La noche determina
su desfalco de estrellas
opacadas,
y sobre el plato del reloj
el segundero aquieta
su espasmódica esgrima
giratoria.
Hoy la vida es un beso taciturno,
un silencioso golpe
un silencioso golpe
de espuma derramada.
Un pez naranja,
una copa
de vides entreabiertas,
un soplo de ceniza.
Un jardín,
callada inmolación,
en donde triunfa el bien
como una estrella amarga.
Un transparente
brillar de caracolas,
y un mar azul,
lejano,
bramando como un toro
sobre la arena helada.
La madrugada es un banderillero negro,
y la poesía sangre irremediable.
Sergio Manganelli