Juan Domingo Perón

Opinión

Editorial

Falta

10|10|21 09:13 hs.


El ex canciller y economista, Guido Di Tella, solía decir que el peronismo en cinco años hizo lo que otros países realizaron en cien, en materia de inclusión de los sectores populares. Pablo Gerchunoff, atempera esa afirmación, sosteniendo que eso provocó una “indigestión macroeconómica”, pero sin dejar de acordar, que, además, lo que se produjo entre 1946 y 1955 fue “un salto igualitario notable”. 

Oscar Terán habla de una vocación igualitaria del partido fundado por Juan Perón y Roy Hora de un “shock de bienestar”, para referirse a lo ocurrido en el primer período de gobierno del militar golpista, convertido en líder político popular. Los historiadores coinciden en general, que en los años que van de 1946 a 1949 (otros indican su inicio en 1944, desde el gobierno de facto que ya integraba quién le dio nombre al peronismo) se implementaron políticas cuyo objetivo fue mejorar sustancialmente la vida de los sectores populares y medios. 

 También hay coincidencia, en que el límite de esa expansión del bienestar se encontró en los años 49’-50’. Cuestiones climáticas, baja de los precios de las materias primas, dificultades de encontrar otros bienes exportables para campear la falta de divisas, inflación sostenida y un contexto internacional restrictivo. A pesar de ello, Perón fue reelecto, alcanzando más del 62% de los votos en 1951. Ya con Gómez Morales como ministro (desde 1948), se inició un giro en la política económica, más ortodoxo. Casi una antítesis de lo ocurrido durante su primer mandato. 

 Apertura al capital extranjero, especialmente norteamericano, exigencias de más productividad por trabajador, caída del salario real de un 10%, presiones al sindicalismo para evitar o abortar huelgas y una acentuación de un autoritarismo político que comenzó a hacerse más notorio al mismo tiempo que las preocupaciones económicas arreciaban. 

Perón conservó su liderazgo y adhesión, a pesar del cambio de escenario. Y eso se explica, en parte, por los efectos positivos e inclusivos de esos cuatro años iniciales de bonanza. El líder político, además, sabía de los límites y peligros de una política excesivamente expansiva, pero primaron cuestiones políticas en su toma de decisiones. Una prueba de ello, fue el giro económico que dio y el consecuente cambio de ministro de Hacienda en 1948. La economía es política y viceversa. Se entremezclan e influyen. Por otro lado, en aquellos años, la sociedad argentina estaba divida económica y culturalmente y los efectos de ello, es harina de otro costal. O del mismo, pero excede los límites de lo que queremos expresar en esta nota editorial. Si, escribir, que toda política económica se implementa en una determinada sociedad, compleja, diversa. La economía no es una ciencia exacta, es contextual. 

En los años 40’ la Argentina no tenía los problemas estructurales de hoy día. Financieramente era más solvente y su frente externo estaba más estabilizado que ahora. Es difícil hacer comparaciones, dado que los contextos son diversos, pero era posible realizar políticas de esa índole con costos menos agudos en aquello años. Claro, es una discusión que sigue abierta: ¿Qué políticas? ¿Cuál era su límite? ¿Cómo equilibrarlas con el proceso político?

El espejo de la historia refleja un presente con un gobierno transfiriendo dinero, ampliando jubilaciones, aumentando asignaciones familiares, adelantando aumentos programados, extendiendo los fines de semanas largos, otorgando líneas de crédito, aumentando el salario mínimo, ampliando aforos a alta velocidad y alentando políticas de creciente expansión monetaria. Todo en un espectáculo continuado, del que algunos analistas, explican parte de su origen: el nuevo asesor que tendría el Presidente prestado por Sergio Massa, el catalán Antoní Gutiérrez - Rubí y su idea del “SI”. Dar buenas y positivas noticias de modo constante, endilgándole toda la negatividad a la oposición. 

 Pero los interrogantes son otros y superan a los asesores de ocasión. ¿Por qué no antes? ¿Alcanzan los recursos para ello ahora? Y el problema no es solamente si son malas políticas o si benefician a la economía, activándola. La discusión es su sostenibilidad y su falta de planeamiento. El arrebato de medidas sugiere mucha improvisación que puede tener un costo negativo en un tiempo breve. Un boomerang que termine licuando políticas pro consumo que a priori pueden ser necesarias. 

Parte del peligro es más inflación o una devaluación más acelerada de la que se practica en la actualidad. O lo que es aún más grave, una creencia de que la pobreza se ha reducido, reducción, medida solo en términos de ingresos. Un índice pobre, y vale el adjetivo, que dice muy poco del drama argentino. Un maquillaje para ocultar el cutis demacrado del verdadero rostro del país. 

 Los años cuarenta posibilitaron el incremento del bienestar y eso, fue consistente. El país era otro y el liderazgo cualitativamente diferente. Los herederos actuales del movimiento fundado por Perón se debaten entre el apuro electoral, las recetas de otro tiempo y un positivismo superficial anclado en una catarata de anuncios. La oposición comenta, mira y no precisa ni tampoco levanta mucho la voz en los temas cruciales. Una temeridad por la negativa que raya la irresponsabilidad. Es cierto, en ambas coaliciones todavía hay sectores que poseen sensatez y conciencia de la situación del país. Faltaría tender puentes entre ellos. Falta un liderazgo que lo haga posible.