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En 2021 se recibió como licenciado en Ciencias Biológicas con un
elevado promedio y este año, inició el doctorado, así como proyecta
terminar el profesorado. Considera que se debe “pensar en clave de
diversidad” y subraya que es valioso “acercarse, preguntar, dejar de
lado los prejuicios”
Por Alejandro Vis
A los 26 años, Sebastián Dop recorre el camino que eligió para su
vida en Bahía Blanca, donde reside desde el año siguiente a la
finalización de los estudios secundarios. En 2021 se recibió como
licenciado en Ciencias Biológicas con un promedio de 9,35 en la
Universidad Nacional del Sur. Trascendió a nivel nacional porque es
ciego desde muy pequeño y en consecuencia, su desempeño
académico tuvo lugar con las limitaciones que -es cierto- genera su
discapacidad, ante lo cual él no hizo más que expresar su enorme
potencial.
Tras obtener su título de grado, dio comienzo en 2022 a un
doctorado para ampliar su formación y recibe el apoyo de Conicet a
través de una beca. “Es distinto a una carrera, pero es súper
interesante -destaca-. Te da más oportunidades de acercarte a la
dinámica laboral y a su vez, trabajar un tema específico”.
El tema que eligió para desarrollar es “Didáctica de la biología
evolutiva en Nivel Superior”. En este sentido, explica que
“básicamente lo que estamos pensando es como trabajar
determinadas cuestiones vinculadas con la enseñanza” y sostiene
además el interés en fortalecer la preparación para el “profesorado
en Biología”.
La extensión habitual es de cinco años. Valora que si bien ante
Conicet hay presentar informes, es un beneficio “bastante estable.
Debe pasar algo extraordinario para que te quiten la beca”.
No implica la garantía de obtener luego un trabajo, pero genera
“estabilidad durante esos cinco años. El doctorado uno lo piensa
como lo principal, el primer plano, pero te da sustento para ir
pensando otras posibilidades. Estoy aprovechando para hacer las
materias que me permitan terminar el profesorado”.
Las raíces
En Tres Arroyos, donde nació, se encuentra la mayor parte de su
familia. Está conformada por “mis padres Graciela y Hugo; mi
hermana Soledad, que tiene su pareja e hijos, vive en La Plata; mi
otra hermana Celina; una abuela, un abuelo, la tía. Después tengo
un montón de vínculos que forman parte de la familia extendida”,
enumera.
Por una afección en su salud, perdió la vista cuando tenía
aproximadamente dos años y medio. Explora la riqueza de los
restantes sentidos y como dijo en una de las entrevistas que
concedió hace un año, tras recibir el título, “no pienso todo el tiempo
en que no veo”.
Cursó el Primario en el Colegio Manuel Belgrano, cuando se
encontraba en la segunda cuadra de calle Chacabuco, y luego en la
EATA, con una concurrencia de un modo paralelo a la Escuela 502.
Subraya con gratitud que “tuve muchísimo acompañamiento de
todos. Fue óptimo”.
La pregunta
Sebastián reflexiona sobre la discapacidad visual y considera
importante “habilitar el diálogo. Acercarse, preguntar, dejar de lado
prejuicios”.
Plantea que las personas ciegas “después obedecen a la diversidad
que hay en todos lados, no tiene que ser como una barrera”.
Como una postura y manera de actuar, reitera que “lo que suma es
acercarse, conversar. Ver lo que la otra persona necesita. Después,
por supuesto, no poner cosas en el medio de la vereda. Es mucho
más difícil cuando el otro se queda callado, inmóvil”.
Evalúa que resolver los distintos aspectos relacionados con la
accesibilidad es complejo. Establece diferencias entre grandes
temas por modificar y situaciones cotidianas en las que resulta
sencillo intervenir. “Es muy difícil alcanzar soluciones que impliquen
a todos. Se dice habitualmente que ‘hay que generar entornos más
accesibles’. No es fácil porque hay en medio idiosincrasias, se
requieren recursos”, afirma.
En su análisis, pone el foco en “cuestiones que obedecen más a la
mirada atenta, a la empatía, a decir ‘cuidado, puede venir una
persona y lo puede chocar’. Incluso pienso en otras minorías. En
cosas pequeñas que podemos hacer las personas, para contribuir a
tener un mundo más amigable”. Deja en claro que “eso no significa
quitar relevancia ni energías a otros grandes cambios por lograr,
pero mientras tanto las actitudes cotidianas son una manera de
aportar mucho. No tener miedo a preguntar, es la manera de
avanzar muchísimo”.
Sobre todo, teniendo en cuenta que “no todas las personas van a
tener las mismas necesidades o sentimientos. Es fundamental
conversar, no pensar que debemos saber todo, muchas veces se
trata de conocimientos que tienen que ver con las historias
personales. Es abrir la comunicación ¿cómo te ayudo?¿Dónde
pongo la mano?”.
Calidad de vida
Para Sebastián, la capacitación otorga “herramientas que
contribuyen en dar oportunidades”. No obstante, señala que “no hay
respuestas estandarizadas para todos. Escribir en Braille o la
Lengua de Señas sí es de aplicación generalizada, pero hay otros
aspectos que se constituyen en el ‘persona a persona’. Como un
docente haría con cualquier estudiante”
En forma reciente, fue convocado para trabajar en la comisión del
Centro Braille de Bahía Blanca. Entiende que es clave “incorporar
espacios para construir una sociedad más amigable para todos.
Muchas veces lo que es accesible para unos, hace que en definitiva
sea más accesible para otros. Hay que ser solidarios con otras
minorías, las personas gordas, los sordos, las personas que no son
hispanohablantes, entre otros”.
El objetivo de máxima es “la inclusión plena”, lo que define como
“un montón”. Sostiene que “a veces es humanamente imposible.
Hay docentes con aulas muy numerosas, que tienen que trabajar en
más de una escuela por motivos económicos, toman muchas
horas”.
Se describe como “bastante realista. Ante aspiraciones e ideas que
están buenísimas, después la realidad te vapulea un poco”.
Sonriendo, dice que “bueno, en tales circunstancias, con que una
persona se me acerque y me ayude a cruzar la calle, ya estoy
conforme”.
Otro eje en el que falta avanzar mucho es “la inclusión laboral”;
menciona algunas propuestas y puntualiza acerca de la experiencia
que le comentaron de la Casa Taller en nuestra ciudad. “Parece ser
muy interesante”, elogia.
Sebastián solicita “ver que tiene la persona con discapacidad para
aportarle a la sociedad. A la larga te das cuenta que todos
necesitan cosas distintas, no es que haya personas que no
necesitan nada”.
Autonomía Durante la pandemia, regresó a Tres Arroyos y continuó sus
estudios de manera virtual. Fue como un paréntesis, hasta que
nuevamente se registraron las condiciones para radicarse en Bahía
Blanca, donde se encuentra “muy bien”.
Se siente igualmente muy a gusto en cada visita a nuestra ciudad;
“me encanta, es muy bonita. Sucede que en Bahía tengo muchos
amigos, cuando me ausento extraño estar con ellos”.
Desde chico, porque en su casa así se lo inculcaron, aprendió a
contar con la mayor autonomía posible. No sorprendió, en
consecuencia, que a mediados de la década pasada se mudara
solo para estudiar en la Universidad Nacional del Sur.
Sabe que cada trayectoria es única y particular. El transita la suya y
no lo hace solo, sino que se basa en el trabajo en equipo y las
amistades que lo apuntalan. Al igual que la familia y todos los
afectos que a la distancia, aprecian con alegría su desarrollo
personal.