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Una pequeña gran historia como homenaje

Carlos “Beto” Sánchez fue el protagonista de un artículo publicado por La Voz del Pueblo en agosto de 2015. Llegó desde Santiago del Estero cuando era joven, en nuestra ciudad generó un amplio currículum en gastronomía y abrió su propia rotisería con su mujer Mabel. Falleció el lunes pasado, luego de permanecer internado con Covid-19. Este artículo lo compartimos para tener presente a un vecino muy querido y a todos aquellos que perdieron la vida en la pandemia
(Publicado el 16 de agosto de 2015)

Los primeros contactos con la gastronomía, Carlos Humberto Sánchez los tuvo de chico, en Termas de Río Hondo, el pago donde nació y se crió con sus cinco hermanos. Empezó haciendo asados, con la sola enseñanza de haber visto a su padre. Y le salían muy bien. «Ya se notaba que tenía mano para cocinar», dice. 

Años más tarde, la carne sería determinante para que el santiagueño entendiera que la cocina tenía que ser su oficio. Porque Beto siempre supo que para tener un futuro mejor debía cambiar el Norte por Buenos Aires, y así, a los 15 años probó suerte en una quinta de verduras en Florencio Varela, en el conurbano. La experiencia le dejó una enseñanza de vida: «Pasé hambre porque ganaba poco y no me quedaba otra que comer papa y zapallo, nunca comí un pedazo de carne, no estaba al alcance de mi bolsillo. Entonces, cuando volví a Termas me propuse aprender un oficio en el que tuviera la comida gratis, y empecé como peón de cocina», explica. 
Durante un par de años, en las temporadas invernales de Termas, Beto alternó el reparto de huevos, pollos y verduras con tareas de ayudante de cocina en un hotel. Y en una de sus entregas de mercadería se produciría el hecho que le cambiaría la vida. «Juanillo Méndez era el jefe de cocina de uno de los hoteles al que yo iba y al ver que me interesaba la cocina me ofreció venir a Claromecó a trabajar en el verano a su restaurante», recuerda. No dudó en aceptar la propuesta.
Con 17 años, un bolsito, y la tarjeta con el número de teléfono de Juanillo, el Santiagueño llegó a Tres Arroyos una fría mañana del octubre de 1981. Vino en tren desde el conurbano, donde estuvo un par de meses otra vez trabajando en la quinta de verduras. «No tenía plata para volver a Termas, así que si Juanillo se había arrepentido de la propuesta, no sé qué hubiera hecho», cuenta. Aunque lo que le quedó grabado fue lo que percibió al bajar del vagón: «Sentí que me tenía que quedar acá, que Tres Arroyos era mi lugar». 
Un rato después de hablar con Juanillo, su yerno, Orlando Pérez, lo pasó a buscar por la estación y a la tarde ya estaba instalado en Claromecó para empezar a limpiar el restaurant de la calle 9, frente a donde estaba la calesita. «Hice tres temporadas ahí, aprendí muchísimo. Además, en el invierno me volvía a Termas y Juanillo me hizo entrar al hotel donde estaba él», cuenta Beto. 
Al tercer año que vino a Claromecó decidió quedarse a trabajar en Tres Arroyos una vez finalizado el verano. El plan inicial era cocinar en un restaurante que iban a abrir en La Catalana, pero eso nunca se concretó y Beto terminó presentándose en La Tuerca, que allá por 1984 funcionaba en San Martín y ruta 3. «Lito Ranzini, el dueño, había sido contratado para hacer la comida de la Escuela Agropecuaria y necesitaba un ayudante de cocina». 
El Santiagueño se presentó en la mañana del martes 13 de abril y a la tarde ya estaba trabajando y antes del fin de semana Ranzini le ofreció ser jefe de cocina de La Tuerca. «No lo podía creer… (se emociona). El día que fui a entrevistarme pasé la noche en la terminal porque no tenía plata ni para pagarme una noche en una pensión… Lito todavía se conmueve cuando se acuerda que llamé a mi mamá desde su oficina y llorando le decía que era jefe de cocina. Para mí era todo un sueño. A él le voy a estar agradecido toda la vida», cuenta entre lágrimas. 

