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Tres Arroyos, MARTES 19.03.2024
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Más de tres décadas con buen vino

Hablar de vinos y de trayectoria con Miguel Fernández es adentrarse en una mezcla de vivencias y sensaciones. Es que su trayectoria al lado de las damajuanas primeramente, por su relación laboral con El Palacio del Vino, y este presente como propietario de El Buen Vino primero junto a su mujer y ahora con la presencia de su hijo Leandro le han marcado su vida. 

Por esto es que los seis años transcurridos como empleado y encargado de la sucursal local de El Palacio de Vino, “algo de lo que pocos se daban cuenta ya que mi patrón no venía mucho a Tres Arroyos”, y los 30 transcurridos desde su inicio comercial con El Buen Vino (el 5 de agosto de 1988), ahora como propietario y con su propia marca es una trayectoria que merece destacar. 

Miguel Fernández es de contar todo esto como viéndose en el tiempo y en “su” espejo porque se inició en el rubro “por necesidad, básicamente por esto. Yo tengo un gran amigo que tiene una de las vinotecas más importantes de Bahía Blanca y cuando yo me vine de allá con mi padre él me dijo. ‘el día que puedas y necesites quiero poner una en Tres Arroyos’. Se dio esa oportunidad en 1975 hasta 1982 porque necesitaba trabajo ya que estaba recién casado y con un bebé en camino. Así que me conecté con mi amigo y así surgió la sucursal local de El Palacio del Vino en Betolaza y Dorrego. Ahí estuvimos durante once meses para trasladarnos luego a Colón y Pedro N. Carrera, yo estaba en relación de dependencia. En ese momento la venta era de vino en su gran mayoría en damajuanas, en el inicio un 100 por ciento y luego fuimos incorporando las botellas. Allí de a poco el rubro empezó a transformarse ya que varió de cantidad a calidad, bajó muy considerablemente esto porque cambió el criterio. Algo que también pasó con el tipo de vino ya que en los ‘80 el blanco tenía gran preponderancia a pasar un segundo plano y el rosado prácticamente desaparecer. Esto cambió de tal manera y luego con el haberse elevado las calidades el blanco recuperó terreno pero no como el tinto que es el elegido por variedades y precio”. 
“El vino blanco vuelve a tener presencia pero temporal, en verano sube y en invierno baja mucho. El consumidor ahora entiende más y varía de acuerdo a los tiempos, el blanco tiene protagonismo durante unos tres meses aproximadamente”, señala Leandro quien hoy es un poco la imagen y continuidad –junto a su padre- de “los Fernández” en el negocio.

Cambios estacionales 
El vino también se da por colores estacionales, manejados por las grandes potencias del vino entre las que está Argentina. 
“Antes era impensado un varietal, después fue impensado un bivarietal o de corte, ahora hay un revival, los blend, están volviendo los rosados pero con vinos de muy buena calidad. También los blancos dulces que antes eran endulzados y hoy es por las cosechas tardías o por manejos de las uvas o la identificación de los rosados por el tipo de uva ya que son tintos de diferente maceración, los hay de syrah, de malbec. También hay un grupo grande de gente que se da el gusto de tomar vinos caros por su alta gama como dice Leandro. No solo porque tenga ganas de tomar un buen vino ya que el precio con relación al proceso muestra que el vino no es caro en relación a otros productos esto marca lo que cada uno puede elegirlo. Es más barato tomar vino en Argentina que en cualquier lugar del mundo” señala Miguel Fernández.
 

Constancia 
En cuanto al porqué de los 36 años de continuidad para Miguel “se logran con constancia y adaptarse a los tiempos. Esto lo hemos vivido en nuestra familia, nuestro país es muy variable. No es casual que cumplimos treinta y seis años de vida comercial con una marca y a la vez 38 de casados, la constancia y el nunca bajar los brazos ha sido nuestro lema”. 
Esto para Leandro le ha traído mucha experiencia ya que “mi presencia en el negocio nunca fue forzada por mis padres. Tuve la posibilidad de elegir y esto sirve. Para mi es continuar la experiencia de ellos en la forma de trabajar y el buen trato con el cliente y los proveedores. Yo pienso que manteniendo los valores el negocio se mantiene solo”. 
Para Miguel “en Argentina es muy difícil mantenerse, los avatares económicos son así. Para transitar en el tiempo hay que tener una constancia y adaptarse a los diferentes momentos. Podés tener 10 años de bonanza y diez de retracción y eso te marca”. 
Algo que a El Buen Vino le ha significado lograr en una trayectoria comercial que como empresa familiar sus 30 años en el rubro lo distinguen. 

Leandro y Miguel Fernández; una historia transcurrida entre damajuanas y botellas

Sangre joven
La historia de Leandro con la relación del comercio de su padre “es desde siempre. Yo tenía conocimiento innato de esto porque desde chicos mis hermanos y yo estuvimos rodeados de esto, para nosotros esto siempre fue un negocio muy familiar. A mi me tocó una parte más light en cuanto al trabajo de fuerza porque ya empezó a haber cajas en vez de damajuanas. Vos ahora al transporte lo ves como algo diario algo que antes era diferente, porque en esos tiempos fue más duro. A mi siempre me gustó la relación con el comercio, esto de la compra y venta, la charla con el cliente o un proveedor, es lo que mejor me sale». 

