Entre otras actividades, Paula Di Stéfano brinda un taller en el Club Español (Goyo Fernández)

La Ciudad

Paula Di Stefano nos cuenta su pasión

“Para mí la cocina es todo”

29|08|21 08:55 hs.

Por Isabel López


En 2012 Paula Di Stefano vivía en Claromecó y ya se encontraba trabajando de manera profesional en la gastronomía hacía algunos años. Su experiencia de madre y esta pasión que cada día crecía un poco más e iba encontrando nuevas facetas, la llevaron a iniciar su camino en la docencia y crear un taller de cocina inclusiva para niños.

El objetivo de Paula era que fuese un taller para chicos, con o sin discapacidad, para lograr así una verdadera inclusión. “Empecé con ocho chicos con discapacidad. Después llegó una nena, que invitó a sus amiguitas, y así siguió creciendo hasta tener más de veinte alumnos”, contó la chef a La Voz del Pueblo. 

Entre donaciones de los comercios y los vecinos, iba costeando los gastos de los insumos para el taller ya que ella lo hacía de manera gratuita. “Tenía chicos de recursos económicos muy bajos, entonces yo tenía que andar buscando harina y tenía que llevar las cosas porque no podía dejar a los chicos sin eso”. 

En el año 2015 presentó un proyecto en el Centro de Formación Profesional y tomó horas en el Instituto 33 en la Tecnicatura en Servicios Gastronómicos, por lo que empezó a trabajar mucho más en Tres Arroyos. Esto la obligó a tomar la decisión de darle fin al taller de cocina para chicos en Claromecó. “Había empezado a notar que estaba creciendo laboralmente en la gastronomía y tenía que dejar cosas porque no podía viajar tanto”, recordó. 

Así, Héctor Somovilla -que lo conocía desde muy chico- la contactó y le propuso llevar el taller de cocina al Club Español. Paula dijo que sí y ya lleva cinco años dando clases en la institución. “Hoy por los protocolos tengo 12 chicos, antes podía tener hasta 18 por el tamaño de la cocina. En vacaciones de invierno tuve que rechazar a un montón, como me pasa cada año. Si abriese dos días, lo lleno al cupo”, expresó. 

Una sorpresa que trajo mucha alegría a los chicos, fue que para el Día de las Infancias la profesora les regaló unas mini tortas para que ellos decorasen y además llamó al payaso Gerard para pasar la clase con los niños. “Sacamos fotos que yo luego les imprimí junto a una receta y se las regalé. Fue divino ver esa mesa llena de colores, esa creatividad en cada torta”. 

Para Paula, el taller de cocina para chicos “no es un trabajo. Si algún día me levanté mal o tengo un mal día, ahí me olvido de todo. Aparte, ver la armonía que tienen es satisfactorio. Ahí son todos iguales, no hay diferencias”. 

Además indicó que “es impresionante el avance que tienen. Tengo alumnos que van desde que inicié, todos los años. Otros que se van un año y al otro vuelven. Yo les hablo siempre como si estuviera frente a una clase del Instituto, no los trato como chiquitos, y ellos responden súper bien porque tienen un orden en la cocina tremendo”. 

A su vez, reconoció que los padres de los chicos también se encuentran muy satisfechos con el desarrollo de sus hijos, “y eso me encanta”.

Inicios en la gastronomía 
Paula nació en Tres Arroyos y por cuestiones laborales de su familia, se fue a vivir a Claromecó y cursó toda su escolaridad allá. “Tuve varios trabajos, pero la gastronomía no la tenía ni pensada. Yo en ese momento quería estudiar arquitectura, pero no me podía ir afuera y acá no había tantas posibilidades como ahora”, contó. 

En su familia no había mucha cultura gastronómica ya que a su madre no le gustaba la cocina y como su padre trabajaba durante todo el día, tampoco tenía tiempo para dedicarse. Del único que Paula tiene recuerdos es sobre su abuelo. “Familia italiana, cocinaba mucho. Yo tengo recuerdos hasta mis 12 años de él, de su tiramisú. También le gustaba mucho amasar y cuando se juntaba la familia en la casa, hacía tallarines caseros para todos”. 

