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Vidal juega su imagen

Por Andrés Lavaselli

La gobernadora María Eugenia Vidal se puso personalmente al frente la semana pasada del intento por recuperar la iniciativa política que el oficialismo provincial venía ensayando sin mucho éxito, para lo que aprovechó la onda expansiva del escándalo de los llamados «cuadernos de la corrupción», un affaire que no borra de la agenda la preocupación por la situación económica pero que ya siembra interrogantes sobre la organización del peronismo en territorio bonaerense.

La reacción de Vidal se materializó en un raid mediático que tuvo dos objetivos precisos. Primero, poner el capital simbólico personal que, aunque afectado, las encuestas le reconocen en forma unánime, al servicio de tratar de interrumpir la sucesión de semanas de silencio defensivo que arrancó con el caso de los aportantes truchos y se prolongó con la tragedia de Moreno. Anudado con eso, el segundo efecto buscado fue retomar cierta injerencia en el diseño de la agenda de temas de discusión.
La gobernadora brindó, en una entrevista con pocas repreguntas, su explicación de la actuación de la provincia en el caso de Moreno, que como se adelantó aquí se asienta en la convicción sobre la ausencia de responsabilidad penal de su administración en el caso, algo que la justicia no confirmó. Y aunque no pudo evitar que la grave situación de la infraestructura escolar fuera materia de debate, sí logró aislar al kirchnerismo en su intento de interpelar al ministro de Educación, Gabriel Sánchez Zinny, que fracasó.
Pero tal vez la novedad más importante sea el estreno del eje discursivo con el que busca esterilizar el caso de los aportantes de campaña destapado por el periodista Juan Amorín: «yo no pongo las manos en el fuego por nadie», dijo Vidal, que recordó que ya echó a una funcionaria por eso. Enseguida, apareció el horizonte político que le abrió el escándalo de los cuadernos: «no somos lo mismo», señaló, en un intento de diferenciar la reacción ante la corrupción a uno y otro lado de la grieta. 
Dependerá de los bonaerenses que la escuchan si la gobernadora logra o no sus cometidos. Por lo pronto, los analistas que auscultan con sistematicidad la opinión pública provincial apuntan a un par de cuestiones. Señalan que la recepción de esos discursos sigue condicionada por la identificación política previa y, al mismo tiempo, advierten que la situación económica continúa nítidamente por encima de la corrupción en la escala de las preocupaciones sociales. 
El peronismo 
Dos de esos consultores, que darán a conocer sondeos el martes, hacen foco en otro dato significativo, que surge del análisis preliminar del trabajo de campo: aunque el 80% del electorado no cambió su opinión sobre Cristina Fernández de Kirchner, el pulular de arrepentidos por Comodoro Py parece estar deteniendo el trabajoso proceso de ruptura del techo de imagen negativa que experimentaba la ex presidenta desde fines del año pasado, cuando optó por la estrategia del silencio. 
 Traducción: si esa incipiente tendencia se consolida, CFK se transformará en una mala candidata para un ballotage, aunque sea la que mejor mide en las encuestas para la primera vuelta. Cristina tiene motivos suplementarios a la derrota de Macri para insistir con su candidatura hasta el final, porque para defender su frente judicial por la vía electoral también es necesario un nivel de votos que le asegure centralidad y legisladores que le respondan. 
Pero para el resto del peronismo, esa tendencia puede tener otro significado. En ese sentido puede ser significativa la aparición de movimientos que dan cuenta de una cautela que hasta hace dos semanas no existían. Los intendentes peronistas del Conurbano, por ejemplo, siguen encolumnados, como lo demuestra la presencia de muchos de ellos en el plenario de Ensenada, en el cual Máximo Kirchner comenzó a sondear la posibilidad de asumir una candidatura a diputado nacional por la Provincia. 
La presencia de esos alcaldes es importante: por eso, desde el núcleo duro del kirchnerismo operaron ante autoridades del PJ para que los acerquen cuando cayeron en la cuenta de que el diseño original, que los excluía, dejaba entrever que solo con los incondicionales el armado no tenía la extensión requerida. Pero la novedad no es que aceptaron ir, sino que el mismo día que dieron el «sí» comunicaron que en la semana se mostrarán en público con Sergio Massa. 
Ese doble juego es un signo inequívoco del impacto de los cuadernos en el ánimo de los alcaldes. También lo es, de modo mucho más abierto, el lanzamiento del Peronismo Federal en territorio bonaerense, que protagonizó el senador Miguel Pichetto. Oriundo de Banfield, aunque amagó con anotarse en la carrera presidencial, el senador que hoy representa a Río Negro sabe que tal vez solo compita por una candidatura a diputado nacional por Buenos Aires. Lo importante es que su objetivo, en principio, no es ninguno de los dos. Pichetto se lanzó para «apurar» a Massa, porque los federales creen que el contexto no soporta más dilaciones. (DIB). 
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