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El tema era otro

El padecer cierto optimismo ingenuo habita detrás de la idea de que se puede producir cierto aprendizaje en la clase política criolla. Lo que ocurrió en la noche del 28 de diciembre, confirma el concepto que utilizamos para referirnos a la que poseemos en la Argentina, en términos de un grupo que tiene sus privilegios, que se provee de mecanismos para preservarlos y que establece las reglas para formar parte del poder y permanecer en él. A los especialistas en Ciencias Sociales les podrá parecer un poco imprecisa la definición, y quizá con razón, pero contribuye a comprender lo que ocurre. 

Existió una ley del año 2016 (durante el gobierno de M. E. Vidal) que impedía la reelección indefinida de los Intendentes, pero que poseía un área gris que habilitaba una nueva candidatura de los jefes comunales, si estos habían cumplido menos de dos años de su mandato. De allí los pedidos de licencias para pasarse a otras funciones antes del 10 de diciembre del 2021. Para ser equitativo: Jorge Macri, de Juntos por el Cambio, mudándose al gobierno de la ciudad de Buenos Aires y Martín Insaurralde, del Frente de Todos, migrando al de la provincia. El gris no fue un error, fue un cálculo. Integrantes de las coaliciones mayoritarias, como ejemplificamos, arguyendo diversos motivos, tomaron nota de ello y lo utilizaron con mayor o menor sigilo. Las reacciones escandalizadas, de propios y extraños, fueron, salvo pocas excepciones, una puesta en escena.
El acuerdo ahora es para habilitar una nueva reelección a partir del 2023. El daño que este cambio le hace al sistema es inconmensurable. Las clausulas limitantes del tiempo en el ejercicio del poder en un sistema republicano, no son ni una proscripción ni una vulneración de la voluntad popular. Evitan los abusos; impiden que los que gobiernan piensen que el poder y las cosas que este influye, son suyas; constituyen un obstáculo para la corrupción; obligan a la renovación plural y evitan el mesianismo paternalista. Pero existe algo mucho más grave que estas decisiones provocan y estimulan: contribuyen a que fenómenos surgidos de la antipolítca, con sus discursos verbalmente violentos, anti institucionales, falsamente liberales y conceptualmente frágiles, crezcan. 
La idea original de esta nota editorial, era trazar una idea de lo deseable para los nuevos doce meses que se iniciaron. Resaltar, auscultando con la mayor precisión posible, que factores o circunstancias pueden contribuir a tener un mejor año. Recordar en algún párrafo, la importancia de seguir siendo precavidos en nuestros cuidados contra la pandemia. Omitir los efectos de la inflación y la vejación social que provoca la pobreza. No hablar de educación, imitando a la, de vuelta, clase política. No comentar sobre nuestras amistades internacionales un tanto demodé, ni sobre una temporada estival que parece que será exitosa. 
En un momento parecía lógico recordar también a Desmond Tutu, que falleció el día después de Navidad. Luchador contra el apartheid en Sudáfrica. También, en favor de los derechos de las minorías y miembro de ese tridente memorable que dio ese país a la mejor conciencia de este mundo, integrado por Steve Biko y Nelson Mandela. 
Pero con una lucidez inquietante, la clase política argentina, se encargó de señalar que el tema era otro. 
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