indica que “yo soy más de la idea de que los jóvenes, en la medida que puedan, cursen los estudios universitarios. En la Facultad de Ingeniería y en otras carreras, el aporte de alumnos que salen del colegio es importante. Más del 80 por ciento de los que ingresan, finalizan una carrera, el nivel de retención es alto y nos alegra mucho”. Las expectativas en el corto plazo, en dos o tres años, son sumar también “egresados de la Universidad”.

Deja en claro que lo más significativo es que los estudiantes incorporan herramientas para defenderse en la vida, un horizonte que los fortalece. En 2018, la Universidad Nacional de Lomas de Zamora le entregó el Doctorado Honoris Causa, por su contribución decisiva en “la fusión entre los sectores productivos y la educación”. Lo recibió con mucha emoción, gratitud a Dios, toda su familia, los amigos y la mencionada casa de altos estudios.

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Tres de sus cinco hijos están integrados en Indelama. Otro eslabón en la cadena, para dar continuidad a la actividad que Hugo inició en 1974. 

Considera que “la empresa es la consecuencia de buenas ideas, pero el esfuerzo y el sudor lo ponen los empleados que están todo el día laburando. Tengo que pensar que me puedo retirar, pero debe seguir funcionando porque esta gente necesita tener su ámbito de trabajo y ganar su salario como corresponde”.

Es un hombre de fe y de convicciones. En el cierre del diálogo, comenta que “en mi vida intento estar siempre del lado de los que aportamos alguna solución, porque para reclamar nos ubicamos todos en primera línea. A veces hay que dejar de reclamar y pensar qué más podemos hacer nosotros, no desde el individualismo, sino desde la fuerza conjunta de los que pensamos en el bien común o la contribución social empresaria”. Concluye en que “es necesario involucrarse para ayudar a quienes, por distintas razones, no están en las mejores condiciones para ayudarse por sí mismos”.

El regreso a la Escuela Técnica

El sábado 15 del presente mes se reencontraron ex compañeros de la Escuela Técnica de Tres Arroyos, que iniciaron sus estudios en 1964. Hugo Ricciuti afirma que “me temblaban las patitas. Pudimos recorrer el viejo taller de carpintería, ver los tornos, fue un momento de una renovación de vida tremenda. Posiblemente por el recuerdo que tengo del colegio y el encuentro con el resto de los muchachos”.

Cuenta que “nos habíamos reunido hace cinco años en Monte Grande, vinieron todos a la fábrica. A algunos hacía muchísimo tiempo no los veía. Son ocasiones para compartir, un día lleno de emociones, es muy gratificante”.

En la mayoría de los casos, el vínculo que los une es “el recuerdo de esos años en el colegio. Porque después cada uno siguió su camino”.

Le hizo muy bien la actividad realizada hace pocos días en nuestra ciudad. Afirma que “fue una jornada realmente de alto voltaje emotivo, una charla profunda, escuchar parte de la vida de cada uno. Para mí significó una renovación total”.

Desde 1974  

La empresa Indelama es del rubro carpintería, comercializa en todo el país y hace “alguna exportación a Chile, Uruguay, el Caribe”, enumera Hugo Ricciuti.

Realiza trabajos en madera para “hotelería, clínicas, hospitales, edificios religiosos”, entre otras obras. Fue fundada en 1974, hace 49 años. Hugo señala que “el segmento nuestro apunta a producciones a medida, en media y alta gama. Es en lo que sentimos que somos buenos”.