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Jorge Dasseville, padre del bebé que perdió tres dedos de la mano por la mordedura de su gato, contó con detalles cómo se dieron los hechos de un inusual episodio que conmocionó a la comunidad. Benjamín, de apenas dos meses de vida, se recupera favorablemente luego de haber afrontado en Bahía Blanca cuatro intervenciones quirúrgicas
Por Marcos Fersen
Jorge Dasseville se queda con la gente que se preocupó, con la que mandó un mensaje o la que llamó para saber cómo estaba Benjamín. O para preguntar si necesitaban algo en medio de un momento extremo que, junto a su esposa María José, atravesó días pasados en Bahía Blanca, donde su pequeño hijo de apenas dos meses de vida afrontó y superó una situación límite.
Prefiere valorar esos valiosos gestos y desestimar los cuestionamientos de un reducido grupo de personas que, escudadas en las redes sociales, fueron dirigidos hacia él y su familia. “Hubo una pequeña porción de gente que juzga o que se piensa que sabe más que otro. Eso molesta, pero quiero quedarme con la gran cantidad de personas que nos mandó mensajes o que nos llamó para saber si necesitábamos algo. A eso lo valoramos muchísimo”, dice.
El destino le jugó una muy mala pasada a la familia. Sin embargo, Jorge, padre del pequeño Benjamín que días pasados fue mordido por su propia mascota y cuyas lesiones le provocaron la amputación de tres dedos de la mano derecha, acepta lo que pasó y mira hacia adelante.
“He pasado por cosas muy terribles en mi trabajo, pero ver la mano de mi hijo en la boca de un gato es una imagen que se va a ir conmigo. Lo tendré que aceptar para seguir adelante. Fue una tragedia de diez minutos que nos cambió la vida a todos”, dice Jorge, quien lleva 30 años como enfermero, profesión que en la actualidad desarrolla en el Hospital Pirovano.
Tarde fatídica
Lo ocurrido conmocionó a la comunidad. En la tarde del pasado 19 de mayo fue el inicio de una inolvidable pesadilla para Jorge, María José y el pequeño Benjamín, quien hoy se encuentra recuperándose favorablemente de todo el trance vivido, que incluyó cuatro cirugías y otras intervenciones médicas de complejidad.
En diálogo con este diario, el licenciado en Enfermería relata cómo se dieron los hechos, desde el momento en que observó lo que había causado su mascota en la mano del bebé hasta que su hijo recibió el alta en el Hospital Italiano de Bahía Blanca.
“Llego a mi casa desde la Escuela 16. Eran las 17 horas. Había ido a buscar a mi otro hijo al colegio. Charlo un rato con mi señora, tomamos un par de mates y se va al hogar residencial que tenemos, al cual nos turnamos para ir. Eso habrá sido a las 17.10 del jueves 19 de mayo”, cuenta.
En ese momento, el bebé logra dormirse y su papá lo acuesta en la cuna que había armado ese mismo día. “Lo dejé ahí, que es un lugar muy seguro. Luego me fui a hacer una tarea al patio, que está muy cerca de la habitación donde estaba el nene durmiendo”, recuerda.
Benjamín no era -hasta antes del hecho- un bebé de llanto fácil, según cuenta su padre. “Lo conocimos llorar ahora, con todo esto que pasó, en el Hospital. Él se quejaba. Cuando eso pasaba era porque tenía el pañal sucio o porque pedía leche”, describe.
Y agrega: “Mi hijo más grande me avisa que Benja se quejaba. Como no había tomado la leche al momento de dormirse, me vengo para adentro y se la preparo”.
“Al entrar a la habitación, veo que el nene estaba mirando un juguete de bebé, de esos que giran. No lloraba. Nunca lloró. Ni siquiera después. El médico que lo atendió en Bahía Blanca dice que se pudo haber shockeado. Entro y veo al gato con la mano del nene en la boca. Lo primero que pensé es que lo estaba lamiendo. Cuando me acerco, veo sangre. Levanto al nene y noto que el gato le estaba masticando el dedo meñique, que es el que le tuvieron que amputar en Bahía Blanca, y que ya le faltaban otros dos”, indica Jorge, ya con la voz totalmente quebrada, signo de la angustia que le provocó recordar ese momento.
En pocos minutos
Y en la continuidad de su relato, expresa: “Agarro del cuello al gato y lo revoleo. Luego lo levanto al nene y lo que me acuerdo en ese momento es haber dicho: ‘Le comiste los dedos a mi hijo’. Me desesperé. Estaba con mi otro hijo, de seis años, que también vio lo que pasó”.
