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Otra grave denuncia sobre un geriátrico

Miriam Anselmi y Daniela Clark, ex empleadas del geriátrico que está en Reina Margarita 1550, realizaron una dura descripción sobre las características del lugar y la manera en que vivían los residentes. Una de ellas trabajó en el lugar seis meses y la otra cinco. 
Mirta Maseira, una abuela que residió ocho meses allí, hasta hace pocos días, se manifestó en similares términos. 
Se trata de la residencia que se llamó Casa El Nuevo Sol, ubicada en Reina Margarita 1550. “La dueña es Daniela Martínez y la encargada es Sonia Andrea Baylón. Ahora el geriátrico cambió el nombre, actualmente se llama Santa Ana, pero es el mismo”, explica Miriam a LA VOZ DEL PUEBLO. 

Según expresaron ante este diario, un día antes de que se produzca una inspección quienes están a cargo del control dan aviso

La ex empleada convocó a este diario -afirma que lo hizo como último recurso- para denunciar la situación en la que viven los abuelos residentes en el geriátrico mencionado. Puntualizó que antes fue al bloque de Unidad Ciudadana, habló con el concejal Martín Garrido, y se entrevistó con la diputada Laura Aprile a la que le entregó fotografías. También señaló que habló con el concejal de 1País, Julio Pity Federico, y con el diputado provincial Pablo Garate. Fue a radicar la denuncia a la Comisaría de la Mujer y a la Fiscalía. “En la primera me dijeron que no había violencia de género en las fotos que llevé como pruebas y que tenía que haber un caso así para tomarme la denuncia y en la Fiscalía pregunté por una persona, Jorgelina, que se estaba yendo, me dijo que volvía enseguida pero eso no pasó”, continuó su relato la ex empleada. 

Miriam Anselmi trabajó seis meses en el geriátrico que tenía por nombre Casa El Nuevo Sol y actualmente se llama Santa Ana

Puntualizó que “fueron a hacer unas inspecciones personas que controlan el trabajo en negro, vieron todo lo que yo vi y ellos mismos me confesaron que no debía estar habilitado de esa manera”.
Sobre su experiencia, dijo que “entré a trabajar y al principio no me daba cuenta, pero empecé a ver ratas, eses de ratas en las almohadas de los abuelos, y muchas cosas espantosas, entre ellas maltratos”. 

“Los asean con una jarra y un balde -yo filmé eso-. En algunos períodos hay hasta 30 personas alojadas ahí”

Las mujeres indicaron que después de estas inspecciones los dueños del lugar tenían que poner en blanco al personal, cosa que no hicieron.
Miriam sostuvo que fue a la AFIP y al Ministerio de Trabajo para contar su situación y la del resto de las personas que viven en el geriátrico.
Las ex integrantes del personal y la abuela presente en la conversación -que también brindó su testimonio- contaron que el geriátrico tiene la capacidad para 21 personas y que funciona un solo baño. “Los asean con una jarra y un balde -yo filmé eso-. En algunos períodos hay hasta 30 personas alojadas ahí”, afirmó Miriam. 
Ambas hicieron una grave acusación. Según expresaron ante este diario, un día antes de que se produzca una inspección quienes están a cargo del control dan aviso. Esto fue desmentido por María Isabel Tarchinale y Patricia Crespo, quien describió la manera en que se produce la intervención oficial.
Las denunciantes expresaron que en vísperas de las inspecciones sacan a todos los abuelos que pueden del lugar, llaman a sus familias con alguna excusa, limpian como pueden, “así queda el cupo que debe ser”. 

Una imagen que muestra una heladera pequeña, que ya habría sido cambiada. La alimentación es uno de los aspectos cuestionados. Poca higiene en el baño y una mancha de suciedad en un colchón. Algunas de las fotografías entregadas a este diario

Miriam subrayó que “antes de irme vi cosas que no me gustaron y que la familia desconoce, por eso es que intento comunicarme con la gente que puedo para que vengan a buscar a los abuelos. Con algunos pude hablar”. 

