Muchos chicos en el Taller musical La Casita, que crearon Mirna Ambrosius y Nora Zaparart

Sociales

Por Nora Zaparart (*)

El adiós a una amiga y socia muy especial

25|09|21 22:12 hs.

Conocí a Mirna en la década del 80 cuando llegué a vivir a Tres Arroyos.


Ella daba clases de música en el Jardín 903 y cuando me dieron el pase para trabajar en esta ciudad… ¡la desplacé! Me sentía muy culpable, sin serlo, pues fue por una disposición administrativa. Podría haber sido causa de resquemor de su parte, pero desde ese entonces me demostró su esencia porque al poco tiempo y casi sin conocerme me hizo la siguiente proposición: quiero poner un taller musical y solo lo haría con vos. 

Así nació el Taller musical La Casita. Durante un año ahorramos pues seguimos con nuestros cargos como maestras de Música, comprando instrumentos, cassettes, libros y acondicionando la antigua casa de la calle Istilart, que gentilmente nos cedió la Escuelita del Pastor Bidán. 


Mirna Ambrosius


Teníamos muchas expectativas…pero ¿se anotaría algún alumno? 

La primera vez que sonó el teléfono y que atendimos muy emocionadas, fue la hija más pequeña del pastor Bidán que preguntó si le íbamos a enseñar a apretar los botones de su grabadora. 

Y partir de allí, nuestro taller literalmente se llenó. Muchas familias nos acompañaron a lo largo de los años. Fuimos socias y amigas, compartiendo no solo la docencia sino la crianza de nuestros hijos, las vivencias de nuestras familias, la adolescencia de su adorada Mariana. 

Trabajaron con nosotras Andrés Mazzitelli, Verónica Stiglich, Marisa Millenaar, mi hija Irene. Teníamos grupos de alumnos desde 4 años hasta adolescentes y grupos de adultos. Guitarra, flauta, órgano, expresión corporal, y muuuchas canciones. Biblioteca abierta a los docentes. Viajamos a clínicas de música. Tomamos y dimos cursos.



Fuimos muy felices dando esas clases. Hasta la última vez que estuvimos juntas recordábamos las anécdotas que nos hacían morir de risa. 

El taller estuvo abierto durante 10 años hasta que concursé para un cargo en la docencia, sabiendo ambas que si aprobaba no podría seguir en el taller, y así fue, Mirna no quiso continuar. Me dijo que había sido un proyecto de las dos, que sola no quería seguir. 

La docencia nos volvió a unir en otro ámbito, siendo yo inspectora de Educación Artística de la Provincia ella fue directora del Conservatorio de Música de Tres Arroyos. 

Y hoy...la noticia de su partida. 

Mirna fue música, alegría, canciones en mi vida. Sé cuánto me quería y ella sabía cuánto la quise yo. Sé que en sus alumnos dejó su semilla, que es el regalo más grande que los docentes podemos recibir, que algunos y algunas hoy son músicos reconocidos y que otros atesorarán en sus recuerdos los momentos compartidos. 

Fuimos afortunados quienes la conocimos. Por siempre en mi corazón. 

 (*) Maestra de Música