“Todo fue en pocos minutos. La referencia es el llamado que le hago a mi señora, a las 17.20. No pasaron 10 minutos desde que ella se fue hasta que la llamé para avisarle”, cuenta Jorge, quien, a modo de contexto, puntualiza que las cinco mascotas que tiene (tres perros y dos gatos) permanecían afuera de la vivienda y que todas están cuidadas, con las vacunas correspondientes.
Un calvario
Luego de comunicarse con su esposa para contarle lo sucedido, Jorge le efectúa las primeras curaciones al pequeño y parte rumbo al Centro Municipal de Salud. “Cargamos a Francisco -su otro hijo-, que estaba en un rincón, con un peluche, traumado y llorando. No lo podíamos encontrar. Salimos para el Hospital. Entramos directamente por uno de los consultorios. Era algo urgente. Lo recibió la doctora Almendra y el personal de la Guardia”, señala.
Y agrega: “La doctora llamó al pediatra. Llegó Patricio Brossard. Yo ahí me fui afuera para que el médico esté tranquilo. Después de unos minutos, sale Brossard y me dice algo así como: ‘¿Por qué lo trajiste para acá?’ Le dije que acá era el único lugar con guardia de pediatría. No quiero creer que me lo dijo como cuestionamiento. Somos compañeros de hace años. De todas maneras, no puedo evaluar cómo me lo dijo. Solo recuerdo eso”.
Del Hospital, el bebé fue derivado a la Clínica Hispano Argentina, donde lo recibió Facundo Zabaljauregui, traumatólogo especialista en miembros superiores. “Nos dice: ‘Yo por mí te lo opero acá, pero los anestesistas afirman que no pueden operar a menores de un año porque no están dadas las condiciones. Viene la enfermera, lo desvenda y ve que estaba fuera de vía. Era como si no tuviese nada. Lo que le pasaron fue fuera de vena. Eso ocasionó que tuviera algunas lesiones en el brazo, porque ese líquido tiene que drenar por algún lado”, detalla Jorge, conocedor del tema.
El viaje
El mismo traumatólogo hizo las gestiones para que Benjamín sea atendido en el Hospital Italiano de Bahía Blanca. “Allá hicieron un movimiento de camas para que puedan recibir a mi hijo”, destaca.
Dasseville, en tanto, subraya: “Con esto que digo, alguno se puede enojar. No estoy jugando a ser médico, pero soy licenciado en Enfermería y sé lo que hay que hacer en estos casos. A un paciente crítico, antes de trasladarlo, hay que compensarlo y ponerle una vía. Si la vía no se puede colocar a través de lo natural, se le coloca una central o se canaliza a la persona. Eso es para todos. Desde un niño a un abuelo”.
“Me cargaron en la ambulancia. Cuando llega, viene con una enfermera. Me quedé esperando al médico. Vi que no venía. Entonces, agarro a mi hijo y yo fui con él. Lo abrigué bien. Le fui hablando. Yo veía que perdía mucha sangre”, relata el papá del nene.
Con la situación al límite, “la enfermera -cuenta Jorge- me pregunta si quería ir adelante porque hacía mucho frío. Le dije que no, que se apuren para llegar. Por dentro yo pensaba que si mi hijo se moría, tenía que ser en mis brazos, y no en los de otra persona. Es real. Me mantuve como pude. El nene estaba blanco”.
“Así llegamos al Hospital Italiano, con el nene con 24 de hematocritos, o sea, nada de sangre. Y seis de hemoglobina. Si hubiera sido un viaje a La Plata o Mar del Plata, el final era otro. Al llegar, nos recibe el equipo de cirujanos. Primero le hicieron los análisis prequirúrgicos. Acá -en Tres Arroyos- no le habían hecho nada como para, aunque sea, ganar tiempo”, señala.
En pocos días, Benjamín pasó por cuatro intervenciones quirúrgicas, todas complejas. En medio de una de ellas, soportando la angustia propia del momento, Jorge y su esposa sintieron en carne propia la crueldad de las redes sociales. “En la espera, le doy el teléfono a mi esposa para que se distraiga y mire cosas. En eso abre una página de un conocido medio local (Nota de la Redacción: LU 24) y ve las barbaridades que se decían. Eso nos hizo peor. Llamó para pedir por favor que retiren la nota, en la cual, poco más, se decía que estábamos chochos con la atención del Hospital”, dice.
