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Tres Arroyos, MARTES 19.03.2024
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Pregunta

La cuarentena en sus más diversas formas y restricciones se ha extendido más de lo imaginado inicialmente. Y es difícil calibrar cuando retornarán las formas sociales del pasado en su plenitud. Las postales que se vieron estos días, con playas abarrotadas de gente, mayoritariamente sin barbijos, en Israel, parecen distar mucho de lo que ocurre en nuestro país. En los Estados Unidos, según la crónica periodística más diversa, vuelve a pesar más el optimismo por sobre el desasosiego que reinó en gran parte del año pasado, sobre su población. En ambos países, la vacunación fue rápida y planificada, gracias a un dato fundamental resuelto: la alta cantidad de dosis que esas naciones disponen. 
La Argentina, ubicada en una posición entre 20 y 30, en el ranking de los Estados que más han vacunado (sobre un total de más de 200 en todo el planeta), no disfruta de paz. Las restricciones se endurecieron en el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires), muchas ciudades del interior cambiaron de fase para peor y el ritmo de contagios crece velozmente. Estamos surfeando la segunda ola con recursos escasos y necesidades infinitas. 
Está claro que algo había que hacer. Lo peor es la inacción y el aferrarse a una receta rígida. Sobre todo en las crisis de excepción. La historia lo enseña para aquellos y aquellas que la consulten cada tanto. Nadie en su sano juicio puede pensar que un gobierno democrático pueda desear que el país quiebre. Puede tomar malas decisiones, pero no poseer un plan sistemático en pos del fracaso colectivo. La crítica debe dirigirse hacia otro lado, no a ese punto. Hacerlo, es un error imperdonable. Tan grave como el equivocarse de manera serial. 
Siendo positivos, una aceleración en la vacunación más el prometido y proyectado, local e internacionalmente, rebote en la economía y una baja, al menos tenue y consistente, en los niveles de la inflación, puede ir lentamente cambiando el escenario de forma convincente. Pero, no existe la Argentina sin peros, el índice de inflación de marzo fue alto, 4,8 por ciento, lo cual enciende las alarmas. Las personas aplicadas con la primer dosis llegan a 5.500.000 y la economía, que repunta aunque eso no es palpable lo suficientemente dada la enorme deuda social que sufre el país, se resiente con cada nueva restricción. ¿Entonces? 
Sobrevuela el problema político. Remanido, recurrente y parecido a una guerra de vanidades, pero que adolece del contexto socio económico adecuado para expresarse. En la actual coyuntura, las invectivas ingeniosas, las frases electrizantes, las puestas en escena artificiales, los intercambios vía redes sociales y las presentaciones rutilantes en los sets de televisión, parecen desconectados de una realidad que exige sobriedad y vehemencia sin ningún tipo de amaneramiento. ¿Entonces? 
Esta pregunta sencilla tiene respuestas al alcance de la mano y sin ser fantasiosos, es posible la salida, lenta, no exenta de dolor, pero persistente. Mejor planificación en la vacunación, restricciones más quirúrgicas y segmentadas, de ser necesarias, y una hoja de ruta económica (ni siquiera un plan) claramente comunicada, constituyen parte de la respuesta. 
 La otra parte, la política, es clave. Pero no depende solo del Gobierno, incluye también a la oposición. Ambas alianzas deberían acercar a sus sectores más moderados, reducir la pirotecnia verbal, tranquilizar un país crispado y acordar mínimamente algunas cuestiones sanitarias y económicas. No es sencillo, pero no es en absoluto imposible. ¿Entonces? 
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