19|12|21 10:10 hs.
Por Valentina Pereyra
Fotos: Marianela Hut
Caños sueltos, herramientas, horquillas, asientos, juntas, pedales, ganas de construir.
“Cuando alguien trae una bicicleta que tuvo desde chico o que está oxidada y a la intemperie hace años, para mí es una joya”.
Hugo Flores tiene 52 años y declara solemnemente ser bicicletero. “Es mi oficio, de ahí en más, todo”.
En el negocio de la calle Colón al 600 el movimiento se demuestra andando. En la vidriera, a un lado del local, una fila de bicicletas nuevas. En la pared derecha cuelgan los juegos didácticos que Hugo fabricó: un dominó, un circuito para autitos de carrera. Y en otras estanterías trabajos que realizó con la estampadora: materas, remeras, posters. Sobre la pared izquierda, las bicicletas que reparó y esperan a que sus dueños las retiren.
- Vengo a buscar la bicicleta, ¿la tenés lista?
- Claro, es la que está frente a tus ojos.
- ¡Esta! No puede ser ¡Jamás la hubiera reconocido!.
La reparación de bicicletas tiene ese qué se yo, ese toque único que les devuelve la vida, aún a aquellas que estaban para el desguace.
Es un oficio de amor que se hace con pasión y pensando en el otro. Cada bicicleta a reparar encierra una caída, un raspón, el recuerdo de alguien que amorosamente sostuvo el asiento por atrás para empezar a andar.
“Si querés lograr un buen trabajo tenés que ser un poco sociólogo y querer estar con los clientes”.

Hugo exhibe las herramientas que forman parte del taller, ese lugar donde es un poco bicicletero y un poco “sociólogo”
Hugo abrazó el ciclismo en los ’80. Fue su papá quien le dio la primera bicicleta. “Es un deporte en el que hay que saber sí o sí cómo arreglar la bicicleta”.
Oficialmente se consagró bicicletero luego de varios ensayos de negocios dedicados a la construcción y reparación de bicicletas. “Mi papá Hugo, muy nombrado en el ambiente ciclístico, desde su infancia compitió con su bici. Yo seguí sus pasos dentro del deporte. Empecé a los 12 años a competir, en ese tiempo no había categorías infantiles, había que arrancar después de la escuela a hacer los deportes”.
Los caños soldados se ensamblan en ángulos perfectos se transforman en un cuadro.
“No sé quién preparó la primera bici con la que me inicié. Me la trajo mi papá y con esa corríamos, entrenábamos y fue ahí que aprendí y empecé a meter mano”.
El papá de Hugo era empleado hasta que el ciclismo lo pudo y dejó su trabajo para iniciarse como bicicletero en un local de la calle 9 de Julio. El negocio familiar congregó a los tres Flores: Los dos Hugo, padre e hijo, y Claudio, el hermano menor.
“En el local reparábamos las bicis, todavía no vendíamos porque la inversión era muy grande, fue un proceso en el que aprendimos todos juntos. Para esto no hay una escuela que te enseñen”.
Llagan los desafíos
Un pequeño de diez años entra a Flores Bike con su bicicleta al hombro. Con dificultad la apoya y mira hacia el piso.
- Hola, ¿Qué te pasó?
- La quise arreglar con un tenedor, pero no pude desarmarla.
Las reparaciones no seleccionan edad, ni clase social o profesión. Sólo llegan y hay que ocuparse. “Hay quienes tienen que arreglar la bici de carbono y el chiquito de diez años que viene a arreglar la suya porque le metió mano con un destornillador y una pinza, pero le falló la técnica y no sabe qué hacer”. Hugo rescató cucharas atrapadas en las cubiertas. “Todo eso enseña”.
Ser y saber
“Hay que ser consciente de lo que se quiere hacer, tenes los materiales pero hay que leer bastante. Para fabricar un cuadro hay que saber de angulaciones y de matemática, esto es necesario para poder hacer las cosas bien”.
Hugo se preparó su bicicleta para competir en carreras provinciales y en campeonatos argentinos. “En lo personal no le apunté al exitismo, siempre fui a ayudar como con Carlitos Pidal con el que andaba a la par. Conocí un montón de gente de elite gracias al ciclismo”. Hasta se dio el gusto de largar una carrera con su hermano menor Claudio.

