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Adiós a un amigo de todos

El 20 de julio, sí, el Día del Amigo, se fue de este mundo un artista que con sus letras, con su música y su carisma hizo deleitar a varias generaciones de orientales. Pero más allá de sus logros con la música, Carlos Alberto Pugliese fue mucho más que un cantautor y compositor de Oriente. 

“Carlitos”, como se lo llamaba habitualmente, nació el 18 de octubre de 1955 en Oriente, donde vivió toda su vida. Ya a los 8 años había comenzado a mostrar sus singulares condiciones de instrumentista en las veladas escolares.
La guitarra era su pasión, el canto su vocación. Aprendió el instrumento y todos los demás que ejecutaba (bajo, batería y armónica) “de oído”, sin haber estudiado nunca. 
“Yo pienso que es un don que le da Dios a uno para ser así, de poder aprender una cosa más fácil que otra”, señalaba en una nota a este diario años atrás.
Al llegar a los 12 comenzó a cantar y tocar guitarra con un conjunto de Oriente llamado “Los Amigos”, que integraban Luis Lopresti, Osvaldo Acosta, Cacho Di Croce, Carlos Manfra y Hugo Galilea. 
En esa época animaban los bailes populares, con repertorio de música comercial. Después que dejó este conjunto comenzó a tocar con el hijo de Luis Lopresti, también llamado Luis, por espacio de tres años, en un dúo que se llamaba “Enigma”. 
Más tarde integró el grupo “Ave Fénix”, con Juan Carlos Godoy (ex “Vox Dei”) y el copetonense Carlos Simonssen. Recorrieron toda la zona, actuaron también en Mar del Plata, Tres Arroyos, Benito Juárez, entre otros lugares. 
A los 25 años nació su vocación por ser solista y componer temas de forma más asidua. “La primera actuación importante la tuve en la Fiesta Provincial del Trigo en 1985. El sueño de todo músico es que lo vean actuando cantantes argentinos que hoy son de fama internacional y compartir escenarios con ellos. Para mí fue una cosa muy hermosa. Ese año efectuó 90 presentaciones, todo un record para cualquiera de la zona. Entre ellas la Fiesta de la Primavera en Monte Hermoso, junto con Sergio Denis, Sumo, Las Primas. 
“Me tocó romper el fuego esa noche ante 9000 personas. Me fue muy bien; la gente me colmó de afecto”, recordaba Carlos, que años más tarde actuó en Río Cuarto, Córdoba.
Más allá de los logros artísticos, Carlos no se definía como un artista. “Yo no me considero un artista, sino un hombre al que le gusta la música. Que hace la música porque la siente”.

Carlitos, aquel pibe futbolista

La Radio, Pappo y Maradona 
Además de haber colaborado con su padre Nicolás en la estación de servicio familiar, de haber tenido una confitería y un videoclub, Carlitos fue parte de la historia de la radio, primero con un programa de los primeros de la FM local y luego al fundar una, en principio llamada Sentimientos, luego Master 10 y, hoy, a cargo de su hijo Alejandro, se llama Las Adelas, en homenaje a su madre y a una de sus hermanas. 
Entre ribetes curiosos de su vida, Carlos, que amaba el fútbol, llegó a jugar algunos partidos en la primera del Oriente Fútbol Club. Hincha de Boca y fanático de la música, se dio el privilegio de tener dos amistades reconocidas en esos ámbitos: Diego Armando Maradona y Norberto Anibal Napolitano, Pappo.
Con Pappo convivió un mes en su casa a comienzos de los `80. “Lo conocí por un amigo en común que tenía interés que me presentara un cassette mío en una grabadora porteña. Cuando lo vi por primera vez -yo lo imaginaba un loco de la guerra- me encontré con un muchacho muy dulce, comprensible y bueno. Les encantó el cassette que yo había grabado en lo de Néstor Faré, en Benito Juárez. Llegué a mi pueblo de regreso y cosas que me ocurrieron me obligaron a no ir, con todo el dolor del alma”, recordaba Carlos, quien años después, en 1999, trajo a Pappo, con su banda, Pappo’s Blues a tocar a Magoya, un boliche del Balneario Marisol. 
En los inicios de los años 90 conoció a Maradona, quien vacacionara en diversas oportunidades en Marisol y terminaron siendo mucho más que conocidos. “Un día me vino a ver a Magoya y desde ahí entablamos una hermosa relación. Diego no salía de noche con su familia sin invitarnos a nosotros”, decía Carlos, en relación a su familia compuesta por su esposa Angela y su hijo Alejandro, quienes lo acompañaron hasta su fallecimiento. 
Carlos agradeció hasta sus últimos días los gestos del astro futbolístico, “a quien le debo muchas cosas, gracias a él pude tocar nuevamente en muchos lugares y comprar nuevos equipos”, resaltaba el cantante. 
El fútbol local también le dio muchas amistades. No sólo fue jugador del OFC, sino también colaborador del club y, por su apertura y calidez con los jugadores, sembró muchos amigos. De hecho, según aseguran ex jugadores del club, llegó a albergar a 11 jugadores que viajaban desde Tres Arroyos, Punta Alta, Bahía Blanca y La Plata, en su casa de Oriente. 
Dicen que lo que se siembra luego se cosecha y en marzo del 2016 cuando ya estaba muy afectado de salud y tenían problemas económicos debido a que no podía trabajar, jugadores de Tres Arroyos y Bahía Blanca organizaron un partido homenaje, donde recibió parte del afecto que él brindó en su vida. No fue casualidad que se haya ido con su música el Día del Amigo.
 
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