29|01|22 10:40 hs.
Son muchas las anécdotas y muy interesantes que mencionó Raúl Pinza en una entrevista realizada por La Voz del Pueblo. “El bicho más raro que pesqué fue un caballo”, dijo en una de ellas. Relató además cómo fueron sus inicios en la pesca artesanal en Claromecó, el apoyo de su señora Andrea y de sus 4 hijos.
“Nací en Tres Arroyos, siempre me traían de chico mis abuelos y a los 17 años vine a poner una heladería de Frigor en el 81 que me fue mal. En el 82 fui a la colimba y en diciembre no tenía para comer y vino un día Horacio Pérez Foulkes, yo estaba en la esquina del Chipi y me dice ‘ahí en El Delfín necesitan marineros te dan $100 y la comida’. Cuando me dijeron la comida salí corriendo y ahí empecé como marinero”, recordó.
Agregó que “siempre amé Claromecó, si me podía venir a dedo todos los días lo hacía. Es más, le hice una copia a la llave de la casa a mi abuela, venia y me instalaba sin que supiera. Ella la tenía en alquiler y dos por tres aparecía Palito Burgueño y yo estaba durmiendo, me decía ‘che flaquito tengo inquilinos te tenés que ir’. Me levantaba y salía”.
Los comienzos
Pinza señaló que comenzó a trabajar en la lancha El Delfín con Enrique Mulder y su padre. “Pesqué fines de noviembre, diciembre y después la pesca terminaba porque se hacia el tiburón nada más. Al otro año me contrataron para preparar La Sita, que era otra lancha de madera más vieja que iba a andar el papá de Enrique. Tuve una diferencia con Mulder y me fui, empecé a pasear de lancha en lancha hasta el año 93”.
A través de un plan de microemprendimientos, en 1996 pudo comprar su primera lancha. “Me metí y ahí arrancamos, te otorgaban el crédito que iba directamente al astillero que ya tenían arreglado, no podías elegir dónde comprar, llegaron las lanchas y teníamos cinco meses de gracia para pagar las cuotas, pero no para los intereses”.
Explicó que en ese momento “no teníamos nada, era pescar con línea y anzuelo y a lo que sacáramos”.
Raúl Pinza indicó que por entonces había otras lanchas compradas a través del microemprendimiento como “la de Borelli, Leo Heim, Pancho Cascini y Raul Alvarez” pero el problema que se les presentaba era el costo del flete para trasladar el pescado a Mar del Plata.
“El cajón de gatuzo valía 12 pesos y el flete salía 10 por cajón, no servía con el uno a uno. En ese ínterin me casé, vinieron los hijos, estaba con mucha deuda, empezamos a filetear y a vender casa por casa, era la única manera de facturar y tras eso, en esa época tenías que pedir por favor que comieran pescado. Fue duro”.
También es importante tener en cuenta que “no todos los días podes salir, no redituaba, no había mercado. En esos años no tenía ni trailer de la lancha. Por esa razón, la lancha estaba en el arroyo abajo del puente flotando, salíamos con una mara y volvíamos con la otra, y con una carretilla llevábamos el pescado hasta mi casa”.
El mercado
En una descripción de la actividad, afirmó que durante el año son 170 los días en promedio que puede ingresar al mar a pescar. “Cuando tuve mi lancha empecé a venderle a Pinzoni más cantidad que era una salida, pero tampoco era negocio. Estaba muy limitado, si pescabas mucho no sabías qué hacer y si pescabas poco te quedabas corto, cuando hechas las redes no sabes con lo que te vas a encontrar. Puede que hagas sapo, zafes la jornada o como el otro día agarré 20 cajones con 8 paños. Es un re pescón para mí. Hoy con mi señora Andrea, podemos cortar a lo sumo 8 cajones, después se nos termina el espacio, nos quedamos sin brazo, nos cansamos, es mucha mano de obra”, sostuvo.

La actividad que eligió. Empezó por la necesidad de trabajar, pero luego decidió dedicarse a la pesca artesanal (Caro Mulder)
Asimismo, contó que “yo hago todo filet. Más en verano que proveo a un restaurante de acá, esa es mi gran boca de expendio. Por ahí viene algún particular y le vendo no tengo problema, pero en el verano es casi todo para el restaurante”.