Sus manos son muestra del arduo trabajo que realiza día a día
El desviador, el engranaje de cubo, los piñones, todo debe estar limpio y sincronizado.
Hugo valora los conocimientos que adquirió, primero de su padre, después de la práctica y de los años de trabajo entre ruedas, asientos, manubrios y pedaleras.
“Estaría bueno que haya algún lugar donde te enseñen, por ahí no a reparar, porque eso es desarmar ordenar y armar, pero para fabricar un cuadro tiene mucha importancia la altura de caja pedalera, la angulación de los caños, la distancia a los que se sueldan para armar el cuadro, vemos algunos de fábrica que no tienen altura, son lagos de atrás y vienen con deformidades”.
Que todo funcione bien es una gran responsabilidad que requiere de profesionalismo y conocimiento. El montaje, la comprobación de que todos los tornillos estén en su lugar, que los sistemas de frenado, elementos de amortiguación, cojinetes y juntas, importantes para la seguridad, estén perfectas, el desafío.
“Armar bien una bicicleta influye en cómo va a ser el andar porque según cómo sea vas a cinchar o van a dolerte los músculos por la mala posición, o la cintura o la espalda. Es muy importante la posición arriba de la bici e incluso hay que tener el asiento casi más arriba que el manubrio, hay que ir soliviado del asiento, no sentado. Todo es un tema de práctica o conocimiento”.
El entusiasmo lo sume en un sinfín de gestos y ejemplos, “en las carreras europeas de ciclismo te vas a dar cuenta que el asiento siempre está más arriba que el manubrio por una cuestión de balanceo. Si vas muy sentado en el asiento vas con mucha carga atrás de la rueda y eso influye. Más angulación para la cintura provoca dolores lumbálgicos y si algún caño en el cuadro tiene una mala angulación pueden doler también los músculos de las piernas”.
Sin dudarlo, Hugo concluye que cada persona tendría que tener su bicicleta a medida, “es como el calzado, ojalá la gente tuviera esa posibilidad”.
La fabricación de bicicletas personalizadas, un ideal difícil de alcanzar en estos tiempos, tiene el valor agregado de cuidar las cuestiones físicas. Las fabricaciones en serie suelen ser deficientes, justamente porque son todas iguales y “si una sale baja de caja y entra en el mercado ya queda mal. Hemos hecho arreglos de levantar las cajas de las bicicletas. Algunas bicis tocan la palanca cuando doblas, eso no pasa si tienen la altura de caja justa”.
Hugo interrumpe por unos minutos la entrevista para atender a los clientes. “Trabajo hay mucho, hay necesidad de reparar porque los precios de las bicis nuevas son muy altos”.
Fabricante
La pareja de Hugo no sabía andar en bici, y como el amor es más fuerte, él decidió buscarle la vuelta para que ella pudiera pedalear tranquila. Intentó con lecciones rápidas, acompañarla desde atrás sosteniendo el asiento, aliviando el equilibrio y alguna otra técnica más. Pero no lo logró.
Así que tomó otra decisión: Tenía una playera de varón y otra de mujer, sólo había que unirlas. “La bici doble la armé pensando que le podía enseñar a andar, pero no tiene la confianza para hacerlo así que antes de que se golpee hice esta doble y me aparecí en casa con la idea de poder rodar”.

Junto a su familia y su hermano menor, Claudio
Tiene el proyecto de participar con su bici doble en las ferias de la plaza San Martín e incorporar productos del emprendimiento de sublimados y de la construcción de juegos.
Hugo fabricó la bicicleta con la que su hermano corrió el campeonato argentino. “La armé desde cero, el cuadro que soldé con fierros todos separados y con eso ganó cuatro campeonatos, cuatro títulos argentinos”.
Reparar
Ser bicicletero le regala historias de mucho amor como la de un abuelo.
- Quiero reparar la bici que era de mi hija para llevársela a mi nieta.
Hugo la miró, y supo que podía dejarla hermosa. “Hay bicis con mucho valor afectivo, este año hice cuatro. Una de ellas estuvo 30 años en el patio y a pesar de intentar regalarla no lo habían hecho”.
- Dejame que le mire bien. Esta Aurorita rodado 14 va a llegar a Catamarca, despreocupate.
Hugo puso manos a la obra y una nieta recibió de manos de su abuelo, la primera bicicleta de su mamá.
“Cuando la vi, para mí era una alhaja, la pulí, la pinté, la lustré, le pusimos cositas nuevas tratando de usar lo más original que queda; eso tiene su valor también”.
La reparación es un trabajo que debe hacerse con gusto porque cada acción lleva horas, por ejemplo, para sacar un avance que se pegó, Hugo puede pasarse toda la mañana para lograrlo.