Cuando se inició la escolaridad de su hijo Andrés, que tuvo que venir a vivir a Tres Arroyos, por recomendación de una amiga comenzó a hacer un curso de pasta en el Centro de Formación Profesional. “Lo empecé a hacer como algo de distracción y me gustó”.

Al año siguiente se anotó en el de pastelería y de repente un día se encontró buscando institutos para estudiar en Mar del Plata. “Me atraía mucho la pastelería porque veía la perfección, me gustaba decorar”, señaló.

Dubitativa porque acá en Tres Arroyos tenía muchas responsabilidades que cumplir, comenzó a estudiar en la Escuela de Pastelería de Mar del Plata. 

Coordinando con el padre de su hijo, con la familia y la escuela, durante cinco años viajó semanalmente para realizar la formación en gastronomía y luego la especialización en pastelería y chocolatería. “No me pregunten cómo, pero lo hice”, contó sorprendida. 

A partir de 2009 comenzó a tener infinidad de propuestas laborales, en confiterías, en restaurantes, pedidos personales, eventos, banquetes y más. “Era y soy muy segura de lo que quería. Mi objetivo era trabajar en la gastronomía y no importaba lo que me dijeran”. 


Entre otras actividades, Paula Di Stéfano brinda un taller en el Club Español (Goyo Fernández)


Luego, por distintas necesidades que fueron surgiendo, comenzó a formarse en cocina salada. “Siempre hay que perfeccionarse. En cualquier oficio o cualquier profesión hay que capacitarse constantemente. Hay cosas nuevas, los tiempos van pasando, vienen nuevas tendencias y técnicas. Todo cambia”, insistió.

Así, a medida que fue adquiriendo más conocimientos en esa área, empezó “a descubrir que me gustaba mucho la pasta y los mariscos. A jugar con los condimentos y a descubrir una nueva faceta mía. También me di cuenta que podía hacer recetas propias y actualmente tengo 24. En la cocina ya está todo creado e inventado, pero uno le pone su personalidad”.

Paula actualmente también publicita diferentes marcas y trabaja a través de redes sociales. “No tuve problemas en adaptarme a las redes. Con la llegada de la pandemia hubo que cambiar muchas cosas, pero tengo tanta pasión por lo mío que me adapto enseguida en todo. Yes natural, no me cuesta”. 

Docencia 
Dar clases, para Paula, “fue algo que pasó, no estaba en mi mente ni lo tenía planeado. Me encanta la docencia. Nunca me voy a guardar tips o secretos”. 

Con respecto a las diferentes oportunidades que se le han presentado a lo largo de la vida, manifestó que “yo me tiro a la pileta cuando vienen propuestas, siempre digo que sí. Soy muy exigente e intensa. Me gusta el orden, la limpieza, que todo esté en su lugar”. 

Además de las clases en el Instituto 33 y en el Centro de Formación Profesional, Paula dicta algunos cursos de forma privada. “Hoy por hoy, este año, hice la cuenta y tengo 232 alumnos, entre todas las clases que doy”. 

La cocina “es un aprendizaje en todo. Uno aprende la motricidad, la conducta, a seguir las reglas, matemática, a escribir las recetas, la parte de higiene. Se aprenden un montón de cosas. También explota la creatividad, el arte. Entra todo, el compañerismo, el respeto hacia el otro, el compartir”, opinó Paula. A su vez, “transmite una energía, que si uno está mal hace una descarga, te relaja”. 

Dando un cierre a lo dicho, Paula expresó: “Para mí la cocina es todo y más si lo haces con pasión. Hoy por hoy es mi trabajo y vivo de esto, pero no es un trabajo que me levanto a la mañana y no tengo ganas de ir. Me levanto y salgo feliz”.