Todos iguales
Al hacer referencia a la relación con otros pescadores artesanales, Raúl Pinza sostuvo que “en tierra me puedo llevar mal con Dios y María Santísima, pero atrás de la rompiente somos todos igualitos y nos tenemos que llevar muy bien porque no sabes cuándo te puede tocar. A mí me han tenido que ir a buscar, porque se me ha roto el motor, en algún momento me ayudó Enrique Mulder que estuve años sin hablarme y me trajo de tiro, una cosa es el problema que tengas acá en tierra y otra adentro del mar no existe eso, así sea mi peor enemigo lo voy a traer sea como sea”.
Anécdotas
Una de las tantas experiencias que compartió fue cuando tuvo que ayudar a acercar a la orilla a un caballo que nadaba en el mar. “Una vez venia navegando y me llaman del Náutico y me dicen ‘che Pinza, hay un caballo adentro del mar que entró por Dunamar; me arrimo y había un caballo nadando, ya estaba como a 1000 metros. Le pongo la lancha adelante para que vuelva a tierra y no quería saber nada ¿Cómo hacía para llevarlo? No lo podía subir a mi lancha, así que lo enlacé, lo até lo más corto posible con la cabeza lo más arriba que pude, me arrimé a la rompiente muy despacio hasta que vinieron los guardavidas y lo terminaron sacando”.
Sostuvo que “en definitiva el caballo se ahogó, no aguantó. Pienso que se quería morir, yo llegué a esa conclusión. Era viejo, sordo, veía poco y agarró para el mar”.
Apoyo familiar
Raúl está casado con Andrea, con quien tuvieron 4 hijos y ya hoy son abuelos de 3 nietos.
Andrea estuvo presente en la entrevista y expresó que “cuando éramos pobres, que no había redes, salía para sumar un pescado a línea estando embarazada también y dejaba a los chicos a la señora de Pinzoni para que me los cuide”.
Consideró que “hemos logrado lo que muchos pescando gran cantidad más que nosotros no han logrado. Tenemos casa propia, los chicos también y los hemos podido ayudar, a los nietos igual, siempre colaboramos con el que necesite a todo nivel, vecino de la localidad y familiar. Hemos dejado mucho en la actividad y de a poco hay que empezar a retirarse”.
En tal sentido, añadió que “es gratificante como familia ver que logró lo que quiso y pudo trabajar de lo que le gusta. El siempre le dice a los chicos una frase de Facundo Cabral, ‘el que trabaja de lo que no le gusta es un eterno desocupado’”.

La lancha de Raúl Pinza tiene 29 años y allí pasó buena parte de la segunda mitad de su vida
A modo de reflexión, Raúl concluyó: “mi lancha tiene 29 años y yo 58; media vida la tengo ahí arriba. Adentro del mar soy yo”.
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Sin una moratoria para
acceder a la jubilación
Andrea, la esposa de Raúl Pinza, mencionó que hace varios años comenzó con los trámites para la jubilación del pescador, la cual fue denegada por la falta de aportes.
“Él tiene los 23 años de navegación para poder jubilarse, lo que le falta son aportes. La nueva ley de pesca artesanal tiene una serie de cambios y no hay ninguna moratoria como en otras actividades para pagar los años de aporte y poder jubilarse a los 52 por la actividad de riesgo y trabajo insalubre”, explicó.
En su análisis, puntualizó que “al modificarse la ley, la pesca artesanal no está reconocida, como si la pesca de altura, costera restringida y en aguas continentales, cosas que no son las que hacemos en Claromecó”.
Por esta razón, planteó que sería bueno que la Secretaría de Desarrollo Económico “también se ocupe de la parte de los recursos de quienes viven en las localidades, ya que en el partido de Tres Arroyos si bien uno de los ejes es el agro y la ganadería, también hay pescadores”.
La creación de una Secretaría de Pesca o bien poner énfasis en este tipo de producción en las actuales áreas formó parte de su requerimiento, a partir de la experiencia familiar y haciéndola extensiva a lo que les puede suceder a otros integrantes de este sector.