Leandro, el heredero

«Esto del comercio lo tengo innato como mi padre, es algo que me gusta. Al momento de ponerme a estudiar sobre el vino era una carrera muy nueva y yo era muy joven. Cuando arranqué es como que mis compañeros me miraban como ‘qué va a saber vos tomar si tenés 18 años’, pero era algo que venía prácticamente desde la cuna para mi. El estudiar la carrera en un principio me pareció algo extremadamente romántico, encima la posibilidad de comercializarlo era otra veta. Yo no era un enamorado del vino a diferencias de mis otros compañeros, me fui enganchando con el tiempo porque para mí era una posibilidad de trabajo. Para mi el vino era una rama comercial no lo que terminé estudiando, más relacionado con el placer. Y me tocó llegar acá con el vino con desarrollo cero. Entonces sinceramente para mi fue muy simple porque en ese momento había dos vinotecas muy buenas como la de papá y Los Toneles de vinos tradicionales». 
«A mi me tocó hacer esa transformación de una manera que llegó por propia decantación, como le pasó a mi viejo con el cambio de la damajuana a la botella. Fue el pasaje natural de una gama baja y comercial de vinos a una de mayor precio y calidad. Era lo que pedía el público, nosotros lo que hacemos y estamos atentos es a lo que el cliente pide, es él el que te va transformando. La Argentina por variedad climática tiene las posibilidades de tener vinos desde Salta hasta Chubut más las variedades y calidades que hay». 
«El vino va relacionado 100×100 con un ritmo más lento de bebidas, no es para apurados. Hay cualquier otro tipo de destilados como whisky, ron, vodka que te lo dan; la sed te la sacan o gaseosas o cerveza. El vino es para quien se toma el tiempo para sí mismo, yo lo comparo más con el té o el café que con otros productos alcohólicos. Con el que le da tiempo, pero no tiempo con el airear la botella sino que con el disfrute. La gente toma vino el viernes, sábado o domingo por esto, por el tiempo necesario”.

La historia
Para adentrarse en esto de la relación con la vinería Miguel Fernández fue durante seis años el encargado de El Palacio de Vino “con la confianza con la que nos manejamos con mi patrón y amigo. Yo en un momento le digo que esto así no se podía manejar ya que los tiempos habían cambiado y también el volumen. En ese momento tenía sucursales desde Río Grande –en Tierra del Fuego- hasta en Pigüé, manejado con planillas manuales, pasado seis años el me reconoció que tenía razón entonces me dijo ‘voy a independizar la sucursal de Tres arroyos, decime qué podemos hacer’. Ya para ese momento y por otras adecuaciones que habíamos tenido en nuestra economía mi mujer y yo habíamos logrado adquirir la propiedad de Colón y Pedro N. Carrera pasando de ser inquilinos de Osvaldo. Entonces fue bastante simple porque hicimos una transacción de caballeros, como nos manejamos desde hace casi 40 años, porque por su bonhomía me hizo conocer los secretos del comercio del vino. Yo le compro la llave del negocio, la mercadería y el me pide que como el negocio era marca registrada se la cambie y allí sin apuro pero contando con su apoyo surge El Buen Vino. Pero como la transición fue de esta manera durante unos 15 años la gente siguió llamándolo El Palacio del Vino cuando la razón comercial y denominación ya había cambiado. Algo que aún hoy para los clientes viejos sigue pasando”. 
El que Leandro hoy esté casi “al frente” de El Buen Vino “conlleva a una historia paralela muy simple –dice Miguel Fernández-. Porque nosotros tenemos tres hijos varones. Uno es licenciado en Turismo y el titular de Borneo en Claromecó, el otro es ingeniero agrónomo y se desarrolla en eso y Leandro probó con dos o tres carreras universitarias y luego de un tiempo decidió que ‘mis hermanos ya tienen su profesión, yo voy a seguir con el negocio’. En una reunión familiar, con los cinco presentes, quedamos de acuerdo que había que profesionalizar el negocio y esto se lograba a través del estudiar la carrera de sommelier. Hoy yo no lo puedo manejar sólo con mi idoneidad porque no tengo cultivado el amor y el conocimiento con el vino de manera intrínseca. Aconsejar, guiar, indicar en calidad y cantidades donde se adentra en esto del vino –que tiene mucho de verdad y mucho de fábula- para nosotros el que Leandro se metiese en el negocio fue una alegría para mi mujer y yo y un cambio de horizontes por el otro. Porque si él no lo hubiese decidido otro sería el destino de El Buen Vino, por una simple cuestión de cambio generacional nos hubiésemos achicado o pensar en vender el negocio. Leandro está desde hace 5 años en el negocio con una directa injerencia en lo comercial desde hace tres”. 
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