Seguramente existen razones muy valederas que llevaron a modificar el histórico funcionamiento del parque municipal Angel López Cabañas, cancelando la posibilidad de ingresar al mismo con vehículos.

Por lo que sé, esa decisión ha generado una apreciable mejora en la conservación general y en especial de los espacios verdes y vegetación en su conjunto. 

Además ha sido acompañada por la disposición de nuevos fogones y espacios para que las personas puedan usarlos con una mayor cercanía, teniendo en cuenta que se accede únicamente caminando.

No es mi intención cuestionar esa decisión, pero como ciudadano me permito reflexionar en el sentido que no es lo mismo ahora concurrir al paseo que fue pensado sobre todo para aquellos que por diversas razones deben permanecer en la ciudad o no pueden desplazarse a otros lugares más lejanos. 

Otrora, las familias podían cargar en sus vehículos los bártulos necesarios para pasar un tiempo en el lugar. Ahora es necesario racionalizar los esfuerzos, llevando únicamente lo imprescindible. Los vehículos deben permanecer en los estacionamientos exteriores, lejos de la observación de sus dueños y sujetos a cualquier acción circunstancial. 

En síntesis, se ha perdido el encanto del disfrute que históricamente se podía hacer de ese lugar. El objetivo puede ser entendible y hasta loable, pero no es la única forma de lograrlo. 

Quizás habría que imaginar alternativas que permitieran conciliar una adecuada preservación con la posibilidad de recuperar el pleno disfrute del lugar.