Los alimentos 
Comentó que en un cuaderno anotan el menú del día, “milanesas con puré”, pero en realidad luego les daban de comer “milanesa de zapallito hechos en un aceite viejo con mucho olor”.
También que para más de veinticinco personas había un solo lavarropas. 
“Lavan algunas veces sin jabón y todo junto, la misma ropa de una persona que está bien con la de la gente que se hace caca y pis encima. Un día me enojé porque fui a tender la ropa y me cayó un excremento arriba mío”, relató. 

Una imagen que muestra una heladera pequeña, que ya habría sido cambiada. La alimentación es uno de los aspectos cuestionados. Poca higiene en el baño y una mancha de suciedad en un colchón. Algunas de las fotografías entregadas a este diario

La mujer le informaba -según sus palabras- a la dueña todo lo que ocurría y le respondía: “¡Qué raro si yo traje jabón, me voy a ocupar! Pero era como cómplice de la encargada”. 


“A la fuerza” 

Daniela le dijo a este diario que vio maltrato físico (Por reserva de identidad, se menciona a las personas a las que hace referencia con letras). “Una vez a JT, que tiene 90 años, le inyectaban una jeringa y le daban pastillas a la fuerza porque no quería para dormir. Después levantó 25 de presión. Ahí entró bien y se fue desmejorando muchísimo”, sostuvo. 

En vísperas de las inspecciones sacan a todos los abuelos que pueden del lugar, llaman a sus familias con alguna excusa, limpian como pueden, “así queda el cupo que debe ser”. 

“La señora JT gritaba que no quería dormir y la obligaron con medicación que le aplican sin orden médica y que le causa tantos mareos que cuando logra despertarse se cae, por eso siempre anda toda golpeada”, indicó. 
Otro caso que describió es el de una mujer con discapacidad a la que le dicen “la nena”. “Si usted va ahora mismo la va a ver sin ropa, no le ponen bombacha nada, como está muy arrolladita y cuesta vestirla, directamente no se lo ponen”. Mirta intervino y planteó con énfasis que “ahora la sientan en un sillón blanco de un cuerpo, la sacaron del comedor y la dejan en una habitación y está sentadita, toda arrollada”. Coincidieron en asegurar que duerme sin sábanas, sin cobijas, sin taparla. 
“Tanto hablar con los concejales mandaron una enfermera, pero los abuelos que traen de Desarrollo Social o del hospital tienen sus historias clínicas en una carpeta que firma el doctor Cabido y si usted lo lee, todos dicen lo mismo, va mejorando, va mejorando…”, comentó. 
Miriam puso de manifiesto que habló con algunos familiares que le aseguraron que iban a hacer la denuncia. “Un hombre, B estuvo cinco meses sin bañarse. Cuando llegué le vi las costras en los tobillos y ahí me contó que pasaba meses sin bañarse porque estaba muy gordo”. 
“Voy a salir en LA VOZ DEL PUEBLO con la verdad, que es lo que quiero, que se termine y que rescaten a los abuelos”, reiteró Miriam. También cuenta que B una vez tuvo diarrea y estuvo así mucho tiempo sin atención médica. Hasta que la propia Miriam intervino y asistió un profesional que solicitó una muestra de materia fecal. “Guardaron quince días el frasco con la caca de B junto con los alimentos, hasta que un día la llamé y me dijo que la tirara”, explicó Daniela. 
Sobre una de las mujeres que atiende, a la que nombraron como Mariana, observaron: “dice que hizo un cursito de enfermería y medican, como colocan suero, sin informe médico”. 
Miriam planteó que “le dije al hijo de otro hombre de apellido R que cuando él le dejaba a su padre milanesas y otros alimentos. el abuelo no la comía y se la quedaban los encargados y empleados del lugar. A ese señor lo mordieron las ratas y al poco tiempo que llegó quedó en silla de ruedas. Ese abuelo me contó que las ratas subían a su cama en la noche y lo picaban”. 

Una imagen que muestra una heladera pequeña, que ya habría sido cambiada. La alimentación es uno de los aspectos cuestionados. Poca higiene en el baño y una mancha de suciedad en un colchón. Algunas de las fotografías entregadas a este diario

Relató que “el hombre lloraba y decía que se quería ir con su esposa que estaba muerta”.
La ex empleada concluyó que “fui a ver a todos los concejales, a los diputados. Llamé a varios familiares. Espero que a alguien le tomen la denuncia y vayan a comprobar todo lo que puedo mostrar en las fotos”. 
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