24|02|23 08:48 hs.
Miguel Espeche llegó a Claromecó por primera vez, invitado por su hija que recientemente se instaló junto a su pareja y una bebé de un año en Tres Arroyos. En un espacio de su tiempo libre, aceptó encontrarse con La Voz del Pueblo, oportunidad en la cual charló sobre la pandemia, los vínculos y los desafíos de crianza.
Para el psicólogo, todavía no es posible dar cuenta de los efectos de la pandemia: “son heterogéneos, hay gente que lo vivió incluso con beneplácito porque estuvo adentro de la casa, no le gustaba salir desde antes, pero se vio en general una especie de pesadez para los movimientos. Hay quienes quieren seguir online, otros que prefieren estar presencial, ahora se está revirtiendo, pero las empresas están teniendo problemas para armonizar”, explicó.
Sin embargo, Espeche señaló que la pandemia también significó para muchas personas la posibilidad de dar un salto. “Internet es una protagonista esencial de este movimiento, antes se decía que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires, pero ahora atiende en la computadora o en el celular de cada uno. Mucha gente se ha venido para lugares más tranquilos, mi hija es psicóloga y se vino para acá, mantiene los pacientes de Buenos Aires, mientras tanto se va afincando en un lugar que tiene condiciones de vida, por lo que veo, Tres Arroyos es una ciudad pujante, pero más saludable para la vida cotidiana sobre todo teniendo un bebe de un año y medio”.
“Licuación de figuras”
Miguel observó que el argentino no vive una incertidumbre pura donde no sabe qué va a pasar. “Hay una especie de impureza en esa incertidumbre, es una creencia cierta de que van a venir cosas malas. Lo vemos a través del bombardeo mediático y sobre todo en el terreno de la economía y lo que eso afecta a las relaciones humanas que genera una gran tensión; entonces todos los conflictos se enardecen”, manifestó.
El psicólogo agregó además que hay una profunda licuación de las figuras que modelan a las personas: “los docentes, los padres, están muy diluidos, menospreciados en ese contexto, hay una filosofía reinante muy sospechadora de todas las figuras que ordenan un poco las cosas, al final es un gran desorden y sabemos que las nuevas generaciones, sobre todo los más chicos, requieren un orden y una confianza sobre el porvenir, si eso está en tela de juicio se empiezan a alterar los ánimos y eso redunda en todos los ámbitos de la cultura, de la política y de la familia, es un elemento muy negativo de nuestra época”.
El caso Báez Sosa
Miguel Espeche se mostró prudente al abordar del caso de Fernando Báez Sosa, pero reflexivo acerca de la falta de límites que puede llevar a situaciones extremas.
En referencia a esto, explicó que “el ser humano es exagerado por naturaleza, se bandea de un parte a la otra de cualquiera de las polarizaciones que pueda tener. De una especie de lo que antaño se llamaba ‘laissez faire’, ser libre, no tener límites, romper las barreras, entonces los pibes están felices, pero hay límites que tienen que ver con la muerte, por ejemplo. Preferimos que sea la ley la que limite y le de referencias a los jóvenes y a todos, pero cuando no es la ley que los humanos podemos construir es la ley de la vida y de la muerte, la ley de la biología, ninguna cabeza puede recibir una patada de lleno sin romperse. Es una ley de la biología, de la física, de la humanidad y esa ley fue transgredida por un chico que pegó una patada a otro”.
Al respecto, agrega “venimos de aquello de la dictadura, de la era victoriana, de la represión, está todo el mundo con culpa, hasta los árbitros de futbol corren peligro, nos peleamos que haya leyes que regulan. Será una ley o la otra, pero algo nos regula, no somos dioses, eso es un tema muy abarcativo, cultural, existencial, que redunda en este tipo de situaciones espantosas”
Un desafío
El psicólogo columnista de TN subrayó que para que la juventud sea maravillosa es necesario que tenga una adultez que la regule, que le enseñe aquello que los más grandes supieron forjar.
En relación al tema, relató cómo han cambiado los problemas que percibían los psicólogos hace años atrás y ahora: “antes veíamos, en los chicos, más problemas ligados a un exceso de represión, hace 30 o 40 años, gran parte de la literatura era como salir de una represión sexual, cultural, todo lo demás. Ahora hay una reacción sobre eso, el desafío de los padres es poder conducir a los hijos y sentirse con el derecho a hacerlo, inculcando los valores que ellos tengan porque los chicos no vienen con valores y los padres se tienen que jugar por los valores de ellos”.
Para Espeche, dejar que el chico decida, es darle un peso que no está en condiciones de soportar. “Está todo diseñado para que sea el padre el que asuma esa responsabilidad” afirmó.
Al ser consultado sobre la causa de esta realidad, expresó que “los padres están muy inseguros respecto de sí mismos y creen que lo importante es hacerlos felices a los hijos, cuando los chicos se van a hacer felices ellos solos. Lo que tienen que darle los padres son los instrumentos para que puedan ser felices, pero lo que ocurre es que los chicos ven los padres debilitados, empiezan a mandar ellos y es un desastre”.
En tanto, agregó que se está construyendo una “dictadura de los hijos”, lo cual genera cada vez más problemas. “La salud mental tiene que ver con que cada uno ocupe el lugar que tiene que ocupar, si tiene que mandar, que mande y si tiene que obedecer que obedezca”, concluyó.
Argentina y
“un exceso
de amor sin
canalizar”
Miguel Espeche planteó el mayor problema de salud mental del país está relacionado al amor. Así lo explicó: “es todo el caudal de amor que tiene el pueblo que no logra caminos para transitarlo, es más un problema de abundancia que no tiene posibilidad de fluir que de carencia. Hay un exceso de amor encapsulado que nos hace vernos con desconfianza y entrar en conflicto, cuando las personas logran organizarse salen unas cosas maravillosas, incluso en poblaciones que de antemano son complicadas. Hay que salir de los discursos que nos ponen a discutir y a sospechar. La explosión del Mundial fue un enorme caudal de amor que no encontraba por donde salir”.