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Expresiones

Las manifestaciones anti
cuarentena sucedidas durante
la semana pasada
en Rosario, Córdoba y Buenos
Aires, expresan una faceta
oscura dentro de un contexto
pandémico que no da tregua en
relación al nivel de contagios.
Los denominados negacionistas
anti vacunas, una definición
elocuente que por sí misma
transmite la ausencia de argumentos
que poseen ese tipo
de grupos, sus mensajes provocadores
y ofensivos sumados
al carácter anti ciencia de sus
puntos de vista, son peligrosos. 

Es innegable la existencia
de la pandemia y la discusión
acerca de su origen,
una fuga
de un laboratorio
en China
o a causa de la
comercialización
de alimentos
congelados o de
ciertos animales
en los mercados
multitudinarios
y enormes de
Wuham, todavía
está abierta.
Aunque las noticias,
a través
de la voz de los
científicos más variados, ven
poco probable la primera opción,
la geopolítica internacional
la trajo a la palestra, al conocerse
la orden del presidente
norteamericano, Joe Biden, de
darle a la Central de Inteligencia
Americana (CIA) un plazo de
noventa días para elaborar un
informe en tal sentido. 
Finalmente, más tarde o más
temprano, se conocerá la
respuesta a este interrogante
sustancial. Independientemente
de ello, la pandemia
sigue ahí y hasta el momento
son pocos los países que
la han logrado controlar a
fuerza de restricciones, ensayos
y errores, capitalizar
experiencias ajenas y, ¿qué
duda cabe?, vigorosos planes
de vacunación. 
Es cierto que vivimos en una
sociedad libre y que en ella, todas
las expresiones deben tener
su cauce, más aún aquellas que
no son compartidas por determinadas
mayorías. La pluralidad
debe ser salvaguardada a toda
costa y la censura, debería estar
erradicada. Estos días, a causa
de las marchas negacionistas,
en el periodismo se suscitó el
debate en torno a sí deben
ser reflejadas mediáticamente
dichas movilizaciones. 

Deben ser
contrarrestados
con información
seria, sostenida
por la ciencia y
la estadística,
más testimonios,
imágenes, relatos y
experiencias

Mostradas, para que la opinión
pública saque sus conclusiones;
incluso, asumiendo que
lo que argumentan es falso, carece
de sustancia científica y por
ende, constituyen expresiones
que no soportan el escrutinio
más elemental, sean o no, profesionales
de la salud, algunos
de sus exponentes.
Además de
que ponen, con
puras mentiras,
en tela de juicio
el esfuerzo ciudadano,
sometido
a límites,
avances, contramarchas
e incertezas. 
Creemos que
sí, que deben
ser visibles, porque
son hechos
de la realidad,
aunque irónicamente
la niegan. Pero deben ser
contrarrestados con información
seria, chequeada y, en este
caso en particular, sostenida por
la ciencia y la estadística, más
testimonios, imágenes, relatos,
experiencias recogidas a lo
largo y a lo ancho del mundo,
como también a lo largo y a lo
ancho de nuestra ciudad. La
evidencia de lo que vivimos es
tal y tan abrumadora, que supera
los límites de la impericia
política. Esta última, no puede
ser el argumento para negar la
vitalidad de la pandemia y sus
efectos. 
Las expresiones negacionistas,
son siempre minoritarias
pero no por ello menos dañinas.
Los medios de comunicación
democráticos deben estar alerta
frente a ellas, para enfrentarlas,
simplemente oponiendo hechos
y argumentos incontrastables
a la naturaleza de su engaño
fundamental.
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