Junto a su mujer Mabel

Fueron nueve años los que trabajó en La Tuerca. Se convirtió en un cocinero experimentado y en un tresarroyense por elección. Conoció y se casó con Mabel, la compañera con la que lleva 33 años de convivencia y con quien tuvo a Anahí; con el aval de Lito sacó un crédito para comprar el terreno y empezó a construir su casa en Villa Italia; y uno de sus hermanos siguió sus consejos y se vino a jugar a Huracán y nunca más se fue.
Iba todo sobre ruedas en La Tuerca, pero igual el Santiagueño quiso modificar el rumbo.
«Quería aprender otro oficio y conocer otro régimen laboral. Así que renuncié y entré a trabajar en el frigorífico Anselmo, en la sección fiambres y por la mitad de lo que ganaba como jefe de cocina, y con la casa a medio hacer… Son riesgos que uno toma», cuenta.

Tuvo el gusto de cocinarle a Diego Maradona, a Valeria Lynch, a Horacio Guarany y a Raúl Alfonsín

Pero ese cambio, que a simple vista parece desfavorable, le permitió cumplir un sueño: cocinar para La Perla.
«En el frigorífico trabajaba de lunes a viernes, y me dedicaba a la gastronomía las noches del fin de semana. Primero me iba a cocinar en el Hotel Claromecó y después entré a La Perla, preparaba las comidas para las fiestas de casamiento y cumpleaños de 15. Otra ilusión que se hacía realidad», asegura, otra vez con la mirada vidriosa de la emoción.
En forma paralela, en los ratos libres, junto a Mabel -él fue quien le enseñó a cocinar- hacían empanadas y pastas. «Mi familia siempre fue un pilar fundamental para mí, sin el apoyo que me han dado no hubiera podido hacer nada», dice. 
Hace dos años, cuando cumplió los 50, sufrió el desprendimiento de la retina de un ojo y se jubiló en el frigorífico. Entonces decidió apostar con todo a la rotisería familiar, donde hoy trabaja con su mujer y tiene a Natalia y a Luis como ayudantes. «Hacemos de todo, lo que más sale son las empanadas santiagueñas», explica mientras Valentina, su nieta mayor agarra una empanada para la foto.
Tiene apenas siete años, pero aclara que ya toma clases de cocina. Su hermano Mateo, de un año, también anda dando vueltas por ahí, rodeado de masa y ollas. «El es el que prueba todo», aclara su hermana.
El Santiagueño vuelve a pedir la palabra después de las fotos para mostrar su gratitud eterna «con Juanillo, con Ranzini, con mi suegro, con Gocchi, con los muchachos de la peña que quisieron hacer una colecta cuando me tuve que operar de la vista, y seguro me olvido de muchos… Porque soy un agradecido con el que me ha dado una mano. Por eso para mí Tres Arroyos es el paraíso». 
En la despedida recuerda que tuvo el gusto de cocinarle a Diego Maradona cuando jugó en la cancha de El Nacional en el arranque de la década del 90, a Valeria Lynch, a Horacio Guarany y a Raúl Alfonsín. Y entre tanto recuerdo, confiesa cuál es su gran ilusión para el futuro: «Lo que me queda hacer en la gastronomía es abrir mi propio negocio en Claromecó». 
Lo más probable es que Beto ese deseo algún día lo cumpla, porque sigue teniendo intacto el hambre de progreso. 
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Reapertura
La rotisería El Santiagueño volvió a abrir sus puertas, ofreciendo siempre las tan ricas empanadas y productos con la receta que dejó “Beto”.
Su familia expresó que “hoy continuamos con el legado, y seguimos cocinando con la misma profesionalidad y responsabilidad para que sigas degustando las tan famosas empanadas que nuestro querido ‘Tata’ El Santiagueño realizaba con tanto amor “. 
Espera a los vecinos en Garibaldi 303. También se puede llamar a los teléfonos 421133, 15650335 o 15650081”. 
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