Y a modo de reflexión, menciona: “La gente tiene que entender que, a veces, se puede hacer mucho daño estando atrás de un teclado. En ese momento, estábamos en una situación muy dura y crítica. Sabíamos que algo pasaba en el quirófano porque los tiempos se habían extendido. Y era nuestro hijo el que estaba ahí adentro. Que se diga todo lo que se dijo fue muy duro para nosotros”.
Diferencias
Dasseville no se cansa de valorar y de agradecer la atención que su bebé, él y su esposa tuvieron en el Hospital Italiano. “Todo el mundo estaba preocupado y cada dos horas nos preguntaban cómo iba todo”, recuerda.
La obra social no respondió como se esperaba. Sin embargo, desde el Hospital Italiano absorbieron la totalidad de los gastos. “Yo me reuní con la anestesista y la cirujana. Les dije que nos cobraran porque estábamos enteramente agradecidos, pero no hubo forma. En lo único que gasté fue en el control remoto del televisor”, cuenta.
Y en paralelo, hace mención a una situación que le tocó vivir con el Centro Municipal de Salud, donde trabaja hace 30 años. “Lo tengo que decir. Nosotros llegamos a Bahía Blanca el jueves 19, con el nene grave. El viernes 20 nos llamaron del Hospital para pedirnos, por favor, que mandara la foto del documento del nene para facturarle a la obra social. Esos gestos molestan. ¿Cómo puede ser que pase eso? Después se enojan cuando la gente va y rompe todo. No hay que hacerlo pero a veces generan eso”, expresa.
Lo que le sucedió, derivó en un reclamo que también hace toda la comunidad. “En Tres Arroyos es necesario que haya una guardia pediátrica las 24 horas y una terapia intensiva infantil. Siempre el escollo es económico, pero mucho más cuesta una vida. De última, si a la terapia infantil hay que tenerla vacía, no importa. Cuando se necesita, se abre y listo. Para eso todos pagamos los impuestos”, reclama Jorge.
Recuperación
Desde el pasado miércoles, Benjamín se encuentra en su casa. Sus padres le hacen las curaciones diarias. Mientras tanto, el doctor Facundo Zabaljauregui hará el posterior seguimiento. “En unos años, veremos cómo seguir. Pero posiblemente tengamos que viajar a La Plata para ver su prótesis. Perdió tres dedos: el meñique, el anular y el mayor”, dice.
“Más allá de lo que pasó, nos amarga las cosas que no va a poder hacer. Es un bebé de dos meses. Nunca dejamos a los chicos solos. Jamás. Siempre nos turnamos con mi señora para que uno de los dos se quede con los nenes. El que nos conoce sabe es que así. Nos tocó esta situación. Es una tragedia, pero hay que seguir adelante”, expresa.
“Fueron seis días de un calvario eterno, sobre todo los primeros cuatro. Ahora que lo cuento, puedo describir eso pero todavía es como que no caigo. Fue una tragedia de diez minutos que nos cambió la vida a todos”, indica.
Sobre el cierre, destaca algo positivo en medio de tanto dolor. “Saber que hubo y que hay gente que nos acompaña, hizo y hace que la angustia fuera más chica”, culmina Jorge.
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“Cuando lo vea, le devuelvo el abrazo”
Dasseville, entre todo lo malo que atravesó en estos días junto al pequeño Benjamín y su esposa, se detuvo en resaltar la actitud humana de Facundo Zabaljauregui. “Gestionó todo en Bahía Blanca. Llamó a todos lados. Pero lo que valoro muchísimo, fue su costado humano que mostró. Yo estaba ahogado en el pasillo de la Clínica Hispano. No podía ni llorar en ese momento. Me agarró de los hombros y me dijo: "Papá, no te preocupes. Vamos a hacer todo lo posible para ayudarte a vos y a tu hijo". Y me dio un abrazo. Eso no tiene precio”, destaca.
Y agrega: “Nosotros podemos ser los mejores profesionales. Yo soy licenciado, tengo un posgrado y especialidades pero si no sos humano y no te mostrás como persona, no sos nada. Sos un cuadrito”.
“En ese momento, dentro del caos que era todo, me trajo paz. Ahí dije: ‘Este es el tipo indicado’. Todavía no lo he podido ver después de todo lo que pasó. Cuando lo vea, se lo voy a decir y también le voy a devolver el abrazo. Es algo que lo vi pocas veces en profesionales de Tres Arroyos”, resalta.