20|08|22 22:55 hs.
Por Alejandro Vis
La conversación con Juan Carlos Alvarez, a quien muchos conocen como Pirincho, lleva a recordar a algunas personas y lugares que forman parte de la historia de Tres Arroyos. A los 84 años, habla con entusiasmo, en ocasiones se emociona y comparte reflexiones a partir de sus experiencias.
“Uno puede caminar mucho y no aprender nada, si no se tiene un rumbo definido”, expresa. Hace referencia a su edad, sobre lo cual dice que “estoy cerca del límite, terminando mi camino. Las cosas hay que tomarlas así. Porque a nosotros nos enseñan a vivir, nadie nos enseña a irnos. Es la vida prestada, la tenemos que devolver”.
Es un cultor de la sonrisa, de no exponer todos los problemas que se puedan afrontar (“aunque por dentro mi vida se muera hecha pedazos”, sostiene) y considera muy importante mantener la humildad. “Si uno viene con ostentación, no es la manera”, afirma.
En los actos por fechas patrias o recordaciones especiales suele leer poemas de su autoría. El último está dedicado a José de San Martín y lo compartió durante la conmemoración que se llevó a cabo el miércoles pasado, en la plaza que lleva el nombre del Libertador. Explica que “por lo general hago cosas que tengan un fundamento, que yo sienta algo, porque no puedo escribir si no siento nada”.

En su casa. Juan Carlos Alvarez describió sus experiencias y se refirió al vínculo con la escritura (Foto: Goyo Fernández)
El hogar y las escuelas
Juan Carlos Alvarez nació en 1938 y la casa familiar se encontraba ubicada en Saavedra 1345. Es el mismo barrio donde reside actualmente, en calle León al 300.
Sus padres fueron Juan Alvarez y Adelina Carrera. Tuvo un hermano cuatro años menor, Luis Alberto, quien falleció en Alemania.
Comenzó sus estudios primarios en la Escuela 18, que se encontraba “en una casa medio antigua de la avenida Alem, que era de la familia Rendo. Antes el Gobierno solía alquilar propiedades, hasta que después se hicieron muchas escuelas”.
Su padre lo cambió a la Escuela 5 y le costó adaptarse. “Yo tenía mucha familiaridad con la gente de la Escuela 18, no es por ponderarme ni nada, pero era uno de los mejores alumnos. En la Escuela 5 pasé a ser uno de los peores. Iba caminando solo, tenía que cruzar las vías, circulaban mucho los trenes, había un riesgo. Y me quedaba más lejos”. En este contexto, repitió un grado, “en vez de seis años, necesité siete para terminar la Primaria”.
Siguió los estudios “en el nocturno de la Escuela Técnica”, pero “iba con dos muchachos, ellos dejaron y yo también”. Es así que la Secundaria quedó inconclusa.
Una pasión
A Juan Carlos le bastó con tener “una bicicletita muy viejita” para tomar la decisión de correr. Observa que “antes no había créditos o cuotas para comprar algo. Ahora, en ese sentido, hay más posibilidades”.
El ciclismo constituía para él “una pasión”. El club Costa Sud tenía un velódromo asfaltado, pero prefería correr en otro tipo de circuitos y competencias como -cita por ejemplo- la Doble Claromecó.
Admite que “tenía como un complejo de inferioridad, chiquitito, flaquito, poca capacidad torácica para el ciclismo. Muchos creen que para correr en bicicleta hay que tener fortaleza en las piernas. Sin embargo, es fundamental la capacidad pulmonar. Después uno comía cualquier cosa, no había la abundancia de información que hoy está a disposición en todos los deportes”.
Empezó a los 15 años y el desafío “era competir. Aunque saliera último. Acá hubo muchos exponentes buenos de esta disciplina, como Calafate, ya fallecido hace tiempo”.

