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Rampa inclinada

Escuchala en la voz de su autor, Diego Jiménez

El repudió a los tweets que el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, envió al dibujante y humorista Nik es razonable, y la vehemencia en la contundencia de ese rechazo, no es sobreactuación ni tampoco debería leerse como una nueva excusa para oponerse al Gobierno. 
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) en un comunicado en relación a esos mensajes, subraya que la inclusión de “…información sobre el entorno familiar del historietista, es especialmente grave, máxime por provenir de quien debe velar por la seguridad de los ciudadanos…”. 
Por su parte, el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) repudia la intimidación que sufrió el humorista gráfico Cristian Dzwonik (Nik), argumenta lo peligroso de brindar información privada y “…condena los dichos de Fernández, en particular porque es el funcionario responsable de garantizar la seguridad de los argentinos…”. 
Por último, la Academia Nacional de Periodismo comparte las mismas críticas añadiendo que “…se trata claramente de una actitud de intimidación que provocó temor y zozobra en la familia del historietista. Después, el ministro Fernández divulgó un dibujo que Nik había hecho solo para ser usado internamente por el colegio ORT, donde estudian sus hijas. La obscenidad con que el ministro Fernández exhibe la información personal, familiar y escolar de las hijas de Nik, constituye un avance insoportable del Estado sobre las libertades públicas y, desde luego, sobre la libertad de prensa, ya que Nik es un hombre de la prensa libre…”. 

La vida pública nacional ha perdido en amplias franjas de su superficie, el respeto por ciertas reglas, derechos y libertades

Es especialmente grave que en una democracia republicana, un ministro o cualquier otro funcionario de alto rango, utilice la ventaja que supone el poder que ostenta, de apoyatura para intercambiar mensajes con un ciudadano corriente. Lo peligroso de esta actitud es que resalta la asimetría del que ejerce el poder y controla los instrumentos del Estado, en relación a un individuo en particular. Y si dicho funcionario tiene responsabilidades en relación a la seguridad ciudadana, mucho peor, dado que en la realidad o en el imaginario social, estos manejan potencialmente, información sensible. 
El Ministro, por cierto, reveló información de la vida privada del humorista, en particular de sus hijas, en un claro atropello a la intimidad del artista. Dicha revelación, estuvo acompañada de preguntas e interrogantes en donde la única forma de interpretarlos es la de una velada amenaza. No hay otra lectura posible. 
Lamentablemente, la vida pública nacional ha perdido en amplias franjas de su superficie, el respeto por ciertas reglas, derechos y libertades, que por otro lado integran y fundamentan nuestra carta constitucional. La corroboración de que esto es así, es que el Ministro Fernández continúa todavía en funciones. 
Resulta llamativo que un Gobierno que se autodefine como defensor y promotor de viejos y nuevos derechos, no reaccione desplazando a un funcionario que recurre al tono intimidante para “dialogar” vía redes sociales, con otro ciudadano situado en clara desventaja. La historia contemporánea del país conoce bastante de intimidación desde el poder como para dejar pasar sin más lo ocurrido en esta última semana. 
Nobleza obliga, Fernández siempre se ha caracterizado públicamente por su verborragia y un singular modo de debatir mediáticamente. Pero el episodio con Nik merece algo más que una simple disculpa. Un Gobierno que despide a un colaborador que intimida a ciudadanos, velada o directamente, enfatiza su mejor cara, enviando un mensaje claramente democrático. Otro que no lo hace, corre el riesgo de convertir sus claroscuros en una rampa inclinada hacia su peor versión. 
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