El taller. Tornillos, tueras y arandelas se mezclan con las herramientas, las cámaras y las bicicletas
“Con la pulidora pulo todo o los juegos de dirección oxidados que no sirven, entonces los reemplazo por nuevos. Cada reparación tiene su historia. Cuando viene la gente le pregunto qué representa la bici para ellos y si noto que quieren tenerla en buen estado por cuestiones sentimentales, lo tomo al trabajo enseguida y vamos tratando con el cliente, sin priorizar lo económico, sino haciendo por etapas, pero con la idea de poder terminar el trabajo”.
El oficio requiere, además de poder reparar rápido, “hay gente que hace excelentes trabajos pero tarda años o no tiene las herramientas”.
Hugo busca entre las cajas que hay en su taller y esgrime un fierrito metálico con dos manitos en la punta. “Para enderezar llantas uso esta herramienta, un fierrito que si no lo tenes, no te queda otra que usar el martillo y arriesgarte a marcarla. Con la fresa movés los dientecitos para el mismo lado y podes poner bien el asiento, limpia la soldadora, las costuras, se usa para las horquillas nuevas, si no la tenes podes romper el juego de dirección o torcer algo”.
Para ser bicicletero hay que tener buena onda con la gente, “tenés que ser medio sociólogo y trabajar bien, hacer buenos laburos para que la gente hable bien de uno, si la gente no trasmite, amén de la publicidad, no sirve, porque el reflejo del bicicletero es el buen trabajo”.
Hugo disfruta de las anécdotas que le cuentan sus clientes cuando regalan las bicis que él reparó. “Me gusta que vuelvan a contarme cómo anda la bicicleta, algo que valoro internamente”.
“Ser bicicletero es un trabajo muy lindo, me gusta venir al taller, el trato con el cliente, conversar, conocer las historias y luego seguir reparando, es como si fuera una terapia”.
No hay reparación que se le resista, siempre le busca la vuelta para solucionar el problema hasta resolverlo.
El grupo de amigos
“No me adaptaba a la bicicleta de Mountain Bike, yo andaba en la bici de ruta, la bici flaca, no había forma, no me gustaba la tierra o salir y volver hecho una milanesa. Además el mantenimiento de la bici en tierra es intenso porque es una lija todo el día para el piñón y la cadena que en tierra dura 2500 km y en ruta dura 7000 km. Hay cosas que evaluás porque depende del gasto”.
Pero sus amigos insistieron, se compraron las bicis de 29 y Hugo insistió con salir en la suya de ruta. Aunque pedaleaban, no podía compartir con ellos el ciclismo que a todos les gustaba. Así que se decidió, vendió la bici de ruta y compró una de rodado 29.
“Me metí en el grupo con amigos y a partir de ahí me aboqué más todavía a asesorarlos, arreglar las bicis, a enseñarles, a pedalear, porque hay una técnica que tiene que ver con la posición. Buscamos las zapatillas para pedalear, el casco, los guantes, anteojos, por ahí salían de pantalón de futbol y zapatillas, después de una hora de entrenamiento, se bajaban lastimados, por eso existe la malla con protección”.
Los entrenamientos mejoraron y así evitaron los dolores molestos y afianzaron el disfrute. Pero este grupo corre con ventaja. Es que Hugo tiene licencia (que se renueva) de director técnico nacional del ciclismo.

El taller. Tornillos, tueras y arandelas se mezclan con las herramientas, las cámaras y las bicicletas
Esta certificación la obtuvo cuando formó la Escuela de Ciclismo Infantil Tres Arroyos (ECITA) que funcionó con la ayuda de la Dirección de Deporte Municipal a cargo de Luis Serra desde el 2006 hasta el 2013.
“En la escuela hubo treinta chicos que aprendieron las técnicas para ser ciclistas. Inspiró la formación de la Escuela cuando en una Fiesta del Deporte solo había un ciclista. Entonces surgió la pregunta de cómo formar competidores, porque andadores es una cosa y ciclistas otra”.
Así Hugo organizó la escuela de ciclismo y presentó el proyecto para la construcción del velódromo en el Parque Cabañas. “Entrenábamos en el ingreso al parque y luego en el velódromo que se hizo con 117 camiones de tosca y la promesa de asfaltarlo alguna vez”.
Hugo vive de y por las bicicletas, “ahora hago ciclismo de manera recreativa, la competencia necesita distraer mucho tiempo al físico y es duro económicamente. Hoy hay que competir con el carbono, ya no es tan fácil la fabricación artesanal para la competencia, no es tan fácil inventar algo como la bici que le hice a mi hermano y salió cuatro veces campeón en distintas especialidades”.
La clientela entra y sale, pregunta, busca sus bicicletas reparadas. Hugo va y viene del salón exhibidor al taller y una vez allí retoma su trabajo. Cada cuadro cuenta una historia, así como las herramientas, cubiertas, pedaleras… Bicicletero a su bicicleta.