En una peña. Dedicó muchos poemas a “cantores y conjuntos”
Este diario menciona a Blas Mansur, quien brilló en la década del ’50. “Escucho su nombre, me viene como un sentimiento, lo admiraba y lo sigo admirando a pesar de que no hace mucho tiempo falleció. No era agrandado, a mí no me gustan los agrandados. Yo iba y lo felicitaba. Siempre anduve por debajo de las aptitudes que tenían ellos, me contentaba con llegar”, reitera. Entre otros competidores, se refiere a “Cacho Azmat y Alem”.
Rememora que “antes eran numerosas las bicicleterías, concurría gente que se ponía a conversar de carreras, algunos iban como aquel que va todos los días a un bar. Había mucha amistad, era una hermosura”.
La familia
Se casó a los 23 años con Helvecia Fernández, quien era cuatro años más joven. Poco después dejó el ciclismo, corrió “dos o tres carreras más” hasta que interrumpió esta práctica.
Tuvieron dos hijos, Alcira y Juan, que residen en Mar del Plata. “Ella tiene la formación para ser maestra, pero decidió desempeñarse como ordenanza. Juan es abogado y ha estado de guardavidas en Balneario Orense durante 37 años, bastante tiempo como jefe”, manifiesta.
Su señora falleció el 19 de mayo de 2007, una pérdida muy dura: “Partió a los 64 años, andábamos paseando y le agarró un ataque de corazón”.
Juan Carlos formó una nueva pareja con Claudina Jara, a quien conoció “en los bailes de Torquatti. Le agradezco a la vida porque es una mujer extraordinaria, tiene ocho nietos, todos andan con ella para un lado y para el otro, se dedica a la familia. Es muy buena, con una conducta ejemplar”.
Empleos y oficios
Consiguió su primer trabajo a los 11 años como lavacopas en el Bar Tortoni, “que estaba cerca de la Plaza San Martín, sobre Colón”. Luego fue empleado en La Perla. “Yo no quería estudiar. Entonces mi viejo buscaba que aprendiera un oficio. Me interesaba tener un pesito mío, antes igual el sueldo lo administraba la madre”, sostiene.
Cuenta dos anécdotas sobre las primeras ocupaciones: “En el Tortoni me ocupó Fernández. Un día me senté detrás de un mostrador, escondido con un helado bien grande que me había servido; Rubini -el otro patrón- me vio y me preguntó qué hacía, le respondí que Fernández me iba a sentir, no quería que se enterara. ‘Levántese, cómalo tranquilo que se va a cansar. Si es bueno para el trabajo, yo le voy a dar permiso’, me dijo”.
Acerca de La Perla, relata que “en una oportunidad me metí en el sótano. Había una pila de bombones, comí muchos. Después me dijeron que estaban vencidos, no eran para consumo, me intoxiqué. Cosas que uno hace de chico”.
Las tareas laborales que desarrolló fueron muy diversas. Enumera que “estuve en un taller de rectificación; en la fábrica Istilart varios años y en dos etapas; en Vizzolini; en la fábrica de baterías de Domingo Mastrosimone; un año en el ferrocarril; en Frigorífico Anselmo; en la fábrica de Perticarari”. Hace una pausa, piensa y agrega que “en medio de todos esos trabajos, fui empleado durante más o menos dos años en el campo de Rodolfo Vassolo, aprendí de todo un poco sobre tareas rurales, no con la tecnificación que hay ahora por supuesto”.

En la fábrica de Perticarari. Junto a su compañero de trabajo Roberto Rodríguez
El último período lo emprendió de manera particular. “Me jubilé por cuenta mía como albañil y con otras actividades relacionadas a este rubro -comenta-. Así como empapelaba, hacía arreglos y podía levantar una pieza o un baño”.
Define como “el mejor patrón que he tenido” a Domingo Mastrosimone. “A poco de entrar me dio un regalo y diez días de permiso pagos, para que me los tome. Luego dejó el lugar a cargo a un sobrino, tuve algunas diferencias y me fui”.
La escritura
El origen de su interés por escribir surgió cuando dedicó un texto a Oscar Martínez, tras su fallecimiento hace aproximadamente 23 años. “El tenía la FM Master 90. Hicimos juntos el servicio militar en Río Gallegos. Oscar estaba muy relacionado con el tango, era fanático de Goyeneche”, subraya.
Se trató del punto de partida, porque en principio siguió escribiendo textos para leer en la mencionada radio y posteriormente lo hizo “en varias FM”.
Ha dedicado sus poesías a “muchos cantores, conjuntos”. Destaca que “a uno de los temas sobre los que escribí, le puso música Juan Guillermo Tear”. Estaba dedicado a la recordada profesora de folclore Berta Mangas.
Preparó centenares de materiales similares. Una de las artes en las que adquirió destreza es la composición de décimas. “El Bocha Gallo, fallecido también, me enseñó la métrica”, puntualiza con gratitud.
El miércoles, en el homenaje a San Martín, fue muy expresivo y se lo notó conmovido. “Cuando hice el servicio militar en Río Gallegos, escuchaba la marcha de San Lorenzo prácticamente todos los días. Me moviliza, es como que las piernas me fallan”, exclama.
¿Por qué escribe? La respuesta es simple: “Lo hago por Tres Arroyos. No es para redituar, si yo quisiera hacer eso no podría”.
Su interés se basa en “compartir lo que hago. Me alegra que me digan ‘Gracias Pirincho’, nada más. Que alguien con quien me cruzo me diga ‘Chau Pirincho, te escuché’. Con eso ya está”.

--------------------
Don José de San Martín:
¡Padre de la Patria!
Por Juan Carlos Alvarez
Ojeando en un libro viejo
que encontré como de paso
fijé mi vista en un trazo
pa’ que deduzcan les dejo
a la frase que aconsejo
que si se gana en la vida
quedará por preferida
por ser la guía del notable
que liberó a fuerza e’ sable
a nuestra patria querida
El “serás lo que debes ser
o si no, no serás nada”
es la máxima adecuada
que tan bien supo establecer
afirmó su dicho en su hacer
dio libertad pa’ nosotros
sobresalió de los otros
libertadores del país
los godos arrancó e’ raíz
con granaderos y potros
San Martín en dos renglones
nos da un ejemplo preciso
eso de hacer lo que El hizo
afirmando sus razones
liberando tres naciones
confirmándose en la historia
como padre e’ nuestra gloria
nuestra enseña enarboló
la que Belgrano nos legó
y El condujo a la victoria