Todavía tengo presente una historia que leí cuando era una jovencita. Se trata de un rey que pidió a sus tres hijos que eligieran lo que quisieran de su propiedad. El mayor eligió el castillo. El segundo las tierras porque quería llegar a ser un poderoso propietario. El más joven simplemente le pidió su gran biblioteca. Lo que realmente le importaba era saber más. Los otros se burlaron de él, aunque él parecía muy contento con su elección.
Años después, cuando los hijos ya habían recibido su herencia, un ejército invadió el país. Los tres hermanos no tuvieron otra alternativa que huir. Los dos mayores le preguntaron al menor qué pensaba llevarse. Y él les respondió: “Ustedes no pueden llevarse ni el castillo ni las tierras, pero yo me llevo lo que los libros me enseñaron. Esta es mi parte de la herencia, y ya la tengo conmigo. Evidentemente, el hermano menor estaba capacitado para enfrentar el futuro con el conocimiento que tenía.
¿No está la sociedad pasando hoy en día por una situación como la de los hermanos mayores? ¿Por qué tanta gente está pasando por grandes necesidades? ¿Por qué hay tanto hambre, pobreza, desempleo? ¿No será porque elegimos mal?
Hasta la salud puede verse afectada cuando estamos ante estas situaciones que parecerían que no tienen salida.
Hoy se ha llegado a la conclusión que todo lo que uno piensa, se manifiesta física y hasta socialmente. Los pensamientos que elegimos para que nos guíen y conduzcan, tienen como resultado las situaciones que nos tocan vivir y experimentar.
Bajo el título “La economía también golpea al corazón”, La Nación del 14 de mayo de 2012, señala: “Las crisis económicas no están ajenas a las crisis en lo emocional, que son capaces de gatillar o provocar problemas cardiovasculares”, opinó sobre el nuevo estudio el Dr. Alberto Alves de Lima, subjefe de cardiología clínica del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).
“La crisis de 2001 definitivamente influyó en la salud de los argentinos”, agregó el cardiólogo. “En nuestra unidad coronaria aumentaron las internaciones por eventos cardiovasculares, y desde el consultorio podía percibirse una situación de desamparo y angustia marcada.
No había prácticamente ningún paciente que dijera que su actividad laboral ni que su situación económica iba bien”.
Volviendo al ejemplo de los tres hermanos, percibí con claridad que la elección de los dos mayores consistió en quedarse con posesiones no permanentes, mientras que el conocimiento que tenía el hermano menor lo hacía sabio, a medida que utilizó lo que había aprendido a través de los libros y la propia experiencia, multiplicó sus posibilidades; su entendimiento de las cosas profundas y sustanciales, le brindó tranquilidad y guía en medio de las calamidades.
¿Y acaso Jesús en otra dimensión de la vida y la existencia no nos estaba sugiriendo lo mismo?
“No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo…”,
Las riquezas en el cielo nos sugieren valores espirituales, como sabiduría, sentido común, fe, confianza.
Estas riquezas intangibles ayudan a encontrar decisiones acertadas, no accediendo a la incertidumbre o al desaliento.
Siempre aparece una solución cuando el pensamiento se espiritualiza, permitiendo que oportunidades jamás pensadas se presenten en cada experiencia.
Elizabeth es parte del Comité de Publicación, en Argentina, y escribe reflexiones desde su perspectiva como profesional de la Ciencia Cristiana.
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